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Merge Records/Dead Ocean / 2017
Acababa de llover un sábado por la tarde –no importa cuál, porque llueve durante muchos sábados–, me puse una chamarra antes de salir y al cerrar la puerta me di cuenta de que el agua corría por las orillas de la calle, golpeaba las esquinas de las banquetas, de algunos techos escurría un chorro que sonaba fuerte cuando se estrellaba contra el concreto, los autos que pasaban rápido arrojaban un torrente que obligaba a las personas a acercarse hacia la pared para evitar mojarse, caminé y doblé hacia la izquierda en la avenida principal, en medio del frío ahí estaba resplandeciente, brillante, colorido. Un arcoíris irrumpía en el horizonte, sobre algunos edificios, muy por encima de los cuerpos que componen el paisaje. Cuando lo vi fue como si alguien me diera un abrazo cálido, un poco de esperanza que me hizo sonreír. Seguí mi paso, en ocasiones levantaba la mirada para verlo de nuevo y sentirme mejor.
El músico canadiense Dan Bejar presenta un nuevo álbum que tras escucharlo me deja la misma sensación del arcoíris, con un sonido íntimo y cálido, una composición distinta de sus anteriores piezas, pero igual de exuberante y espléndido, se trata de un poco de esperanza que nos abraza cuando afuera ha dejado de llover. Ken es un relato que nace de su aventura en auto por América, de la incomprensión por la región, de la voz de Jim Morrisson y The Doors, y del new wave inglés de los ochenta. Y aunque el propio Bejar diga que contiene letras que no hubiera podido escribir hace cinco años, lo cierto es que su estilo de contar historias como un poeta loco que por la calle deambula hablando solo, no se ha perdido. Conocido por el nombre del proyecto que encabeza desde mediados de la década de los noventa, Destroyer, y por su participación con The New Pornographers, el nacido en Vancouver trae una placa tan sorprendente como lo fue Kaputt.
Hay magia inexplicable en "Tinseltown Swimming in Blood", en el desplazamiento del bajo y la batería, un tremendo intro que seduce, el saxofón estirándose como un gato en la mañana, la voz de profeta de Dan Bejar que desde el cielo habla sobre un pueblo falso, Hollywood nadando en sangre, el pueblo que ha ido creciendo y te va a aplastar, la voz que en el coro se expande con el sintetizador da fuerza a su advertencia, “yo era el soñador, mírame partir”, ahí está de nuevo el saxofón yendo y viniendo dentro del tema, la batería se está descontrolando, antes de desvanecerse una última locura del sax. Magia inexplicable.
El álbum tiene un sentido de urgencia en la composición, las canciones son más cortas de lo habitual, parecieran cerillos que quieren arder rápidamente, la narración es una descripción de momentos en tiempo presente, “A Light Travels down The Catwalk” tiene una batería constante, un golpe, pam-pam-pam-pam, que nunca se va, pero el tema emerge de un sintetizador que le da volumen, lo hace enorme, místico y –nuevamente– fugaz: “tus invitados llegarán pronto, sobre el bulevar de los pecadores (…) el dinero va, el dinero viene, está soleado en Berlín, en Barcelona nieva, una luz viaja por la pasarela, una luz viaja por la pasarela”. “Rome” es magnífico, en dos partes, la primera truena con un riff potente, el propio Dan lo describe cercano a Disintegration de The Cure, con una batería enorme, y en su segunda parte predecida por los synths, toma ritmo, como una hoja que cae guiada por el viento, y al final entre la guitarra, el synth y el sax, cuando la composición te tiene atrapado, se va apagando, fugaz, es una estrella que pasa cerca de la tierra y solo puedes apreciarla por unos segundos, por más que quieres que dure en tu horizonte, la ves marcharse.
“No puedo pagar por esto, solo tengo dinero, y el dinero no hacer girar al mundo, a veces en el mundo las cosas que amas se mueren, y lloras y lloras y lloras”, dice la primera estrofa de “Sometimes in the World” que inicia con la voz y una estridente guitarra, un rasgueo brutal que se convierte en un pop bailable, sintetizador pegajoso que comienza a inundar tu cuerpo, de vez en cuando vuelve la estridencia, pero el tema sigue en un ritmo latente, mueves tu cuerpo por qué que más puedes hacer sino bailar en un paso constante hasta que Dan comienza a cantar algunas palabras que no significan nada, un coro bellísimo, con la guitarra acústica siguiendo su paso, el cual quieres seguir acompañando, bailando, cantando, pero se acaba y no lo puedes creer, porque estás muy feliz, porque te ha atrapado y a mí me ha hipnotizado porque comprendes la letra y yo me identifico con ella y a ambos nos gusta, pero se ha acabado y no volverá hasta que tu le des play de nuevo, y nuevamente querrás que dure más, pero no, de nada sirve engañarte, termina en el mismo lugar que la ocasión anterior.
Ken era el nombre original del tema “The Wild Ones” de la banda británica Suede, Ken es el arcoíris brillando por un rato después de una tormenta que miramos para tener esperanza, Ken es otro álbum magnífico de Destroyer.