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Bastille
Bad Blood
2013
Virgin
Por alguna extraña razón este año nos veremos rodeados por proyectos que destacan por un esmerado cuidado de las voces. Destacan principalmente Jamie Lidell, el genio jovencísimo de James Blake y el proyecto de un trío muy ambicioso llamado Brandt Brauer Frick, en el cuál la música de concierto deviene en electrónica. Por si fuera poco, Bonnie Prince Billy tiene nuevo disco, en Phosphorescent también destaca la forma de cantar y las Cocorosie han invitado al mismísimo Anthony Hegarty para que las acompañe en las voces.
Al momento parece que se trata de cantar de manera preciosista, de alta escuela… con mucha técnica. Bien puede existir el soul digital o un tecno un tanto oscuro, lo principal son las voces relumbrantes. Todo esto se potencia al momento de que se encuentran la electrónica más accesible y el pop más elástico. He allí la notoriedad de un grupo como el que encabeza Dan Smith y que no proviene de Francia, más bien, el hombre nació el mismo día de la famosa toma de tan nefasta prisión parisina.
El caso es que desde 2011 fueron esparciendo sencillos y ahora aparecen ya como un álbum entero, Bad Blood, que está teniendo una gran notoriedad. Su cantante tiene una imagen poderosa –nadie puede negarlo-, cuando bajan la velocidad pueden hacer una balada muy a lo Coldplay, pero además logran temas intensos que insertan elementos del pasado. “Pompeii” es un tema indiscutible en el que sobresalen unos coros que suenan muy ochentas –no puedo evitarme la cita a los Pet Shop Boys-. La música del presente es así: evidencia sus fuentes, es chispeante e inmediata.
No les pido ni espero la trascendencia del nuevo de David Bowie, ni una acometida como la de los galos de Phoenix. Uno podía esperar que esta especie de indiepop electrónico fuera cobijada por ese sello tan trendy que es Kitsuné, pero los franceses no los firmaron y están editados por una transnacional: Virgin. Un tabloide como el New Musical Express no podía estar más complacido por el estallido a nivel popular de una banda de esta naturaleza: tan comercial, tan simple y efectiva. El indie inglés lo necesitaba.
Mientras tanto, esperamos la llegada del calor y de música tan festivalera como la de Bastille. Pongámoslo en claro, pueden moverse en un espacio entre lo que hacen Hurts y los Two Door Cinema Club (reyes de la fiesta electro-popera). Si desean elegir otra canción que no tenga la menor pega, ahí está “Icarus”, con una base percusiva a plena potencia, al igual que en “Weight of Living Pt.II”.
Estos ingleses al menos tienen bien claro que aún pasan por novatos. Apuntan que a ellos sólo les queda aprender, tocar mucho y mejorar en la manera de componer. Nadie puede decirles que no se hayan pertrechado detrás de una producción impecable y que los hace lucir. Marc Crew (productor) es casi un quinto miembro y supo trabajar en un estudio casero (apenas tuvieron un día en Abbey Road). En su mejor punto son tan contagiosos como los Passion Pit, pero también pueden ser más cursis. Cuestión de las canciones.
No escasea pues el material para los charts –como el tema que le da nombre al disco-, aunque es mejor optar por ese homenaje al cine de David Lynch que es “Laura Palmer”, icónica figura de Twin Peaks.
Detrás de un aparente perfil de superficialidad y hedonismo hay un tipo que busca decir cosas y contar historias. Dan ha armado a un cuarteto formal que le permite filtrar sus narraciones y esto es lo que le da sentido a Bad Blood, sus piezas terminan por ser momentos de reflexión atrapados en el tiempo.