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El hombre perfecto para describir con ritmos pegajosos, melancólicos y bailables, las andanzas más entrañables de una "generación bastarda" (según palabras de Margaret Tatcher), sin romperse mucho la cabeza: ¿Thom Yorke?, no, hablamos de alguien a quien las décadas no le han borrado un ápice de sinceridad: Jarvis Cocker.
Porque su capacidad para abordar una multiplicidad de relatos rompe con cualquier esquema narratológico; anoche en el Palacio de los Deportes, Cocker comprobó que es el contador de historias contemporáneo más fiable del Reino Unido y que, sin haber recibido un vergonzoso título cuasi-nobiliario (llámese Sir), podría ser el gran biógrafo de la masa inglesa que la isla ha esperado desde que dejó de ser la dueña del mundo, allá por el siglo XIX.
Anoche, Pulp encontró en México, después de más de un año de anunciar su reencuentro, el sentido de una conjunción que tenía un frágil basamento de libras, o al menos, eso lo demuestran las dos horas y 47 minutos que Jarvis y compañía convulsionaron a uno de los peores recintos que haya parido esta ciudad.
Y el abanico se abrió; Jarvis Cocker contó cada una de las vergonzosas historias que detallan la decadente vida de una Inglaterra sobajada por el punk… Y no quería dejar de hablar, de mover cada una de sus cuerdas vocales para enfatizar en todas las aristas de esa putrefacción social que, gracias a una soberbia industria cultural, cruzaron el charco en forma del estereotipo más espléndido a seguir.
Cocker, quien ha estado consciente durante 35 años de este tedioso discurso, ejerció una demostración de válido egocentrismo donde sólo tuvieron cabida canciones de los discos de Pulp que él había amalgamado.
Al inicio, nuestro contador de historias se quiso comportar como si estuviera en cualquier parte del mundo, soltando un set list común y corriente, pero cada vez que entonaba los versos de la pieza inicial, "Do You Remember The First Time?", se daba cuenta que su historia de dos adolescentes drogadictos no estaba muy lejos de nuestras narices. Los tracks planeados del Different Class, su máxima creación, tomaron un matiz inédito, tanto, que no faltó una sola canción del mencionado e infaltable álbum. Pero en cuanto a calidad, se mostró trémulo cuando interpretó "Pencil Skirt" (como PJ Harvey, Beth Gibbons, Robert del Nadja y otros prodigios británicos que han pisado estas tierras), aunque en pocos minutos se asentó con una pieza que le recordó, gracias a las 20 mil almas presentes, la rave más truculenta de su época (Sorted For E’s & Wizz).
Seguro de lo que hablaba, quiso filosofar sobre el amor con "F.E.L.L.I.N.G. C.A.L.L.E.D. L.O.V.E" y construir un puente hacia sus perversiones con "I Spy". Anteriormente, había interpretado "Babies" y "Razzmatazz", con el mismo coraje con el editó el His ‘N’ Hers.
Evidentemente, desencadenaría el bloque más erótico que hayamos escuchado con "Underwear y This Is Hardcore", donde demostró que el pudor lo había dejado en el desierto californiano y, en la catarsis de esta coreada canción, ensayó algunas “largartijas” que todo el público supo interpretar, aunque no supieran descifrar su campirano acento inglés de Sheffield.
Pulp no se guardó nada, y cuando pensó que ya había abordado todo, Jarvis llamó a sus secuaces para un timeback que determinaría la siguiente historia; y la elegida fue una oda para su madre, "Little Girl (With Blue Eyes)".
En ese momento, Jarvis Cocker se quitó un gran estigma que ha cargado cinco lustros: no ser el líder del grupo desde su creación y no interpretar las bellísimas piezas que compuso cuando su voz era más grave de lo que la conocemos ahora.
Un gran avance para el ego de este contador de historias, quien seguramente pensará que, si se topa con otra audiencia de este calibre, tan entregada por el mainstream de la banda (es decir, "Common People" y "Disco 2000"), se atreva a entonar algún himno del Freaks o del Masters Of The Universe… sin duda, cuentas pendientes que, esperemos, entregue pronto.
Pero era una herida demasiado profunda como para seguir excavando, así que volvió al timón con los tracks que él piensa le han guardado un lugar para la posteridad, esos del This Is Hardcore: "Sylvia, Dishes", "Like A Friend" y "Help The Aged".
Y volver al aclamado Different Class, con dos melancólicos relatos del Soho ("Something Changed" y "Bar Italia"), y terminar con una mordaz crítica al lacerante periodo que vivió el proletariado de su país en los 80 ("Live Bed Show" y "Monday Morning").
Así se comportó Jarvis Cocker en cohesión con los compinches que lo vieron crecer y consolidarse (principalmente Steve Mackey, Nick Banks y la virtuosa Candida Doyle), en un concierto que, seguramente, le dejó muchas preguntas que sólo él puede responder y que, su respuesta y difusión, debe ser la próxima tarea para los editores de esta publicación.