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Los días en una gran urbe son ajetreados, llenos de ruido y caos a los que, o terminas acostumbrándote o acabas odiando. Ese es el contexto en el que Sorry, originarios de Londres, ha forjado su sonido y dentro del cuál se gesta una propuesta llena de experimentación y atmósferas musicales que nos dan un respiro dentro de el desborde del género urbano que inunda la radio y los anuncios en todas las plataformas. “No puedo decir que Londres en sí haya tenido algo que ver en nuestro sonido, pero creo que el hecho de vivir en una ciudad tan grande como lo es esta nos encamina a hacer las cosas de la manera en la que las hacemos… no puedo asegurarlo, pero pienso que sería lo mismo viviendo en Nueva York o en la Ciudad de México”. Sorry no es la banda de rock que esperas: es mucho más que eso. Riffs de guitarra complejos (que suenan sencillos), una voz melódica y tersa, letras contundentes y un sonido que se siente más como neblina aletargando tus sentidos que una canción sonando en tus audífonos.
“La música indie siempre ha sido una cosa divertida de hacer, ¿sabes? Pero al mismo tiempo es algo difícil y que te reta a ser mejor con cada acorde que tocas. Al final es lo que es, pero eso no nos preocupa, sino todo lo contrario”, comenta Louis O’Bryen como respuesta al primer párrafo. Él y Asha Lorenz han sido amigos desde que eran niños y esa amistad, que tuvo como fruto una banda con un potencial enorme, ha sido el motor musical que los ha llevado a el lugar que tienen hoy día en el mundo de las bandas de ¿rock? “La música es algo extraño para mí, no sé. No lo veo como una carrera o algo parecido a una profesión, es algo catártico para mí, es más como un sentimiento: algo muy profundo y emocional que me hace sentir vivo. Además el poder compartir esto, que era, y es, un sueño, con alguien en quién confías y a quién aprecias tanto es mágico”.
Nuestra conversación por teléfono nace del lanzamiento de su primer disco: 925, de lo cuál Louis menciona. “Significa mucho para nosotros, tardamos entre 4 o 5 años en construirlo, estamos muy emocionados. Supongo que pasamos tanto tiempo asegurándonos que el sonido fuera tal cuál lo imaginamos y que funcionara perfectamente en conjunto que no pudimos tenerlo antes”.
Para un cuarteto de jóvenes que han trabajado duro para que su música llegue a los oídos de gente que aprecia su música esta vida de emociones y excesos puede ser extraña y O’Bryen tiene una perspectiva particular de ello. “Puede ser agotador, ¿sabes? Quiero decir, es magnífica y muy divertida, pero llega a ser cansado por momentos. Es un ritmo de vida intenso: noches largas, fiestas, viajes, ese tipo de cosas”. Pero con todo esto aún quieren más y México está dentro de sus planes. “Nos encanta México y nos fascinaría tener un show o dos con ustedes, así que estén atentos. Vamos viajar por todo el mundo mientras haya mundo en el cuál viajar”.
Tras la última pregunta, Louis reflexiona un poco y responde con palpable sinceridad. “No queremos fama ni dinero. Eso se va tal como viene. No hacemos esto por una razón específica, lo hacemos porque lo amamos. Tuvimos suerte de encontrarnos con un sello que nos permitiera hacer las cosas como nos gustan y solo queremos hacer la música que queremos hacer”.
Con esta charla, el londinense logró hacer que el sonido de su banda tuviera un peso diferente en mi superficial apreciación. La música que se hace con el corazón y que se crea sin pretensiones es algo que mueve almas, por algo será que son uno de los proyectos de música de guitarras, bajo y batería que más vigentes se mantienen y que, aunque no llegan a las masas, mantienen un grupo de escuchas que irían a verlos al tugurio más decadente si la voz de Asha y los instrumentos del mismo Louis, Lincoln y Campbell estuviesen sonando ahí.