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Hace más de una década Hugo Quezada ya era, sin saberlo, un artesano de la música. Al no poder encontrar alguien que le ayudara a concretar sus ideas acerca del sonido, el músico decidió llevar su visión hasta las últimas consecuencias. La primera parada: el disco de su entonces proyecto Robota, en el cual él se encargó de la realización y mezcla, logrando un sonido único que sorprendió a varios y se convirtió en un secreto a voces, que por inercia lo acercaron al mundo de la producción. Hoy es difícil entender el sonido de la Ciudad de México, y por qué no del país, sin su trabajo, un esfuerzo personal, que ha dejado huella en la escena independiente nacional a través del emblemático estudio, Progreso Nacional.
La gente que se acerca conmigo de entrada tiene un 50% entendido que va a entrar a una licuadora y ver qué pasa. Obviamente al tener el papel de productor puedes tener decisiones importantes, pero lo que a mí me gusta, es que viene la banda con una idea, yo tengo otra idea y de esas dos sale una tercera, que ni esas personas ni yo esperábamos”.
El estudio ubicado en la colonia San Rafael, es un pequeño bunker creativo que obtuvo su nombre a través de la iconografía mexicana utilizada para ubicar lugares en la CDMX y una referencia a la colonia dónde vivió parte de su vida, una zona industrial dónde era común que llegaran camiones a descargar mercancía. Progreso Nacional es un nombre que evoca una conexión con la ciudad y una lucha constante, en este caso con los músicos de la escena independiente, que luchan por mantener la escena a flote.
“Las bandas más interesantes con las que estoy trabajando ahorita, están muy jóvenes. Estas personas son completamente realistas, tiene sus chambas, hacen su música, son felices porque lo que dicen y crean un dialogo con la gente…las nuevas generaciones ya no tienen nada que ver con las anteriores. Bandas como Diles Que No Me Maten o Mengers, están en una búsqueda que no va a parar, y estoy seguro que esos discos si se van a quedar en el tiempo, y van a significar algo”.
Además de los mencionados; Mabe Fratti, El Shirota, Sei Still o Belafonte Sensacional son sólo algunos de los músicos que han encontrado en el estudio de la mano de Quezada un extraño espacio de libertad creatividad, dónde los limites no existen, el concepto de bien y mal se queda en la entrada, y el trabajo, aunque nunca deja de ser divertido, tiene una disciplina que se aprecia en el producto final.
Lo chido es que algo que es un poco intangible, incluso se empieza a ver una cosa esotérica como de ‘¿Puta cómo pasó esto?, estos dos tonos en teoría no se escuchaban bien’. Lo que pido es que yo pueda meterle algo al proyecto, no que mis ideas se hagan al 100, pero que mínimo se escuchen, como si fuera otro integrante más de la banda”.
Es a través de todos estos trabajos que Hugo se ha encontrado cada vez más cerca de encontrar la definición perfecta de lo que representa su sonido. Lo que al inicio era un ejercicio de experimentación y necedad (cómo él lo llama), con el paso del tiempo se ha ido perfeccionando más y más. Cada vez le es más fácil dudar menos sobre los cambios o arreglos que se tienen que hacer el momento de crear música, pero la parte más importante, entender que las limitaciones también son importantes:
“Yo si he dejado la parte técnica de lado, sé cómo resolver cosas y todo lo demás, pero lo más importante para mí es que suene interesante, si hay que darle una patada al teclado para que salga algo está bien, entonces va mucho de la mano todo este crecimiento, y simplemente entender que nada está bien o está mal, si suena interesante y si alguien conecta con eso pues que mejor”.
Una vez que la música sale a la luz, poco a poco va encontrando la audiencia que le da el empuje necesario para destacar. Aunque para el músico son tiempos difíciles, considera que es necesario que el público no olvide que es parte importante de la escena, pues es gracias a ellos que la música sigue saliendo.
A la gente se la ha olvidado eso si no hay público y si no hay bandas, no pasa. Porque si hay publico este quiere ver una banda, si por ende habrá un bar que le quiera dar un espacio, entonces inmediatamente este círculo se cierra y empieza a funcionar. Entonces si la gente va a pagar por una banda, la banda tiene que ser buena, al final la agrupación estará animada en seguir haciendo música, una vez que eso pasa tiene una escena sana”.
La industria independiente mexicana tiene la constante de contar con pocos recursos al momento de realizar su material, que es difícil pensar en el concepto de productor, cuando muchos de los trabajos de la escena actual terminan siendo auto producciones. Es por ello que Quezada sin presumir de su trabajo, se siente orgulloso de que la gente confié en su trabajo y que después de mucho insistir, pueda vivir de su pasión.
“Al decidir tomar las riendas sónicas de lo que yo quería y lo que pasaba por mí, me empecé a dar cuenta que a la gente le gustaba, y eso para mí era una cosa muy rara porque para mí era ‘esto suena mal hacia los oídos de afuera’, para mi tiene mucho sentido y tomo estas decisiones por esto y por esto, pero pensé que solo era un dialogo interno, nunca pensé que esto se podía convertir en la obra de alguien”.