7
Hyperdub / 2016
La bailarina semidesnuda Karen coquetea lanzando miradas como anzuelos. Poco le importa a Rick. Este busca desesperadamente salir del atolladero existencial en el que ha caído. Luces neón en tonos morados, azules y rojos cubren los cuerpos que se agitan sobre pistas de baile. La canción que se escucha de fondo es "Ashtray Wasp", la paradójica mezcla sonora de lo espeso y lo etéreo a toda velocidad. Burial, productor musical inglés, volatilizando las emociones. Rick y Karen junto con un amigo salen del club, corren en las calles de Los Ángeles, viajan a Las Vegas, trepan carros de supermercado y visitan centros comerciales. “Puedes ser quien quieras” le dice ella. “Prueba de todo”, continúa. “Conozco más de la vida que mucha gente”, finaliza. Salen por un tiempo hasta que él se aburre de ella. La escena anterior proviene del capítulo La Sacerdotisa del filme Knights of Cup. La historia va dando saltos, omitiendo sucesos de modo que el tiempo corre a una velocidad diferente y el espectador debe darle coherencia a lo que está viendo. Los diálogos sin mucha lógica pueden llevar a la confusión, no se sabe si son intercambios de palabras o pensamientos que van y vienen como la cantidad de cosas que se pueden imaginar en un recorrido en auto por periférico a medianoche viendo las líneas amarillas suceder unas tras otras. Pero así son los últimos filmes de Terrence Malick. Y así es la música de Burial que va dando tumbos continuamente.
El nuevo EP de William Emmanuel Bevan, nombre real del artista inglés, fue vendido por error durante el Black Friday en Toronto, se agotó en su versión física el día de lanzamiento y en caso de querer escucharlo solo queda adquirirlo digitalmente. "Young Death" más allá de marcar el regreso de este músico a los lanzamientos decembrinos, lo pone como uno de los artistas representantes de la hipermodernidad, la que despoja a los objetos de su función para priorizar la forma y que está vinculada con la era digital, las nuevas formas de comunicación, producción y de consumo. El mundo le ha puesto los ojos a este músico que debutó hace diez años con la disquera Hyperdub sin revelar su verdadera identidad y que mantuvo así hasta 2008. Su música es una cubetada de agua helada en tu rostro. Está anclada en el ambient, el dub, el bass y la experimentación electrónica. Sus temas pueden ser vistos como unidades compuestas por diferentes fragmentos, si estos se deconstruyen se aprecia el sentido de cada uno en textura y volumen, pero no pierden sentido. Las piezas podrían existir separadas como pequeños extractos de audios cinematográficos. Los modernistas miraban al futuro, y los posmodernistas rechazaban tajantemente el pasado para situarse en el presente, los hipermodernistas vinculan los tres tiempos en formas abstractas.
Burial no es el único, como él hay otros tantos –por ejemplo Prurient, Ben Frost, Pharmakon, Andy Stott, Kanding Ray, entre otros más– que se han encargado (difícil saber si por las circunstancias o por decisión) de generar una transformación en los sonidos, sin que ello implique necesariamente la desaparición de lo que ya existe. Hay que acercarse a este inglés para ver que no solo está haciendo música electrónica. Está uniendo el pasado a través de sampleos (recuperando tradición en pastiches) con la velocidad propia del futuro y el presente con su aura de éxtasis propio del rave. El nuevo material solo es el punto final. La consagración de su visión de autor, con una estética propia caracterizada por el lo-fi de una radio AM; los siseos; los zumbidos; el eco; los ruidos metálicos, explosivos; las voces distorsionadas; las ambientaciones de corte melancólico; la ruptura en el mismo track; los giros radicales; la vibra espesa y oscura, y las atmósferas como un eje de todas las emociones.
"Young Death" inicia afirmando "oye chico, siempre estaré ahí para ti", mientras que el ruido de las frecuencias de una radio ensucian la pista. Se asemejan a partículas de películas viejas corriendo en una sala de cine sobre unos pulsos electrónicos. Campo de ensueño con coros, bajos y tintineos que más adelante se vuelven un espeso ritmo, alimentado por respiraciones y atmósferas siniestras. Con un par de líneas Burial nos cuenta una historia: alguien ha muerto. La siguiente frase es "cariño, ahí estaré, te prometo que ahí estaré", pero esta vez, a diferencia de la primera ocasión en que es esperanzadora, se trata de un lamento ante lo irremediable: el viaje a otro sitio. La postura del track coloca al escucha en primera persona.
"Nightmarket", segundo y último track de este EP, abre las puertas con la frase “ven conmigo” hacia un entorno difuso, intervenido con sonidos espaciales, sirenas y ruidos irregulares. Más adelante hace la invitación de nuevo: "ven conmigo". La misma frase del principio. Una lluvia de synths irrumpen como sonidos apocalípticos. "Estoy aquí...", finaliza el tema. ¿Quién lo dice? ¿El que hacía la invitación o quien va entrando a este sitio? Lo más seguro es que se trate del segundo.
