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Nuclear Blast / 2019
10 álbumes después, la evolución de una banda es más que evidente, 26 años de conjunción crean una química infalible, y en tiempos en el que el metal retoma fuerza gracias a la gran cantidad de nuevas propuestas y sub géneros en ascenso, Children of Bodom emerge de su letargo para volver a entablar pláticas que se convierten en discusiones entre las seis cuerdas que emanan riffs, arpegios y solos.
“This Road”, nuevos territorios, paisajes instrumentales intrincados que evocan un viaje que desde el comienzo no queremos que termine. “Under Grass and Clover” como un extraño recuerdo a las evoluciones en la guitarra de Eric Johnson y su clásica “Cliffs of Dover”. “Glass Houses” y su ímpetu progresivo, techos de cristal que se rompen y sonido que transfigura como el caer de los filos en nuestra propia cabeza, la voz avasallante, el galope del palm muting y las diferentes evoluciones y ritmos de la batería que inspiran un grito de batalla.
“Hecate’s Nightmare” para bajar el ritmo pero no la inventiva, un gran experimento de ritmos y puentes que cruzan ríos de intrincados riffs y ambientes de fondo, buen soundtrack para un sueño extraño, de esos que nos hacen despertar repentinamente. “Kick in a Spleen” y su corta intro que raya en lo épico para dar paso a una masacre rítmica, instantáneo favorito de este álbum que coloca a Children of Bodom en los actos a seguir en directo este 2019.
“Platitudes and Barren Words”, la plenitud instrumental, el tomar riesgos y salir avante en el panorama siempre cambiante del metal en la actualidad que busca a sus nuevas insignias, muy pronto veremos caer a los reyes y los caballeros comenzarán la lucha por el trono. “Hexed” y su interludio altamente melódico, los coros encarnizados, el ritmo trepidante y la ansiedad por aumentar el volumen, menuda travesía por uno de los mejores discos del metal del primer semestre del año. “Relapse (The Nature of My Crime)” y el regreso a ese necesario ambiente melódico, es grandiosa la forma en la que la banda combina diferentes estilos sin perder el poder sonoro.
“Say Never Look Back” es una gran muestra interpretativa de la conjunción que tiene la banda con cada uno de sus elementos: el ritmo que dicta la marcha combativa, las guitarras que embaten con riffs y destazan con solos, los ecos ambientales que evocan batallas que debemos librar día a día, mata el estres haciendo air guitar, imagina que golpeas a tu jefe con el martillo de Thor, grita tan fuerte que puedas ser escuchado del otro lado de las paredes que te contienen.
“Soon Departed” y el poder de su lírica: “No stars aligned to lead the blind when your future is already declined”, el preludio al épico final que implica escuchar “Knuckleduster”, puños al aire para alentar un desfogue, lento headbanging para rendir honores a una banda que sigue evolucionando para bien en un mundo que parece ir extinguiéndose poco a poco.