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PIAS Recordings / 2018
¿Cómo catalogar a Dead Can Dance? Es cierto que en sus inicios tenía un clímax y estructura que lo orillaba al post punk, new wave y goth rock, pero aun así parecía corto etiquetarlo en algún género. La introducción de instrumentos como la polka, el folklore y world music hacía que el dúo de Lisa Gerrard y Brendan Perry fuera algo descomunal y divergente, yéndose directo a la lista de bandas de culto. Hoy tras seis años del estreno de Anastasis –primer disco que Lisa y Brendan grabaron juntos después de 16 años– llega Dionysus, un relato que ya no profundiza en la resurrección, sino en el paganismo europeo y la mitología griega, y más que un disco pareciera enfrentarnos a una banda sonora. Un soundtrack que se encuentra en la búsqueda de un filme histórico.
El álbum está dividido en dos actos y siete pistas, aunque es claro que cada canción se une para llevar al escucha a un momento único de 36 minutos. Con una bienvenida donde escuchamos olas rompiendo la marea, un bajo resonante y percusiones primitivas, Perry nos cuenta desde el primer minuto hacia donde se dirige el registro: una experiencia sensorial. “Sea Borne” fácilmente es el mejor momento del material. Una sincronía perfecta, sonidos del antiguo egipcio y gloriosos coros, un momento de reflexión donde piensas que la música fue hecha para sonar en un buen sistema de audio y no en unos auriculares. Dead Can Dance nos gana de nueva cuenta, como lo ha hecho por 37 años y con nueve discos.
Es muy marcado que Brendan y Lisa tiene protagonismo en cada acto de Dyonisus. En el primero Perry toma las riendas y no las suelta. Cuenta parte de la historia con ayuda de música oriental, vocales que no son de algún idioma aparente y parecen pertenecer a un ritual. A una iniciación de una vieja cultura madre. En el segundo acto Lisa relata un paseo mitológico, donde el relato de hombre convirtiéndose a Dios es el punto de anclaje.
Desglosar el disco pista tras pista puede resultar complejo. Con un material lleno de conexiones y que sirve como un oleaje progresivo, Dyonisus se critica de principio a fin. Con 2,160 segundos de duración, se nota sin ninguna clase de duda los dos años que los integrantes de Dead Can Dance pasaron para estudiar e investigar distintas corrientes sonoras. Los de Melbourne vuelven a ser ambiciosos. Sueltan a la bestia creativa que duerme en su interior llevando los sentidos al estado más radical. Tejen entre su inspiración musical ricos sonidos con diferentes texturas melódicas. Con los dedos de la mano puedes contar a bandas que pueden lograr ese tipo de creaciones.
Dionysus es un álbum brillante, con algunos momentos de estancamiento pero sin nada de qué preocuparse, Dead Can Dance reafirma la razón del por qué son una de las mejores bandas del siglo pasado. Con guiños que nos remontan al paganismo, la mitología y hasta nuestras raíces –la portada muestra una máscara hecha por la cultura huichol de las montañas de la Sierra Madre en México–, los australianos se vuelven a renovar. Además, lo más increíble es saber que dos personas fueron las creadoras de un disco tan complejo, con tantas armonías, y la diversidad de instrumentos que se presentan. La muerte va a querer gozarlo, ese es un hecho.