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La música electrónica nacional no está por los suelos
La música electrónica nacional no está por los suelos

Arts & Crafts México / 2014

Artista(s)

The Oaths

02/Sep/2014

Generalmente, la música electrónica hecha en México es discriminada por diferentes razones, ¿la principal? la errónea idea de que lo nacional es copia de la copia de la copia, que carece de calidad o que si no pertenece al rock o a alguno de sus subgéneros, no merece la pena escuchar.

The Oaths es una agrupación tapatía formada en 2009 por Andrés Romo, Arturo Lamadrid y Poncho Fuentes, quienes, con base en una línea musical dirigida al synth pop, están rompiendo el paradigma antes mencionado. Ya llevan algún tiempo en la escena nacional, pero si aún no los conocen, su primer larga duración, Fractal, es el pretexto perfecto.

A partir de hoy, 2 de septiembre, está este material compuesto de 13 temas y que, en honor a su nombre, resulta una especie de figura geométrica espacial llena de múltiples elementos que no cambian sin importar la escala con la que se escuche.

“Ascender”, tema inaugural además de su segundo sencillo, introduce al oído por un camino lleno de cajas de ritmos e instrumentos no convencionales dentro del género, como una flauta, extendiendo una invitación hacia la pista de baile. Es fresca, joven y con mucho feeling de playa.

Le sucede “Paranoia”, que tiene un buen inicio marcado por una onda psicodélica pero que, sin embargo, no pasa de ser un tema más. “Deny The Sun” me recordó un poco a lo que hizo The Rapture en Pieces Of The People We Love; se nota la calidad tanto musical como de producción que manejan los tapatíos, además de que su inclusión en el sello Arts & Crafts México vino a exacerbar todos estos elementos.

Son claras sus influencias extraídas de la electrónica francesa, aunque cabe destacar que la banda innova en cada tema. Además de los loops y beats comandados por sintetizadores, el uso de instrumentos como trompetas, marimbas e incluso un saxofón, mismos que se escucha en varios tracks, le brindan un enfoque totalmente diferente que crea no una consistencia irregular, sino una llena de múltiples experiencias.

El uso vocal del idioma inglés al igual que el español logra que la voz de Andrés suene distinta con cada cambio de tema, aunque debo señalar que prefiero cuando canta inglés.

Los saltos predominan en esta placa, por ejemplo “Overhead”, tiene una mezcla de funk, house e incluso un toque de reggae, mientras que “Someway” demuestra que no sólo es necesario distorsionar la música con el uso de sintetizadores sino de crearla a través de ellos.

Incluso “Astronomy”, tema que formó parte de su primer EP, arriba con total nu-disco más la suma de voces robóticas que te regresan directamente a la electrónica de los 90. El detalle de incorporar una rima que pudo ser freestyleada por la misma Azealia Banks o M.I.A. resalta la calidad de este track que en cierto punto, hasta tiene tintes tropicales.

En conclusión, es un álbum no convencional marcado por la diferencia y el juego entre géneros. Tiene buenos momentos, como en “Revoluciones”, que al inicio suena a todo menos a electrónica e incluso en la base de trompetas percibí un poco de ska; hasta otros en los que el jazz guiaba la melodía abrazada del suave sonido del saxofón; o finalmente, el que se percibió en “Speechless”, tema totalmente instrumental que cerró una experiencia sonora que fue una montaña rusa llena de tropezones y remontadas monumentales.

The Oaths es una banda a la que será bueno seguirle la pista y definitivamente, ir a sus presentaciones en vivo.

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Un experimento social
Un experimento social

Drag City / 2014

Artista(s)

Ty Segall

01/Sep/2014

Ty Segall es un joven chamán californiano cuyo pasatiempo preferido es subirle a su guitarra, divertirse provocando y luego coleccionar las reacciones cubriéndolas con ámbar. Francamente, no es el tipo de músico que deja satisfechos a todos cuando toca en horario estelar ¿Vieron lo que pasó con Letterman hace tres años? El viejo cerró el acto diciendo a la audiencia "Chicos, ¡no abandonen sus estudios!".

Pero, si es que acaso conozco un poco a Ty, estoy seguro de que esa reacción, en el fondo, lo hizo regocijarse. Ahora, el artista que nunca duerme, luego de la espera más extensa entre entregas hasta la fecha (14 meses), nos compensa con su séptimo disco: Manipulator, la más larga, diversa, madura y mejor producida placa de todo su repertorio.

De nuevo, ¿vieron lo que pasó con Conan O’Brien? Segall agarró valor y volvió a subirse a la tarima del horario estelar para interpretar “Feel” con labial y delineador plateados, tres puntos negros debajo de un ojo y un símbolo al estilo campo de maíz brillando en su playera. Ese desenfado, esa misma seguridad desafiante, que hasta la fecha sigue produciendo una batalla de comentarios en el video en YouTube y que ha sido su firma durante toda su carrera, continúa presente en las 17 canciones de este nuevo disco.

Manipulator es tan atrevido como mixto y pegajoso. El cambio de rumbo en “Sleeper” a un rock sin percusiones basado en la guitarra acústica añadió momentum y enriquece este trabajo. Ese sonido de guitarra de doce cuerdas, afinadas por un estiramiento que hace que suenen a punto de reventar siendo talladas rabiosamente por la plumilla de Segall, es el núcleo melódico de canciones como “The Singer”, “The Clock”, “Stick Around”, piezas con orquestación y riffs que remiten a “Changes” y “Ziggy Stardust” de David Bowie; “Green Belly” y “The Hand”.

El orden de presentación de los tracks es otro acierto de del material: intersectados entre los anteriores encontramos la inicial y carnavalesca “Manipulator”, la veloz y explosiva “It’s Over”, la sobresaliente y setentera “Feel”, la psicodelia arenosa-bañada-por-el-sol de “Connection Man” y el arrebatado heavy rock a todo fuzz de “The Crawler”.

El hábitat natural de Segall es la experimentación y la toma de riesgos creativos; el alto volumen y el fuzz. Su música pertenece a los márgenes estrambóticos de la California rasposa y multicolor, no a la televisión. En ese sentido, sus excéntricas actuaciones en cadena nacional lo delinean y lo autentifican; lo que Ty persigue es el sentimiento, el impacto en el espectador, y parece decirnos: “si ha de ser mediante una experiencia de shock, que así sea”.

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