9
Daptone Records / 2020
19/Feb/2020
Antibalas, para mí uno de los mejores nombres que una banda puede tener y más aún si todo su estilo proviene de África, de donde proviene la vida humana, hogar de Fela Kuti, máximo ídolo y motor de esta banda nacida en Filadelfia.
Formada en 1998, 22 años después, Antibalas nos comparte su séptimo álbum bajo el sello Daptone Records… Fu Chronicles, llegó tres años después de su última entrega, suena a mucho tiempo por esto de la inmediatez en la que vivimos, pero me parece el tiempo justo para realizar un álbum.
Realmente, está banda multicultural no necesita mayor presentación, así que vayamos directo al asunto que nos llevó a abrir esta reseña.
“Amenawon” tiene una cadencia infinita, este track le da un inicio suave y lento a Fu Chronicles, esta primera pista se toma su tiempo para estallar. Lo hace bien, sonidos de percusiones son los primeros en salir de las bocinas, poco después se saludan con teclados, para presentarse de inmediato con las voces.
Todos los instrumentos se reúnen como en un largo juego previo, que sobre la marcha libera estallidos luminosos que excitan nuestros ya seducidos oídos, pero es pasando el minuto seis cuando de verdad explota todo el universo de sonidos de todos sus instrumentos.
La canción dura 8:18 segundos y cada vibración proveniente de ella es un portal místico que despierta conciencias.
“El agua que beberás” o “el agua que debes beber no te sobrepasará” o, simplemente, “destino” esos son los significados que tiene “Amenawon”, una palabra que parece salir de Nigeria para implantarse en tu mente.
El inicio del disco es una ola bien musicalizada con flautas, congas, guitarras, trombones, trompetas, violines, congas, batería y demás percusiones africanas como el bien conocido shekere. Pero todo está tan finamente orquestado que no escuchamos un desorden de instrumentos, al contrario, su musicalidad es mágica y fácil de digerir.
Y así es como los primeros minutos del séptimo disco de Antibalas te cuenta la sensación que vendrá en cada una de las composiciones que integran su tracklist.
El afrobeat es un género muy letárgico, que instrumentalmente te envuelve en una capas y capas de monotonía musical, pero eso no quiere decir que todo va a sonar igual. A pesar de compartir mismas sensaciones, que sirven para darle un concepto al disco, la estructura de las canciones está pensada de distinta forma, al menos en este caso.
Canciones como “MTTT, Pt. 1 & 2” y “Koto” sirven como ejemplo perfecto de lo dicho en el párrafo anterior, todo empieza distinto, el desarrollo tiene diferentes siluetas musicales y el cierre también se plantea de manera distinta.
No me parece necesario hablar de cada detalle de las canciones, pero lo que sí creo que es prioridad, al menos en mi cabeza, es la curiosidad de saber cómo suenan todas estas nuevas canciones en vivo, esa es la urgencia que me nace después de escuchar cada segundo de Fu Chronicles.
8
Merge / Dead Oceans / 2020
Estoy casi seguro que soy yo quien une los puentes y las circunstancias. Soy yo quien les da un significado. Y si soy honesto prefiero que así sea y no que haya señales que me indiquen como irán mis días. Por eso no voy a que me lean las cartas, me da miedo que me digan algo que eventualmente suceda y comience a pensar que la vida ya está escrita. Que todo se trate de un plan absurdo ingeniado por alguien más. Cada que la banda de indie rock Destroyer publica un álbum, mi vida se torna emocionalmente caótica. Ambos sucesos están ocurriendo este 2020. Destroyer presenta su nuevo lanzamiento, Have We Met, el número 13 en sentido estricto si contamos el cassette que publicó en 1997. Y yo me desmorono por dentro. Vayamos por lo primero.
