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InFiné / 2018
Khonnar no es un álbum electrónico común. Tampoco una pieza abstracta. Es un manifiesto casi utópico de un presente posible, en donde el mundo árabe es centro y los marginados del mundo se levantan al ritmo de la música y el baile.
Criada en Doha, Qatar (lugar de origen de artistas de vanguardia como Sophia Al Maria) y formada en los circuitos underground de Túnez, Deena Abdelwahed entró en la escena de la música de club como una hija pródiga, solo para subvertir las nociones que había acumulado en su trayectoria como DJ de bares. Tras una larga temporada introduciendo a los tunecinos al juke, al footwork y al jersey house, la productora se encuentra radicada en París. Ahora entrega un disco lleno de experimentación sónica y con una carga política aplastante.
Deena Abdelwahed posee dos características que la sitúan en el centro del discurso. Por un lado, al venir del mundo árabe, ha tenido que asumir la pista de baile como un campo de batalla y, por lo mismo, aceptar que los que nacimos en el sur no podemos permitirnos no usar el baile como arma para arrebatar el panorama cultural. Por el otro lado, su música posee una carga emocional y sensorial que solo las mujeres productoras alcanzan en la actualidad y que probablemente le abrió las puertas de su colaboración con Fever Ray.
No puede ser casualidad que el título de Khonnar sea homónimo a connard, el insulto francés más estandar. El álbum está guiado en definitiva por un ubicuo sentimiento de ira, pero una ira creativa. Quizás, dice Abdelwahed, haya que empezar a abordar las cosas por su nombre para alejar la oscuridad. Tomando como punto de partida ritmos árabes y de África del Norte, Khonnar suena a la vez como una reflexión sobre la naturaleza del techno y un manifiesto político.
El disco abre con "Saratan", una pieza de techno oscuro que, como una invitación al rezo, pone el tono del resto del disco. Las percusiones se hacen más insistentes en "Ababad". Hay un sentido de la progresión en el disco. "Tawa" (“ahora”) suena tan política como una canción de protesta. Las etéreas voces parecen los gritos de una nueva juventud global. "Fdhiha" (“escándalo”) es el más africano de los tracks y por un momento el tresillo la hace sonar como una canción de global bass. Tiene sentido: el global bass es el último reducto de los actores secundarios de la globalización.
El punto máximo de experimentación empieza cuando llega "Ken Skett...", una pieza de doom techno implacable. "Al Hobb Al Mouharreb" es un momento de calma antes de la tormenta pero no por ello menos rompedora. "5/5", como el propio título indica, es una subversión de los códigos tradicionales del techno. Abdelwahed no está interesada en ritmos 4/4 ni mucho menos en anticuadas etiquetas de género. "A Scream in the Consciousness" no solo es la canción más larga del disco sino también la más experimental. Francamente arrítmico e imbailable, el track es un asalto a los sentidos, pero también una demostración del rango creativo de Abdelwahed. El colofón es "Rabbouni", un track vocal tan espiritual como el primero.
Dice el poeta Luis Felipe Fabre que nos identificamos menos con aquello que no se puede decir por sublime que con aquello que no se puede decir por abyecto. Hay en este mundo una oscuridad en todo, un lado en cada cosa que no se puede abordar directamente. Esta característica es la que describe el título del primer lanzamiento de larga duración de la productora tunecina a la que hay que seguirle la pista el próximo año.