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Domino Recording / 2016
Ahí está Michael Jackson, trae la chamarra roja que usaba cuando se transformaba en zombie en "Thriller", su entorno inmediato es negro contrastando con el color crema de la pared a la que está adherido. El rey del pop mira a dos personas que se encuentran sobre la orilla de una cama con sábanas doradas y al borde olánes blancos. Es una pareja que se abraza. Él sentado, ella de pie frente a él. Binky gira el rostro y nos lanza una mirada poderosa, parece que advierte: "voy a defender este amor", y coloca los brazos sobre el cuello de Tony mientras este la sostiene de la cintura, pone su rostro con los ojos cerrados sobre la mejilla de ella, tiene un cigarrillo en la punta de sus dedos. Binky trae unos shorts estampados de flores, un brassier negro y está descalza. Tony usa una camiseta blanca, un pantalón deportivo y unos calcetines negros con rombos azules y cafés. La fotografía se llama Binky & Tony Forever, es la portada del nuevo álbum de Blood Orange y fue capturada en 2009 por Deana Lawson.
"Siento que representa el amor juvenil sin decirlo abiertamente (...) necesitaba crear una imagen que fuera físicamente sobre el apoyo, la intimidad y los abrazos, entre jóvenes negros", narró la artista a The Fader. No recuerda por qué aparece Jackson, puede ser porque la imagen es de la época en que había muerto. Lo cierto es que la casualidad (lo arbitrario de las situaciones de cada día, de las cosas que se hacen sin pensar, sin un objetivo en mente) impone una señal que quien escuche el nuevo álbum de Devonté Hynes notará. La composición de la imagen (póster incluido) tiene una fuerza estética perceptible en cuanto se observa por primera vez, curioso que aparezca el creador de hits como "Beat it", "Thriller" y "Smooth Criminal" en una de las placas musicales más sobresalientes del año (sino es que la mejor): Freetown Sound.
Nombrado en honor del lugar de nacimiento del padre de Hynes (Sierra Leona) el álbum se compone de 17 temas producidos como un long mixtape. “Es mi versión de Paul’s Boutique” –la segunda entrega de Beastie Boys– había afirmado Dev sobre este lanzamiento que se adelantó tres días para coincidir con el día del orgullo gay y cuya temática profundiza sobre los conflictos raciales, políticos, sexuales y la llegada del cristianismo a África Occidental.
El multifacético, prolífico y talentoso Devonté en su papel más conocido presenta una composición brillante y prodigiosa que combina pop, funk, trip-hop y ritmos tropicales en ambientes nostálgicos, reflexivos y amorosos. Una compleja amalgama de sonidos que se esconden en una producción que va dando sorpresas en cada track, que lo mismo da prioridad a la guitarra, a los synths, a las percusiones, al bajo o a las voces. La música manda. El ritmo conduce, las letras conmueven; y el timbre de voz cautiva porque junto con Empress Of, participan Ava Raiin, Debbie Harry (Blondie), BEA1991, Nelly Furtado, Kelsey Lu, Carly Rae Jepsen, Zuri Marley, Ashlee Haze y Venus Extravaganza, a lo largo de los diferentes temas, en coros, en diálogos y en las voces principales.
Blood Orange podría ser el heredero del legado de Jackson, no porque reivindique el pop, sino porque su premisa es la de crear música maravillosa. En "Augustine" la batería entra a un ritmo constante, potente y contagioso, la guitarra da unos punteos al aire, casi visibles y el bajo mantiene el beat, pum-pum-pum-pum-pum-pum hasta el infinito. El cuerpo tiene que estar vibrando. Notas de piano que acompañan a su antojo. Pero la batería sigue siendo el eje. Y el coro: “See Augustine, Late have I love and choose to see, skin on his skin, a warmth that I can feel with him”. Y aún al final cuando la canción alcanza el clímax tras una pausa, en una especie de revelación mágica, la batería sigue el mismo paso, sigue marcando el ritmo, los coros llegan al éxtasis, pero la batería no se percata, tiene un solo objetivo y nada se lo va a impedir: desvanecerse.
En el trabajo de Blood Orange no hay hits ni clásicos inmediatos, por el contrario, es una obra compleja, ambiciosa, muy emocionante, a la que hay que adentrarse disfrutando de sus sonidos. No es necesario escuchar una y otra vez las canciones, no hay que entenderlas, sino contemplarlas y abrazarlas, como la pareja de la fotografía.