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Conor Oberst
Upside Down Mountain
Nonesuch Records
2014
Hay quienes cuentan maravillas del señor Conor Oberst y argumentan que es todo un genio por ser responsable del catálogo de Bright Eyes, o al menos el protagonista. Me encontré con uno de estos individuos hace poco y fue lo que contó, pero como sucede con todos esos falsos fanáticos, fue incapaz de nombrar más de una canción o disco que el que todo el mundo conoce.
No voy a negar que Bright Eyes creó un puñado de canciones para la historia y una tercia de discos interesantes. En el momento clímax de su carrera se llegó a adjudicar una invaluable etiqueta de "El Bob Dylan del siglo XXI", lo cual podría ser cierto, pero Oberst tiene defectos que le impiden trascender y lo han hecho decrecer antes de alcanzar esa gloria.
¿Qué hace mal? A diferencia de Dylan, Oberst carece de la autoconciencia extrema y de un tono vocal más crudo y maleable; tiene todo muy estudiado y el público le ha aprendido sus trucos. Su especialidad, una lírica en días que alcanzó su punto máximo con Lifted or The Story Is in the Soil, Keep Your Ear to the Ground en 2002, se ha vuelto muy reiterativa en la rima forzada, en la paradoja poco creíble y en analogías cada vez más abstractas; para prueba está el título de este álbum.
Su prioritaria virtud no es un acierto aquí y por si fuera poco, Upside Down Mountain tampoco es nada nuevo. Maneja un estado entrecortado sensible emo de folk con cargas esporádicas de rock, aunque más débil en su énfasis, sin tanto enfoque en las emociones salvo algunas estratagemas que consiguen casi deslizar una lagrima por el mismo Oberst como lo hace en la dulce y esperanzadora "Time Forgot".
Más pulido en la producción, Jonathan Wilson, considerado un erudito del ambiente folk, es quien ayuda a dar al disco un toque más espiritual de los años 70, por lo que se perciben ciertos aires del George Harrison de aquella década.
Yacen algunos estribillos creativos como "Zigzagging Toward the Light" o la guitarra española transformada en calypso, incluyendo la incorporación de las hermanas Soderberg (First Aid Kit) en una divertida "Hundreds of Ways". Aunque cualquiera que haya escuchado en su vida Graceland de Paul Simon es inmune a este tipo de composiciones. Pero nada más lejano que lo conocido y nada más nuevo que su pasado, ninguna sorpresa, solo un mediano esfuerzo de quien alguna vez dio argumentos para llamarlo genio.
Su inconfundible e inestable tono vocal y su peculiar estilo de composición con algo de frescas tendencias melódicas aquí están, pero no son tan directas. Hay que indagar más de un par de veces para encontrar eso que pretende ofrecer.