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Suicide Squeeze Records / 2020
Es sumamente difícil de explicar y poner en palabras cuando una canción, un disco, o un artista, logra conmovernos al punto tal de sentir que la piel se nos eriza. A veces, esto sucede porque la lírica nos interpela en un nivel íntimo y profundo, otras, porque la instrumentación, el conjunto aglomerado de instrumentos superpuestos uno sobre otro, rompe con las configuraciones tácitas y explícitas en nuestra cabeza sobre lo que es y sobre lo que debe ser la música.
Under the Spell of Joy, el nuevo disco de Death Valley Girls, no solo es la prueba cabal de que el rock, en esencia, sigue ardiendo en nuevas formas, sino que también, y como ya deberíamos saber, resulta el lugar reivindicado por mujeres con ambición, talento y con muchas cosas para decir, claro está. La fórmula del rock clásico progresivo: guitarras distorsionadas, sonidos oníricos, cadencia psicodélica marcada por la conjunción de coros, marcan la identidad cósmica del LP de 11 canciones disruptivas.
Las jóvenes de L.A. toman lo mejor de los antros neoyorkinos de los 70 y lo sazonan con una impronta refractaria, cargada con los problemas actuales pero entendiendo que -como manifiestan los británicos de IDLES- la alegría también es una forma de resistencia. En el disco, por momentos hay reminiscencias claras a The Velvet Underground en canciones como “Hold my Hand”, y otras a The Stooges como en la explosiva “10 Day Miracle Challenge”. El álbum es una lucha constante entre luz y oscuridad, cuyo vencedor quedará a decisión de quien lo escuche.
En efecto, su música sigue en esa corriente mística antes planteada en sus anteriores discos, esta vez con mayor énfasis y sinergia. Como su título vaticina, hay una especie de magia involucrada en todo el proceso creativo, y esa magia es amar lo que uno hace: en este caso, música.
Under the Spell of Joy es un disco de rock and roll bien hecho, bien craneado y bien ejecutado. No tiene puntos ni momentos bajos, es constante y fácil de escuchar, lo que no quiere decir que por eso no exija cierta atención para contemplar su magnitud. Es sucio pero prolijo, abrazado la sonoridad típica del cancionero californiano.