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Annapura
Annapura
Los Grixes / Marginal
2014
Hay sonidos que fueron concebidos con el claro propósito de sacudir entrañas, que nacieron bajo la idea de martillar cuerpos y desmembrarlos hasta que no quede nada; música que hace del desorden y el desastre su razón de vivir, su máximo objetivo, y que encuentra sus mayores virtudes en lo estridente de sus acordes, la velocidad de sus baterías y la energía con la que se gritan sus letras. Annapura sabe de eso y lo imprimió a la perfección en su homónimo álbum debut.
Originaria de la Ciudad de México, Annapura es una banda de hardcore/punk que ocupa un lugar dentro de esa escena underground sucia y podrida en el mejor de los términos, misma que en los últimos años ha escupido bandas con altos niveles de calidad (escúchese a grupos como Nazareno el Violento, Terror Cósmico o Akuma). Un trío de músicos que en tan solo ocho tracks encontraron la forma de hacerse notar y comenzar a labrar un camino propio.
Producido por el sello independiente Marginal y auspiciado por el incansable colectivo Los Grises, este LP bebe de los sonidos más sucios del crust y sludge para forjar un trabajo ordenadamente caótico que no duda en arrojar guitarrazos y tarolazos que vuelan por los aires amenazando con cercenarte la cabeza.
El sinuoso camino inicia con “Armas de Control”, cuyos primeros segundos permiten reconocer que la senda no estará exenta de sufrimiento. A él se suman “Manchar”, con su invitación a enfermar la vida y contagiar a los demás, la violenta y veloz "Cólera", y la escatológicamente bacteriana “Coliformes”, con la que se cierra un primer trazo inicial.
Pero no hay espacio para descansos, “Niño” continúa la línea trazada, repleta de raudos y vertiginosos riffs, y al mismo tiempo da pie a que lleguen “Bred”, “Opinión” y “Falló”, con los que la banda le grita a la cara al sistema y a sus oprimentes esquemas que derrumban cualquier intento de cambio.
El torbellino ha pasado, pero dejó una estela de escombros que aturden en la cabeza y provocan un agradable dolor de cuello; bastan sólo diez minutos para causar estragos. Ocho canciones que supieron encontrar en unos taladrantes bajo, batería y guitarra su mejor vía de crear una áspera y furiosa apología del caos.