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Deafheaven — Ordinary Corrupt Human Love

10

Deafheaven
Ordinary Corrupt Human Love

ANTI- / 2018

Artista(s)

Deafheaven

Innovar o sucumbir.

La energía no se crea ni se destruye, solo se transforma, como la mística creativa de una banda que en los últimos años ha sorprendido para bien a propios y extraños. Playeras negras de Emperor que cubren el corazón, el look puede engañar pero no el feel, y Deafheaven sigue pregonando su candor creativo con Ordinary Corrupt Human Love y su meodramático inicio con el corte titulado “You Without End”, una suerte de sampleos de una fémina voz difusa que devanea entre el piano y guitarras, la melodía cáustica que da paso a la voz dulce y siniestra, evocadora y malévola que se pierde entre solos que bien nos recuerdan a Brian May o James Iha: interesante mezcla de influencias para acallar a los detractores, experimentar antes que callar, renovarse antes que morir.

“Honeycomb” para arrastrarnos al génesis de la intrincada historia del quinteto y su ansia persistente por sobresalir en un panorama musical complicado, quebrar las etiquetas e imponer un estilo propio que los ha mantenido a flote entre las tormentosas críticas de los true metal fans y el cobijo de público que los encasilla más en el post metal. Música poderosa al fin y al cabo que nos remite tanto a Immortal como a Maybeshewill, al trono oscuro (Dark Throne) o al de los lobos (Wolves in the throne Room), a los altares y a las fosas, a las conclusiones propias de un sonido que evoluciona en cada material.

“Canary Yellow” y su ánimo post rock, explosiones en el cielo que resultan en una lluvia de cuchillos que se clavan en el suelo, esa voz siempre portentosa que nos clama, nos enfrenta, nos funciona de sinergia para un desfogue inmediato. 12 minutos de drama y melancolía, pompa y circunstancia, afable melodía, canciones ideales para días de clima cambiante, y mientras se derrumban los centros comerciales, apreciar las cosas buenas de la vida ante el gris panorama, sobre todo esta música que nos sigue inspirando y salvando y nos da la oportunidad de apreciar: el bajo perfectamente coordinado con los solos de guitarra y los coros que retumbarán en la psique.

“Near” y su calma necesaria después de la tormenta, “Glint” como la vida misma de paz que transfigura en batallas internas, el insomnio de la batalla contra nuestros demonios, la mente que no deja de trabajar. “Night People” y la voz de Chelsea Wolfe como complemento ideal para entender el dejo eterno de esperanzadora oscuridad que ofrece Deafheaven desde el día uno hasta la fecha, el andar por gélidos y brumosos caminos como la vida misma, defenderse de las bestias, esperar que todo mejore al compás de su música. “Worthless Animal” como perfecto y energético final para una travesía más de influencias radicales y experimentos que funcionan a la perfección. Colecciones y conexiones musicales cual aprendizaje que exaltan una tesis, cuya conclusión es que impregnarte de la música, aun así, la más oscura o melosa, vitorear a los extremos, lacerarte la garganta, hacer que la guitarra sea más que solo acordes, es la forma correcta de trascender en una escena en la que siempre hay que reinventarse antes que ahogarse en el olvido.

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Let’s Eat Grandma — I’m All Ears

9

Let’s Eat Grandma
I’m All Ears

Transgressive Records / 2018

Artista(s)

Let’s Eat Grandma

Algo que se siente más avanzado que la mayoría de la música pop.

No es difícil imaginarse que, en unos años, toda la música sonará como Let’s Eat Grandma. Quizás en el futuro no haya más que pop poliédrico y experimental, agresivo y dulce, plástico y transparente, pero lo cierto es que ahora mismo no hay nada en el panorama musical parecido a I’m All Ears, segundo disco de la banda británica integrada por las adolescentes Jenny Hollingworth y Rosa Walton.

Nadie sabe todo lo que ha cambiado en la vida de WaltonHollingworth desde que debutaron a los 16 años de edad con I, Gemini. La vida avanza muy rápido, pero nunca tanto como durante la adolescencia. Si el primer disco se sentía infantil (y ellas son las primeras en reconocerlo) es porque fue hecho por niñas. Ahora que acaban de alcanzar la mayoría de edad, han hecho algo que no solo no suena infantil, sino que además se siente más avanzado que la mayoría de la música pop. I’m All Ears suena por momentos barroco como CocoRosie y chicloso como Hannah Diamond, pero además, contra todo pronóstico, sorprende con concesiones al rock psicodélico, al drone, al synth pop e incluso al rock progresivo. Esto, claro está, jamás será reconocido por los críticos hombres que esperan obstinadamente que éste sea un disco más de folk pop hecho por una banda de chicas e incluso puedo imaginarlos muriendo de envidia ante la posibilidad de tener entre manos uno de los mejores discos de pop de los últimos años.

En cierta forma en comprensible. El mundo de una chica adolescente es algo que, al menos en la ficción, se ha presentado como un planeta extraterrestre, más misterioso por lo que tiene de familiar. Yo mismo, mientras escribo esto, intento cuidar mis palabras para no decir algo que suene anticuado, desesperado por asirme a este impulso maravilloso que lleva a dos chicas tan jóvenes (tan creativas en el sentido más sublime de la palabra) a generar éste universo tan rico y honesto, en donde caben todas estas criaturas que habitan a la vez la vida cotidiana y el mundo de la imaginación.

Hay que ser muy necio para escuchar el primer track, “Whitewater” y creer que es un disco común de pop. Tras este primer delirio new wave instrumental, encontramos la canción más representativa del álbum. El primero de dos tracks producidos por SOPHIE (responsable de uno de los discos más importantes del año) y Faris Badwan de The Horrors carga todo el código genético de la banda y le suma el toque de la productora escocesa, por lo que suena abrasiva y encantadora, transparente en su completa artificialidad. Las palabras “Hot Pink” suenan como un grito de guerra y recuerdan la importancia del color rosa en la historia del arte hecho por mujeres. Quizás los temas más interesantes de la banda son los que no están producidos por las dos superestrellas, pues fuera de toda influencia se nota la inmensa capacidad creativa de la pareja. Tracks como “Falling Into Me” (con su desgarrador mantra “You, me, this.”), “I Will Be Waiting”, “Ava” y el single absoluto “It’s Not Just Me” son caleidoscopios de géneros que van avivando el asombro conforme avanza el disco. Dos intermedios sorprendentes adornan el tracklist: “The Cat’s Pyjamas”, un folk circense y fantástico, y “Missed Call (1)”, un pizzicato de violín que imita un ringtone de celular. Esta referencia casual a los mecanismos de la vida moderna podría sentirse forzada y vergonzosa hecha por alguien más, pero por eso no todos somos chicas adolescentes.

Para cuando llega el último track del álbum, “Donnie Darko”, se han despejado las dudas. La épica suite de 12 minutos nos ha llevado del rock psicodélico al disco pop y al shoegaze y ha quedado claro que este álbum es una anomalía, que quizás algún día toda la música suene a Let’s Eat Grandma, pero que por lo pronto basta con disfrutar este momento.

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Deafheaven — Ordinary Corrupt Human Love