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Jagjaguwar / 2019
La década está por terminar y resulta inevitable hacer un recorrido a través de todo aquello que nos dejó el panorama musical durante ese lapso. Con el protagonismo de algunos géneros, también fuimos testigos de varias tendencias que se consolidaron con el paso del tiempo. Entre ellas –quizá- una de las más importantes fue el ascenso de proyectos solistas por encima de los colectivos. Y justo cuando eso parecía ser otro argumento para acentuar la crisis del rock, aparecieron propuestas como las de Courtney Barnett y Angel Olsen para recordarnos que no se necesita estar en una banda para crear discos de alto nivel.
De esa generación, podríamos remarcar a Olsen por su sobriedad y la naturalidad expresada para evolucionar en términos sonoros. Cinco discos en 10 años no podían llegar a buen puerto sin esa capacidad para reinventarse. Por eso All Mirrors, el más reciente de esa serie, se convierte en el conglomerado de recursos que encontramos en sus cuatro antecesores hasta lograr el álbum con más ambición y potencia en todos sentidos dentro de su trayectoria.
Hay algo que no podemos perder de vista: incluso desde la intención de cambio, Angel Olsen mantiene el valor para abrir su alma, su espíritu y su corazón con tal de compartir exactamente lo que siente. Si Half Way Home era una pregunta constante sobre el paso definitivo a la adultez y My Woman fue su gran interpretación de lo que para ella significa ser mujer, All Mirrors es un desahogo sin filtros en el que replantea la identidad a partir de la ira, el desconsuelo y la falta de ilusión.
Cada verso es tan visceral como la anterior y la que sigue; pero sabe manejar esos impulsos para inmiscuirnos en su viaje de manera paulatina: "I've been watchin' all of my past repeatin', there's no endin', and when I stop pretendin', see you standin', a million moments landin'. On your smile, buried alive, I could have died to stay there, never have to leave there". Ella es una artista chapada a la antigua, de aquellos tiempos en los que no existía la prisa y las cosas solo sucedían en el momento indicado: Olsen decidió exiliarse en su estudio en Washington para componer desde el folk y demás elementos seminales para la música americana; sin embargo, cuando se encontró a Ben Babbitt, Jherek Bischoff y Josh Completos, la colisión fue tal que no tuvo de otra más que replantear su disco e instrumentar desde cero.
¿El resultado? Un desfiladero hacia la oscuridad entre elementos orquestales y líneas extensas de sintetizadores. Al final, Olsen logra equilibrar las fuerzas de lo emotivo y lo racional con el objetivo de no empantanar sus canciones como le sucedió en su disco previo.
All Mirrors es una invitación a no temerle al dolor ni a la devastación consecuente de eso. A pesar del cansancio explícito que expresa en toda la placa, nos hace conscientes –se hace consciente- de que no hay otro modo de crecer si no es por medio del sufrimiento. Sin tantos reflectores, Angel Olsen es la voz de una generación. Y para nuestra fortuna, no dudó en aceptar ese papel.