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Lisa Gerrard: a soul fabric y su Dead Can Dance day

Lisa Gerrard: a soul fabric y su Dead Can Dance day

11/Dic/2012

Nunca me sentí nerviosa al saber que entrevistaría a The She-King. Esperando mi turno para hablarle, me ponía más nerviosa el hecho de no estarlo; después de todo, muchos matarían por estar en mi lugar.

Fui la última de los entrevistadores -aquel 29 de noviembre, día de su segundo concierto en México- así que supuse que Lisa Gerrard sería pragmática con sus respuestas para comenzar ya su ritual pre-show. No fue así.

Entré a un camerino mínimo, con una luz ámbar que enseguida relacioné con el color de su cabello. Sin maquillaje y descalza, Lisa me recibió con…amor. Aunque suene cheesy o increíble.

Ella jugueteaba con la manzana de un frutero sobre su mesita de centro, pero me miraba a los ojos mientras me explicaba, como una maestra a su alumno que, de haber sentido que se repetían a sí mismos, el nuevo álbum de Dead Can Dance, Anastasis, no se habría concretado. ¿Cómo fue trabajar de nuevo con Brendan, tras tanto tiempo entonces? “Fue completamente nuestra química. Si trabajas con otro ser humano, todas las energías de tu soul fabric se unen y es así como reinventas el ser del trabajo en curso”. Reinvención, “renacimiento” (rebirth) es justo lo que Anastasis significa en griego antiguo, y lo que representa para ellos hoy.

Hay un puente de dieciséis años entre su nuevo material y Spiritchaser, pero Lisa no siente que aquel retome el vuelo sólo desde éste: “Creo que Anastasis arranca no sólo desde Spiritchaser sino desde todos los anteriores. Hay un hilo conductor, un brinco encantado entre nuestros trabajos. Lo ves cuando escuchas todos los álbumes. Lo he hecho yo misma en un solo día; no muy a menudo, pero he tenido mi Dead Can Dance day, cuando tengo un viaje muy largo en mi auto, sentada quizá hasta por catorce horas y muy fácilmente me emociono recordando ‘¡Oh! aquí hice esto y aquello’. Entonces escucho todo como el público pudo haberlo escuchado y es así como se reconoce el hilo, de aquí y de allá. Se trata de una foto amplia, nunca de una realidad monocultural”.

Tras sólo dos minutos, Lisa me hace sentir en casa. Así, me atrevo a preguntar cuáles fueron las condiciones bajo las cuales Brendan y ella trabajaron juntos otra vez, consciente de que la gira de 2005 no terminó bien en el plano personal: “Nunca nos imponemos condiciones o guías. Por ejemplo, no me dejo caer en la trampa de responder demasiado rápido a un comentario; espero a que Brendan termine de decir lo que tiene que decir. Los dos tenemos guías y condiciones; son secretas, pero permiten que haya el silencio necesario para que el alma creativa se haga presente”.

Ese silencio se ha combinado, a través de los años, con el especial lenguaje de Gerrard, lo que algunos han llamado glosolalia, como en la Biblia, pero que ella no reconoce como tal: “Glosolalia es oración, y yo la hago, pero el espíritu de lo mío es diferente: es canto, que viene del espíritu musical, de tu soul fabric. Es como cualquier forma de arte: una respuesta directa a la resonancia y la realidad en un sentido abstracto. Cuando entras a una galería y ves un montón de pinturas, hay algo que se comunica con una parte de tu cuerpo que no es el cerebro: se comunica con tu psique”.

Comento que sé de su experiencia con una pintura de Miró, recién cuando perdió a su hermano: “Quizá si la hubiese visto en un estado menos sensible no habría sentido esa conexión; fue así por el dolor. Nuestra materialidad nos vuelve más y más insensibles: creamos una protección. Pero cuando alguien guía tu experiencia con el dolor, esa protección se va, y te percatas de que tienes un cuerpo más grande que el universo, porque sabes que tu dolor es tan grande como él mismo. Por eso el arte es tan importante para los seres humanos: es una forma de escuchar, sentir y expresarnos en un modo etéreo, mantenernos frescos y saludables. El público llora porque permite al caparazón sentir y, cuando se rinde, todo brota. Es importante que dejemos salir todo eso que llevamos dentro”.

Tocan a la puerta y me advierten: “un minuto”. Damn!, podría hablar con ella toda la vida. Me responde dulce y sin prisa que, en cuanto a filósofos, le gustan los prácticos, como Sócrates. Y que le encanta Lady Gaga: “Creo que está completamente loca, pero totalmente consciente de lo que quiere crear. Veo a muchos artistas que seguro terminarán en terapia, pero ella es muy honesta consigo misma, con lo que hace, con su cuerpo; de hecho envía mensajes muy positivos a las mujeres con respecto a la talla, por ejemplo. Hay algo en ella que considero sincero”.

Sobre su mayor miedo, toma un respiro silencioso de 30 segundos: “Sinceramente sería… No poder mantener la conexión con los otros. Lo veo con los mayores, sentados en un cuarto y con tanto que dar, pero a quienes nadie escucha porque son viejos. No quiero ser sólo un observador. Esta mañana le comenté a mi hija que mi mayor trabajo ahora es tratar de reinventar una vida que solía vivir, y que por eso tengo que ser muy cuidadosa… Mi mayor miedo es terminar sintiéndome como un vegetal”.

Un girasol, dispuesto a pervivir -como los de la portada de Anastasis- siempre. Un vegetal, nunca.