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Considerada como una de las bandas más influyentes del panorama musical contemporáneo, The War On Drugs ha sabido ganarse un lugar entre los filamentos más sensibles de todo melómano con el que hayan cruzado caminos. Ya sea quince años atrás sobre la localidad de los venues diseminados por su natal Philadelphia o sumergido en el oleaje de arenas internacionales de su último world tour, la franqueza de Adam Granduciel y compañía parece desafiar, condensar y resignificar, álbum tras álbum, todo cuanto el sonido puede transmitir.
Tras el anuncio de su próximo show en la capital mexicana nos dimos a la tarea de conversar con el frontman sobre el estado anímico de la agrupación, partiendo de la filosofía inferida en “I Don’t Live Here Anymore”, track que da nombre al último LP de los norteamericanos.
Puedes pensar que, desde el momento en el que naces, comienzas a morir lentamente”, abría Granduciel. Regresando con una bofetada de lírica dulce al más puro estilo de Dylan, héroe personal del músico. "También puede que sea lo que necesites escuchar para despertar y salirte de la cama cada mañana ¿sabes? El punto de la vida es abrazar tanto como sea posible entre estos dos momentos, el inicio y el final”.
Aquello abarcado por el sexteto parece haber sido lo suficientemente cautivador como para mantenerlos activos durante la última década y media. Impulso que parece atravesar la agalla artística para cobijarse en la sensación de calidez humana.
Justo ahora lo que me hace querer seguir es el hambre, hambre de música y todo lo que viene con ella. Cosas como la amistad, el crear una comunidad de la que puedas rodearte, la sensación de haber creado algo, de mejorar constantemente. Al final del día creo que se trata de expandir los horizontes de tu mundo interno hacia la gente que amas.”
La respuesta sigue la línea de madurez alcanzada por The War On Drugs desde su debut con Barrel of Batteries (2008), época en la que la brújula anímica apuntaba hacia otras latitudes.
En ese entonces la música me era una pasión incendiaria. Sin ninguna clase de meta o ambición que le permeara más allá de la crudeza emocional al componer. Era feliz por tener esencialmente nada. La música y el proceso detrás me eran suficientes”, compartía Granduciel.
Después de la publicación de Wagonwheel Blues (2008) y ‘Slave Ambient’ (2011) la banda se introducía a un nivel de masificación completamente nuevo con el lanzamiento de Lost in the Dream (2014). The War On Drugs había dejado de ser una de las promesas de la costa Este para consolidarse entre la musicalidad internacional.
Eventualmente se convirtió más en una 'carrera', dicho entre comillas, que me permitió recorrer el país; ver el mundo; viajar con mis amigos; enfrentarme a decisiones más grandes comparadas a cuando solo tocábamos en Philly”.
Los años posteriores significaron una expansión artística hacia todas direcciones, llegando a un punto incandescente para la banda con la coronación de A Deeper Understanding como mejor álbum rock en los premios Grammy 2018. Los laureles no dejaron de caer sobre los integrantes quienes aprovecharon el momentum ganado para volver a trabajar, entrar a estudio y regalarnos I Don’t Live Here Anymore (2021), material que terminaba de consagrarles entre la sónica alternativa.
Ahora que somos una banda bastante grande me recuerdo constantemente cuál es el punto de todo esto. ¿De qué se ha tratado el viaje? ¿Qué lo hace tan emocionante? ¿Por qué el mundo quiere escucharlo?”, balanceaba el vocalista.
La recapitulación nos catapulta inevitablemente al polo opuesto, el ¿qué pasará mañana? y, quizá más importante, ¿cómo repercute en mi presente? Cuestiones que parecen haberse fundido al genio de Granduciel a lo largo de estos años.
Me conmueve pensar en el siguiente paso, hacer música nueva, saber a qué sonará el siguiente álbum, adivinar las situaciones sobre las que escribiré. Creo que es un sentimiento común a los artistas de cualquier era; la emoción de no saber qué pasará después”.
El tono con el que el músico trata la incertidumbre nos permite alejarle de esta consideración tan peligrosa y angustiante como usual. El futuro, de entre toda posibilidad, también puede iluminarse. Solo si aceptamos nuestra ligereza y abrazamos lo que la marea cotidiana nos regrese, claro.
De cierta manera sale de mi control. Puedo guiar el barco hasta cierto punto, pero cuando empiezo a componer no decido activamente, termino encontrándome con los sonidos y algo nace”, puntualizaba el guitarrista.
Esta perspectiva poco aprehensiva parece la única opción frente al mundo fugaz e hiperestimulante que se nos planta, mundo al que pertenece la voraz industria musical. Sin embargo, la intención artística parece arreglárselas para materializarse de una forma, avivada por el espíritu de músicos como Adam Granduciel.
Me siento afortunado más que abrumado. Creo que hemos sido capaces de curar una fanbase a la vieja escuela, con base en lanzamientos y conciertos. Soy consciente de que hoy en día existen las redes sociales y demás, pero intento no darle demasiadas vueltas. Al final lo que prevalece es la buena música”.
Nuestra plática con el músico cerraba con una más que emocionante perspectiva del futuro de la banda. Reafirmando que, tras todo este tiempo, conciertos, grabaciones, viajes, ideas, poesía y arte empujado a más, la música de The War On Drugs no tiene intención alguna de empezar a diluirse.
Me gustaría hacer un nuevo LP, pero distinto a los dos anteriores. Lograr un sonido más casero, directo, honesto. Hacer algo simple en el mejor de los sentidos. Darle a nuestros fans un nuevo disco favorito”.