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10
Rough Trade / Secretly Canadian / 2016
Christian
Mendoza
I
Un contexto
Vale la pena distanciarse de la histeria generalizada –de un prejuicio que ha sido disfrazado de rigor– para aproximarse a Hopelessness, primer disco de Anohni: el pop como un medio cooptado por la ramplonería y el consumismo. En pleno siglo XXI, ¿es necesario buscar a las autoridades para que supervisen la validez de cualquier manifestación cultural? A figuras como David Bowie no únicamente deben rendírsele tributos, también es necesario aprender sus lecciones: en el artificio, en el hit, en las producciones más ambiciosas puede haber un elemento desestabilizador que unifique lo asequible con lo complejo. Hopelessness es un disco pertinente para este momento histórico, una suerte de “fin de los tiempos” en el que colapsan las promesas. ¿Cuál es el panorama? Guerra de drones, control sobre los cuerpos, explotación ecológica. ¿Cuál es la particularidad? Anohni, desde su proyecto Antony and The Johnsons, ha operado como una compositora intelectual, pero esta ocasión enuncia ciertas ansiedades contemporáneas desde las estrategias del dance y de la cultura de masas –por ejemplo, la modelo Naomi Campbell protagoniza el video para el primer sencillo, “Drone Bomb Me”– . Su disco podría ser reproducido en una pista de baile, y tal vez ahí resida la fuerza de su estética musical y de su mensaje político.
II
La voz como elemento
A través de Hopelessness, el cambio entre Antony Hegarty y Anohni significó algo más que una transición entre géneros sexuales. Después de esta transformación, su voz adquirió espectros mucho más amplios. Pareciera que, en una suerte de ventriloquia, la voz de Anohni se desentendiera del cuerpo –la principal limitante de las personas transexuales– y se transformara en una materialidad que no depende de la figura de un autor. Como vocalista, Anohni desdibuja su protagonismo –lo mismo sucede en la portada del álbum, donde observamos un rostro cuya “humanidad” resulta ambigua– para buscar otros registros. Del sentimentalismo de “I Don’t Love You Anymore”, Anohni transita al balbuceo en “Obama” y adquiere cierta consistencia cyborg –muy a la Alejandro Ghersi– en “Violent Men”. La voz no se encuentra fragmentada, eso significaría que una sola unidad se encuentra dividida en varias partes. Hopelessness, más bien, se encuentra sostenido en varias voces.
III
La producción y la valoración
Cuando se aborda la producción, tendría que hacerse en términos de aporte y no de construcción de un personaje –¿alguien dijo Beyoncé?–. La producción resulta importante cuando, en vez de fabricar, orienta al compositor para que este pueda dirigirse a nuevos rumbos.
Oneohthrix Point Never y Hudson Mohawke trabajaron en conjunto con Anohni en la manufactura de Hopelessness, haciendo de la producción otra vía para leer esta placa. Aún cuando la artista ya ha trabajado con el sonido electrónico –basta mencionar sus emblemáticas colaboraciones con Hercules & Love Affair–, el trabajo de Daniel Lopatin y Ross Birchard agregan nuevas aristas a las exploraciones electrónicas de Anohni. Hopelessness está lleno de giros que alteran la linealidad de las canciones pop, como sucede en “Crisis” o “Hopelessness”, un tema cercano a la densidad ambiental de Harold Budd.
Anohni ha ofrecido una obra mayor. Tomando como soporte un límite aparente como el pop, Hopelessness es otra vuelta de tuerca para este género. Sin entrar en las hipérboles de la prensa estadounidense –“Hopelessness es el canto de una generación”–, podemos decir que, musicalmente hablando, este trabajo es una cresta en el pop al tiempo que una protesta descarnada.