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4AD / 2019
En ocasiones, la música sirve de aliada para que la nostalgia, esa sensación que causan los recuerdos felices, se desencadene.
Desde el 2015, con No No No que no se tenía noticias de Zach Condon, que junto a sus músicos nos sigue llevando a diferentes escenarios con Gallipoli, su quinto disco. De manera simple, se ve a un león de metal posicionado sobre una flor marchita que lo atraviesa. La pata del animal está entre el límite de la nada y de una copa color azul claro, lo que hace referencia a lo dicho por su disquera en el comunicado de presentación del álbum. “[Gallipoli es] El lamentable espectáculo de la política en Estados Unidos, el imparable frenesí mediático en torno a él y los prohibitivos precios de los estudios y el alojamiento en Nueva York”. Si lo llevamos a simbolismos, el rey de la selva toma el lugar de presidente de la nación y la política, la copa es ese frenesí, y la rosa marchita los límites a lo cual se somete el estilo de vida estadounidense.
Más allá de relacionar las letras de Gallipoli con estos objetos, en esta ocasión la esencia sonora de la banda rememora sobre todo a su primer disco. Nos permite adentrarnos a un viaje con postales incluidas, transportándonos a carreteras y paisajes impensados.
En "When I Die", primera canción, la alegría y la calma brotan inmediatamente. Las trompetas, tambores y guitarra brindan un mensaje esperanzador. "Now, I feel right, What would death steal that could harm me?" (Ahora me siento bien, ¿Qué robaría la muerte para que pueda dañarme?). Se siente invencible. El ambiente es festivo ¿por qué no? Ahora tú eres el invitado, siéntete bienvenido.
La canción homónima del álbum, "Gallipoli", continúa con este jugar entre los tambores y trompetas. La nostalgia se siente de a pocos. ¿Qué quedará cuando te vayas? ("What will be left when you're gone?"), se cuestiona. Las trompetas emiten un riff que se resiste a ser olvidado. El humor del viajero empieza a cambiar. "Varieties of Exile" proporciona una melodía dulce, siendo el ukelele el instrumento principal de su composición. Nos refleja un paisaje que fue por un tiempo anhelado, pero ahora es preciso hacer cambios. La historia se asimila con la mudanza de Zach de Nuevo México a New York, así como con la propuesta de la portada del álbum ¿Cómo vivir decentemente y con un gobierno como el de Trump en Estados Unidos? Las trompetas vuelven, La percusión es marcada y directa.
Como invitado, estás llegando casi a la mitad del viaje. Nos detenemos en el paisaje que nos da Mainau, una isla que se encuentra en las costas alemanas, así como el nombre de este instrumental. "I Giardini" recuerda en momentos al álbum Painted Ruins de Grizzly Bear. El piano en su expresión más genuina se apropia de la canción. "Gauze für Zah", además de ser la composición más larga de la producción, toma como base el querido piano farfisa que Condon suele hablar en sus entrevistas. Él lo adquirió en una venta de objetos usados y poco a poco se encargó de repararlo. La canción alberga una extraña sensación de desazón y confusión. “Mi cerebro musical, la parte más subconsciente, siempre parece tener grandes emociones y sentimientos corriendo por todas partes”, admite Condon en una entrevista a un portal de música. Con ello, el viajero puede cerrar sus ojos y dejarse llevar. El eco espacial lo conduce y lo sigue envolviendo en nostalgia y pensamientos de todo tipo. La travesía sigue.
La batería sorprende y destaca por su buen ensamble en "Corfu" y los ritmos que se relacionan al chachachá. Un instrumental que permite contemplar aquello que nos rodea de manera misteriosa. En "Landslide" el piano farfisa sobresale aún más. La palabra paisaje va más allá del título. El autor brinda un mensaje de aliento, en el que asegura que pueden haber situaciones que nos pueden derrumbar, pero que nunca olvidemos de dónde venimos y hacia dónde vamos. Sí, la nostalgia vuelve, pero el viajero se siente preparado para afrontarla. No lo daña, solo se manifiesta más por las ideas que piensa al observar este paisaje.
Sintetizadores van y vienen, plasmándose en la “maldición familiar” ("Family Curse") que relata Zach en las letras de esta canción. No importa si eres consanguíneo o no con la persona que amas, todo es válido para él. Las trompetas señalan el camino hacia la luz en el atolón ("Light in the Atoll"), otro de los escenarios globales y canciones con los que nos sorprende Beirut. Si hablamos de modo geográfico, el atolón es un grupo de islas pequeñas que forman un arrecife. "We were airborne, I suppose / Something was moving the ice and the rest of the city" (Estábamos en el aire, supongo / Algo movía el hielo y el resto de la ciudad). La melodía recuerda a lo trabajado por Tv On The Radio en Nine Types of Light. La travesía se detiene para contemplar ese paisaje.
Estamos llegando al final de este viaje. "We Never Lived Here" es la oportunidad perfecta para combinar su voz entre trombones, trompetas y coros que no desean que la nostalgia sea olvidada. Una letra en la que Condon se desconoce pero se encuentra al mismo tiempo con su realidad, la de ser trotamundos a partir de la música. Y de descubrir escenarios de los cuales inspirarse.
"Fin" es un buen cierre, con el que guardamos las cosas en la maleta y nos llevamos recuerdos y experiencias de los lugares que visitamos, esperando volver en algún momento, pero ¿por qué no hacerlo?
Gallipoli es una propuesta experimental, atrevida y refrescante para el indie folk. Llena de poesía simple, Zach Condon adopta su lado más versátil al combinar instrumentos de viento, percusión y sintetizadores, con paisajes alrededor del mundo que lo encierran en una atmósfera de nostalgia contagiante a quien lo escucha. Se refleja, de manera leve, la realidad estadounidense. Esto solo se limita en la portada del álbum. Condensar y ordenar las ideas creativas permitiría a Beirut transitar la “carretera” correcta, pero, hay que admitirlo, tienen un buen “mapa”, llámese técnica musical e instrumentos, para llegar a destino.