Burial ha relatado una historia abierta: ¿Cuál es el principio? ¿Quién desaparece? ¿Quiénes participan? ¿Quién le habla a quién? ¿A dónde llega? ¿Cuál es el final? ¿Por qué? Con pocas frases detona un guión que se mueve continuamente. Sí, ambas canciones se reinventan a sí mismas, porque queda negada la evolución de los tracks al tratarse de una autodestrucción continúa, entonces la letra es lo que permanece, lo que une los temas y no deja que se separen sus diferentes partes. Habría que preguntarnos si Bevan presenta canciones o algo más, un tipo de artefactos que las ubica en un entorno adecuado para apreciarse como ejemplo de una era que parece ya culminada como lo es la hipermodernidad. Algunos hablan ya de la ultracontempóraneidad, la transmodernidad o la digimodernidad, cuya característica es la hipertextualidad. Tratándose de canciones, estas tendrían que ser compuestas al mismo tiempo entre músico y público en una plataforma digital pero no como una técnica artística. Pregunta obligada, después de Burial qué sigue...
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Hefty Records / 2016
07/Dic/2016
Este dos de diciembre, Telefon Tel Aviv subió a plataformas digitales la reedición de Fahrenheit Fair Enough, su primer disco, el cual a sus quince otoños, no ha envejecido; suena bastante fresco.
El release cuenta con dos discos, el primero es la remasterización del mencionado Fahrenheit Fair Enough, y, el segundo son primeras grabaciones del dúo, las cuales fueron realizadas en el último año del siglo pasado, de las que destaca “Reak What”, primer track producido por Telefon Tel Aviv.
Fahrenheit Fair Enough no tuvo tanta aceptación por la crítica especializada en 2001; sin embargo, el tiempo lo ha dejado en el lugar preciso. Pues sin loar demasiado, el disco tiene íntimos sonidos que forman parte de la memoria sonora actual y sirven como referencia al sonido indie, sin olvidar que es pionero del IDM americano.
Charles Cooper(†) y Joshua Eustis empezaron en la producción sonora acompañados de Trent Renzor, en algunas producciones para A Perfect Circle, NIN y Eminem; lo cual en 2001 fue razón para recriminarles, al tratar de encasillar al dúo, ya que se esperaba algo más pesado para su primer producción, y esta tiene cualidades tenues, oscuras, reflexivas, de avanzada para lo que se producía en América, por lo que Fahrenheit dio la pauta al potencial de la música electrónica en América al generar una cierta esperanza.
Fahrenheit en sus inicios fue pensado como una especie de “hard club record”, pero terminó en ser una pieza delicada de electrónica, un disco que contiene sensibles movimientos de Rhodes, guitarras enredadas en una reverberación fuerte y una mezcla suave de R&B, cut up, y ritmos programados; los tracks son esculturas envolventes, que con el tiempo se van tallando así mismas para llegar a la perfección.
Los “early records” que contiene el segundo disco de este release son material de calidad suprema, droga de lujo para cualquier “junkie” de auriculares; ya que al escuchar aquellas disecciones de “glitch” en las percusiones y los geniales muestreos procesados, generan en directo una catarsis al crear reflexión sobre la evolución de los DAWS y el sonido de la electrónica como parte del aura generacional del sonido. La gradación de temperatura anglosajona justa y necesaria.
Un disco para gozar en la armonía de cualquier espacio vacío, un museo, o en el metro con tus auriculares. Simplemente la diégesis se hará presente. Es un disco que se disfruta mejor al terminar el día, o en búsqueda de inspiración, pues de inmediato lleva a la contemplación y calma, por medio de las ondas sonoras que emite, al plasmar entidades en el etéreo que se desvanecen.
Los ritmos que acompañan muestras y locuciones de espacio binaural van descubriendo cada una de las capas, melodías que causan un regreso melancólico a: la sincronía, fealdad, error electrónico, belleza, fenómenos acústicos de síntesis digital, muy parecidos a los que Retina generaba el mismo año en Italia, y han marcado el sonido de nuestros días.
A través de su vibra contemplativa, el track “Fahrenheit Fair Enough” hace que se ericen los folículos pilares, sumergidos en la inmensidad del rhodes y beat de hi hats, los cuales crean una confortable sensación, seguida por ese e-piano procesado. La obertura de "TTV", conjunto del malfuncionamiento algorítmico de percusión y un solo de flauta agrega una sentimental elegancia; la progresión de "Lotus above Water" logra un track lleno de desfases de onda, guitarras pulcras con efectos, los cuales destellan al estilo de texturas tal vez heredadas por Herbert, y un ritmo raw house producido por el bombo en plena atmósfera cargada de vapor, el cual se derrama en guitarras hipnóticas y progresión psicodélica cual Gilmour de los 80 en "John Thomas on the Inside Is Nothing but Foam". Quizás hay ahí un poco el estereotipo de guitarras post rock, las cuales dejan a la deriva para llegar a un bajo supremo y unos agudos de un gran piano, para alistar el letargo de "Life Is All about Taking Things in and Putting Things Out". Aquí es donde Telefon Tel Aviv muestra su grado de distinción, al llevar al clímax y entrelazar con "Your Face Reminds Me of When I Was Old", la cual comienza como una escultura de malfuncionamiento sonoro y muestreo de instrumentos reales, donde la tarola coagula los sentidos al formar un cristal y reventarlo con el piano en el gate de “What’s the Use of Feet If You Haven’t Got Legs?”, y finalmente tropezar en guitarras llenas de delay y cámara de eco en “Introductory Nomenclature” para dejar la travesía llena de nostalgia con un hyper jazzy beat en “Fahrenheit Far Away”.
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