Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
9
RCA Records / 2021
Medicine at Midnight podría ser confuso al principio, pero cobra coherencia cuando las canciones fluyen tocando el corazón de los más aguerridos fans de Dave Grohl y Hawkins sin dejar de lado a aquellos que los descubren como si fueran los 90. Los 25 años que Foo Fighters lleva como una banda sólida y fiel a su sonido no es requisito, ya que muchas de las veces nos podemos enfrascar en ese número para catalogar si una banda ha envejecido bien, mal, o cómo lo ha hecho. Un décimo álbum tampoco podría decir mucho, pero sin duda, es significativo.
Con el simple hecho de observar la portada de colores azul, rosa y rojo, con una mirada inquisitiva, nos podemos remontar al Wasting Light (2011) para saber hacia dónde nos conducirá y predisponernos a que será la antítesis de Concrete and Gold (2017). La dinámica es variada, aunque el pop moderno destaca en cada uno de los temas, incorporan diferentes ritmos que hacen alusión a la década de los 80 y el Let’s Dance de David Bowie; guitarras emotivas de bandas como The Killers; remontando a la época de Nirvana hasta recordar la entrañable amistad con Lemmy Kilmister.
A pesar de que las canciones cuentan con independencia, Medicine at Midnight es el soundtrack perfecto para un roadtrip. “Making a Fire” comienza con una guitarra que se encuentra en una constante y ligera distorsión acompañada de coros góspel que dan ánimos para comenzar el viaje. Ese momento cuando las maletas están hechas, las guardas en algún espacio del auto y estás dispuesto a bajar las ventanillas. El estilo de los Foo es evidente, solo falta seguir escuchando para familiarizarnos.
“Shame Shame” cargada de R&B, con una línea de bajo, percusiones que no descansan, y notas que van acentuando los versos. La voz pasa a segundo plano, casi a susurros, hasta que el coro se hace presente con mayor potencia. Las percusiones, en específico un cencerro, demandan ser las protagonistas en “Cloudspotter”, hasta que las guitarras logran tomar su lugar en el coro furioso y que recuerda a los primeros temas que conocimos de la banda.
Para el abrumador calor después de horas de conducir es necesario un poco de aire, que roce delicadamente cada parte del cuerpo hasta el punto de relajarse, y así se siente “Waiting on a War” con una guitarra acústica acompañada de un arreglo de cuerdas que añade emotividad a la voz suave del líder.
La canción que da nombre al álbum nos lleva a otra época, llena de misterio y aires funky, y coros que recorren las partículas del cuerpo invitándonos a bailar moviendo un poco los hombros y los pies, hasta de manera sensual con la guitarra. La música nos lleva a recordar, a revivir momentos como lo hacen en “No Son Of Mine”, un tema explosivo en el que Grohl nos muestra del legado e influencia de Motörhead en “Ace of Spades”.
“Holding Poison” regresa a la vibra inicial, con percusiones que indican el ritmo y coros góspel que enfatizan el solo de guitarra sin prepararnos para la siguiente. Un vuelvo al corazón, una voz honesta, pero con cierta angustia es lo que escuchamos en “Chasing Birds”. Para relajarnos, la batería inunda la atmósfera hasta envolvernos en ella y la guitarra brillosa se asemeja a aquella que The Beatles solía componer; en medio de la nada, con el calor de una fogata y sin mirar atrás.
Finalmente, “Love Dies Young” no solo la canción que cierra el álbum, pues podría funcionar para un concierto o un festival en el que celebramos y brincamos al unísono; rock alternativo puro, alentador y que motiva a seguir.
Plenitud: sueños realizados, sueños olvidados. El camino no ha sido fácil, pero sin duda el futuro se ve de mejor manera. Aunque no es el mejor álbum de los Foo Fighters, es sincero tanto en lírica como en composición. El fin de la banda no se ve cerca, al contrario, experimentar con tanto géneros y ritmos que no están en la zona de comfort de los fans, solo les da impulso para redescubrirse.