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El jueves 10 de noviembre de 2016 será el día que todos recordaremos, pues fue la noche que cayó sin Leonard Cohen. El poeta, escritor, compositor y cantante, falleció a la edad de 82 años, dejando un enorme legado y llevándose el cariño de todos sus seguidores que fue acumulando por 50 años.
Se ha ido uno de los músicos más ilustres y sobresalientes, debido a su talento como letrista y su profunda voz. Tal y como dijo el primer ministro canadiense, Justin Trudeau: "No hay música de ningún otro artista que sonara o nos hiciera sentir como la de él”.
Si alguien merece el titulo de artista era Cohen, pues la definición no convencional del término es, una persona que obra para expresarse y transmitir sus emociones a los demás. Leonard no se limitaba a ser una persona que cantaba o escribía cuentos y poemas, él decidió compartir su visión del mundo relatando historias de amor y desprecio. Nunca buscó la fama, era un genio discreto, pero aún así fue admirado por muchos, hasta convertirse en una de las figuras más fascinantes de la cultura popular, siendo reconocido con diversos premios y dejando en claro su estilo revolucionario que rompía con todos los esquemas. Entre sus preseas más relevantes estuvieron un Grammy por álbum del año, otro por su carrera artística y su incursión en el salón de la fama, además ganó numerosos premios Juno y el Príncipe de Asturias de Las Letras en 2011.
La fama le llegó relativamente tarde, pues su primer disco salió a la luz a sus 33 años, una edad en la que muchos artistas se pierden por la decepción del éxito y aunque Cohen no fue la excepción, este se antepuso a sus miedos, al fracaso y aprendió a usar la frustración a su favor. Nunca se detuvo, incluso con la salud que cargaba estos últimos años, no dejó de escribir y cantar, pues su necesidad de decir algo era tan vital para él como respirar.
Hoy nos despedimos del hombre que nació de la mano de García Lorca y Arthur Rimbaud, que siempre estuvo perseguido por sus demonios, hasta que aprendió a vivir con ellos. Aquel que nuca buscó más de lo que necesitaba y que aún así, lo tuvo todo, por derecho. Adiós al poeta maldito, por casualidad, no por convicción.