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“DIY hasta que muera, pero al mismo tiempo me está matando”. Esa es una de las frases con las que Ana Rab, mejor conocida en el mundo musical como Gnučči, describe su sentir acerca de su experiencia en la filosofía hazlo tú mismo. Para alguien que ha estado trabajando por años y cuyo primer disco –el alucinante You Good I’m Good Let’s Be Great– se ha encontrado rondando en las mejores pistas de baile del mundo por más de un año, parece ser una declaración rígida. Sin embargo, al hablar con ella se puede comprobar que es todo lo contrario. Su labor, la de ofrecer una perspectiva libre de limitaciones a través de rimas enmarcadas en potentes melodías para bailar, ha sido un esfuerzo que se encuentra arrojando sus mejores resultados. El trabajo detrás, claro, no ha sido cosa sencilla.
Paralelamente a su carrera musical, Ana también es alguien dedicada a compartir este proceso en charlas y conferencias. “Si practicas el DIY siempre va a haber retos, aceptas el hecho de que lo estás haciendo en contracultura y siempre contra la corriente”, dice. “Así que tienes que adaptar tu creatividad a estos retos. Es la solución a los problemas”. Son consejos funcionales que vienen de alguien que conoce el proceso desde dentro y que no titubea al momento de brindar entusiasmo a los demás. “Necesitamos más personas sin privilegios, ni backgrounds artísticos porque ellas son las que tienen soluciones creativas y son las más necesarias”.
Antes de crear Gnučči, Ana aprendió a conocerse a sí misma, sus limitaciones y sus alcances. “Cuando era niña mi mejor amiga era la televisión y luego me di cuenta de lo importante que era entender lo que es el venir de una cultura y vivir en otra. No soy suficientemente yugoslava de donde vengo, ni tampoco soy suficientemente sueca en donde estoy, por lo tanto voy a ser todo. Estoy perdida en la libertad”. Esa misma libertad es la que convierte sus canciones en efectivas muestras de la personalidad de alguien quien ha formado parte de las minorías desde siempre. “Mi posición en la sociedad gira alrededor de tres partes de mi identidad que son al mismo tiempo un reto y algo que celebro: ser mujer, ser inmigrante y ser de una clase trabajadora. Me conozco a mí misma, pero al mismo tiempo estoy explorando lo que quiero ser”.
Y si uno escucha su música con atención todo eso tiene sentido. Ya sea en los versos de canciones como “Fuck What They Want, We Are What They Need” y “Echo” o en los ritmos que se pueden encontrar en otras como “Ultimate Syndrome”, “Sinner Needs” y “Goodah II”, la exploración es una constante: en la manera de cantar, en el desfile de producciones y hasta en la forma de bailar.
Es una mezcla de emociones que son liberadas en forma física y al mismo tiempo un recordatorio de la globalidad cultural. “Estoy flotando entre energías y actitudes a las que me siento conectada gracias a mi curiosidad y entusiasmo por cantar y bailar”. Se trata de alguien quien no solamente utiliza su voz y la tecnología a su alcance para arrojar sus ideas, sino que se ayuda con la experiencia presencial para crear un vínculo natural. “Me gusta pensar que hago música física. Creo que por el hecho de tener un cuerpo siempre estás pensando en cómo te ves, recibes un bombardeo de imágenes gracias a la publicidad y te la pasas comparándote con ellas. Lo que me gusta de la música y el baile es que te enfocas en el sentimiento: de qué es capaz tu cuerpo, qué pueden hacer tus brazos, qué pueden hacer tus piernas. Y es importante para mí darle un soundtrack a esas sensaciones”.
Esa forma de pensar es similar a la de personajes clave en la escena electrónica nacional como las fiestas de Ensamble o Traición, mismas con las que Gnučči ha colaborado y de las que ha aprendido también. “Ese tipo de fiestas me gustan porque son más de compartir experiencias en una plataforma abierta y eso me permite crecer como artista. Me da la oportunidad de ser una invitada abrazada por creativos. No me gusta ser solo un producto de importación, me gusta el intercambio", menciona. “Me gusta porque hago lo que sé hacer en música, pero paralelamente tengo conversaciones y puedo conocer la escena local. Me encanta decir que trabajé en México porque alguien a quien admiro me invitó”.
Y las invitaciones no paran. Gnučči regresa a México para presentarse en el Festival Marvin este 19 de mayo. ¿Qué se puede esperar de su actuación? “Yo garantizo algo bueno porque amo tocar en vivo. Pueden esperar una invitación a sentirse bien ya que siempre hago algo para tener respuesta del público. Mis conciertos son ‘You Good I’m Good Let’s Be Great’: yo voy a ser buena y si vienen con una mente abierta para ser buenos, entonces va a ser genial. El público entiende lo importante que es su ánimo, su energía y su presencia para mi música y para nuestra experiencia en conjunto”.
Sus conciertos son todo un desfile de emociones que parten de un discurso multicultural y libertario que parece encajar perfecto con lo que alguna vez el poeta Linton Kwesi dijo sobre la música jamaiquina “la música de la gente es, en esencia, música experimental, es la expresión espiritual de la experiencia a través de la historia”. Esta comparación no es en vano, pues Gnučči se siente apegada a la música caribeña desde siempre. “En mi opinión el dancehall es el género más grande que existe. Gracias a él he descubierto el potencial de mi cuerpo. Amo su energía y es muy bueno estar en la pista de baile y escuchar voces alentadoras, como si dijeran ‘baila, baila, baila, baila’. Me siento muy atraído a eso”.
Todo lo anterior es un esfuerzo por definir la música de Gnučči, algo que ha sido descrita por ella misma como pussy rap y que claramente va más allá de ser un ícono feminista contemporáneo. El goce de la libertad no es cualquier cosa en tiempos como estos y escuchar su música es un buen punto de partida para apreciar el hecho. Las posibilidades de consumo y creación son infinitas cuando se abraza.