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Young Turks / 2019
Sin afán de exagerar y dramatizar sus cualidades lo que le sobra a FKA twigs es talento. Pertenece a la estirpe de artistas que nace de vez en cuando, acaso cada decena de años y comienzan a dejar a su paso una estela de polvo cósmico que es inevitable no mirar. Quizá no hagan hits comerciales, pero sus obras son admirables y se insertan tanto en la cultura popular, como en sectores especializados. Es el caso de Kate Bush, de Thom Yorke en solitario, de Björk y recientemente James Blake. Con dos álbumes y tres EPs FKA twigs se une a la lista de productores y compositores a quienes la genialidad les da para producir trabajos potentes, honestos y cautivantes. Así fue con LP1 y así es ahora con su nueva empresa, MAGDALENE.
No ha sido sencillo el camino que ha recorrido la nacida como Tahliah Debrett Barnett, de ascendencia española y jamaiquina, después del exitoso debut en 2014 y el también aclamado EP M3LL155X, publicado un año después, la cantante británica ha permanecido en un extraño silencio de cuatro años en los que atravesó por un rompimiento con la estrella cinematográfica Robert Pattinson, la extirpación de un mioma uterino que la llevó por un crucero emocional, así como el aplaudido trabajo a cargo de una campaña para Nike, y protagonizar el anuncio del HomePod para la empresa californiana Apple. La estrella y el aura de twigs se ha ido puliendo poco a poco hasta reafirmarse.
MAGDALENE es la prolongación de la composición hipnótica, casi surrealista, y experimental que caracteriza los trabajos de la vanguardia musical, así podemos entender que entre sus colaboradores se encuentren Nicolas Jaar, Arca, Oneohtrix Point Never y, paradójicamente, muy alejado de ese futurismo, Skrillex. Aún así, los esfuerzos producen una pieza enigmática, profunda, hiriente, compleja, cautivante; similar en lo etéreo, una telaraña de tonos y beats que se va haciendo más grande, pero con tintes expansivos como en el tema que abre el álbum, “thousand eyes”, cuando unas olas electrónicas hacen temblar a la propia canción.
El amplio espectro de géneros potencia esa expansión de la que hablamos como una nube emocional, ya sea en el hip hop de “holy terrain”, el R&B contemporáneo de “mary magdalene”, la electrónica de vanguardia en “fallen alien”; el margen para implosionar de twigs alcanza un tope que ya había probado en “Water Me” o “Two Weeks”. La virtud de este álbum radica en que lo mismo es arte contemporáneo punzando en el cerebro por sus escalofriantes y arriesgados sonidos que música clásica en el sentido de su capacidad para producir emociones en el cuerpo narrando episodios tan bizarros como estar acostada y deprimida al mismo tiempo que se masturba (“daybed”).
La británica le dijo a The Guardian que buscaba crear algo más simple, “regresar a lo básico”, y aunque diferente, no es elemental ni minimalista, sino que goza de una complejidad contenida que puede percibirse en como canta, más arriesgada y salvaje, por momentos irreconocibles; la cima de esta belleza se encuentra en el corte que cierra el álbum, “cellophane”, la canción más sublime de toda su carrera.
A FKA twigs le sobra talento. MAGDALENE es un triunfo que deberíamos ir poniendo en lo mejor de la década y que con suficiente suerte se convierta en un clásico de la música contemporánea.