La banda canadiense había presentado en la última década tres álbumes, dos de los cuales son excepcionales, Kaputt y Ken; y con el nuevo, Have We Met, suma otro trabajo de altura. Caracterizado por el sonido glam que combina con su lujoso folk y rock, el compositor Dan Bejar ataca nuevamente con su estilo salvaje y espontáneo de escritura que consiste en ir anotando las ideas que se le van ocurriendo. Aquellas que no parecen interesantes y que involuntariamente se convierten en veneno mortal. “Puedes mirar el mundo, hasta que no sepas lo que hiciste”, canta en el primero de los diez temas, “Crimson Tide”. La culpa y el remordimiento en dos líneas. La canción es un portento de producción, con un bajo muy marcado que acompaña un sutil sintetizador. Bejar va hablando, a veces no canta, sino que escupe las ideas. Bejar habla, les decía, de algo parecido a una enfermedad que uno padece y que podría ser la vida. Una corriente eléctrica atraviesa el tema en su clímax. Sus canciones son como un monstruo marino al que le van saliendo cabezas a medida que se acerca a la superficie.
En “Kinda Dark” construye un tema apocalíptico, oscuro, exquisito en su segunda parte, guiado en principio por un constante tintineo en los synths y una batería de mood lento, después explota con unas guitarras caóticas, un riff que se vuelve un huracán y se desvanece en cuestión de segundos. Inmediatamente entra “It Just Doesn’t Happen”. Emerge un sonido extraño, se trata de punteo de guitarra envuelto en un synth muy presente, entra la voz en eco de Bejar y un bajo se queda en el fondo, sigue una pausa y después sólo queda la voz, dice el nombre de la canción, hay una ligera atmósfera, después algo parecido a un éxtasis. Todo explota. Batería, synth, bajo y guitarra, todo. Nada puede estar mal con esta canción. A veces vamos sobreviviendo de una frase, de una película, de un libro, y de este tema podemos sostenernos. En él podemos refugiarnos. El coro esconde un secreto de las aventuras de cada día. Es una línea en donde nuestra noción como individuos únicos se consolida. Esto no le pasa a cualquiera. “Te arrojas al patio de recreo, te deslizas en la pista, lanzas una mirada venenosa al sol, sabes que esto no le pasa a cualquiera”. La canción es una marea y nosotros nos arrojamos a ella.
“The Raven” y “Cue Synthesizer” son piezas menos “atractivas” en principio, pero van deshilvanando una curiosa composición. Se van volviendo más ambiciosas de forma natural. Parecen poemas musicalizados por algo que no podríamos reconocer como un tema pop, son difíciles por la forma en que Dan arma las canciones; primero narrada y eventualmente cantada, sin un coro constante. Uno va encontrando belleza en su longitud, en los clásicos riffs de la guitarra o en la envolvente parte electrónica. Ambas canciones con letras pesimistas, en la primera nos invita a ver el mundo para después decirnos que es mejor si no lo miramos. En la segunda arremete nuevamente en su fastidio. “La idea del mundo no es buena, el terreno no es bueno”.
A distancia del impecable Kaputt, Have We Met es menos eficaz, quizá falta claridad en lo dramático y en lo intenso. Quizá falta ritmo. Primero es movimiento y después cambia el estado de ánimo hacia lo introspectivo de forma inconsistente. El track homónimo no se une a “The Man In Black’s Blues”. “Have We Met” aparece como un abandono musical. “The Man In Black’s Blues” curiosamente es una joya en la parte final del álbum; un corte del mejor Destroyer, relajado, fresco, agradable. En el último tema, “foolsong”, Dan Bejar se deja caer, es muy dramático, aunque ya en este punto es difícil saber de qué se trató el álbum. El viaje es inconcluso. Les decía que mi temor es que este álbum sea una señal inequívoca del caos que vivo. O que vaticine algo peor. Por eso prefiero pensar que los eventos de mi vida coinciden con las letras espontáneas de Destroyer. Con las ocurrencias que por la propia naturaleza se transforman en líneas malditas. Bejar compuso algunas en su cocina. Prefiero creer que en el azar de la composición caen los hechos como una forma de accidentes y que soy yo quien les atribuye significado. Cada día es eso, ¿o no? Una serie de accidentes. Y Have We Met es definitivamente un accidente fortuito.
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
Avisos