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Nelson –el hombre detrás del proyecto N. Hardem- es, probablemente, uno de los raperos más inteligentes y sensibles que existen en América Latina. Muy articulado en su manera de expresarse y sumamente consciente de lo que pasa en su entorno, hablar con él va más allá de la experiencia de platicar con alguien que necesita repetirse que "es de calle" para validar la fuerza de sus palabras. Como artista, cada vez le teme menos a los cambios de la industria; sin embargo, se confiesa preocupado por todo lo que sucede en el mundo y le apura aún más que muchos de esos problemas ya se salieron de los alcances que tenemos como personas cotidianas, lejanas del poder.
A pesar de que ya carga casi 10 años de trayectoria en su espalda, la manera de llevar su carrera –siempre en comunidad y en discos colaborativos- causó que su primer álbum debut en solitario viera la luz hasta marzo de 2021: un disco atípico para la época en la que fue creado, sin histrionismo rítmico ni artificialidad, Verdor está cimentado en la herencia musical de Sly And The Family Stone, Fania All-Stars y para nombres recientes, BadBadNotGood. El mismo Nelson dice:
"Los 70 fueron la última década que le perteneció a la humanidad; y mi intención para este disco era replicar la energía estética y espiritual de esos 10 años. Ninguna alusión es gratuita, cada nombre está ahí por algo. Hay inspiración de la música gringa, de los ritmos afrolatinos, del jazz… Incluso el cine de esa parte de la historia fue fundamental para la construcción de Verdor como concepto".
Cuando se le cuestiona en cuál disco de los 70 le hubiese gustado participar, sus ojos reflejan un ejercicio de memoria y dificultad para elegir solo uno… Hasta que, un par de minutos después:
Innervisions de Stevie Wonder".
Su ahora característico jersey de los Brooklyn Nets con el número 11 no se siente como una elección aleatoria. Kyrie Irving, el jugador de la NBA al que pertenece dicho uniforme tiene más en común con Nelson de lo que parece: ninguno de los dos teme cuestionarse su figura creativa y el desarrollo que tienen como persona; del mismo modo, ambos han replanteado la actividad de improvisar, ya sea en la duela o en el estudio de grabación:
"Verdor sonó justo como lo imaginé en un principio, la diferencia fue el proceso bajo el cual nació. Nada habría sonado igual de no ser por la pandemia y las medidas a las que tuvimos que someternos. Una de mis principales recursos para construir el discurso del álbum fue Free Play: Improvisación En La Vida Y El Arte de Stephen Nachmanovitch, un clásico instantáneo de la academia contemporánea que pretende introducirse a la esencia de la creación intencional, donde cada actividad tiene una repercusión y que, a partir de esto, obtienen un significado mutable".
Para Nelson, Verdor ha significado una reconciliación con algo –o alguien- que todavía no descifra qué es; pero como la vida no es un trayecto lineal, en el camino para promocionar su placa ha ido aceptando nuevas inquietudes y apuros que superan a la industria musical.
"La sociedad y el mundo atraviesan una reconfiguración de todo lo que le rodea y la forma en la que nos relacionamos. Ahora somos testigos de cómo las sequías nos alcanzan y cómo los conflictos bélicos obtienen otra dimensión. Me preocupa la distribución del dinero, mi relación con nuestros semejantes… La necesidad de transgredir el significado que tenemos de libertad. Verdor llegó luego de un periodo muy intenso, y sé que a partir de aquí todo lo que haga será así; sin embargo, creo que aún con todos esos nuevos miedos, encontré más respuestas que dudas inconclusas".
Es colombiano, y mientras está de visita en México, su país atraviesa una crisis económica, social y política que ha dejado muertos y desaparecidos. La escena local -su escena-, lo asumió como una provocación para metabolizar las diferentes aristas de la situación con tal de regurgitarlas en música que ofrezca desahogo y alivio para la gente, y sobre todo, la juventud que tiene que lidiar con eso día tras día.
No es como que los artistas colombianos hayamos aparecido de la nada para hacer frente al fuego. Somos una generación que lleva mucho tiempo ahí y que ha decidido ofrecer su arte como ruta alternativa para sobrellevar lo que está pasando".
El encierro y la imposibilidad de hacer conciertos con presencia física del público no sólo representan un déficit casi mortal para todas las partes involucradas en la organización de un show, también han orillado a los artistas a que vuelvan a apreciar todo lo que implica subirse al escenario. Año y medio después desde el paciente cero de Covid-19, el show bussiness empieza a ver la luz conforme los países desarrollan la inmunidad de rebaño.
El retorno del hip hop a las presentaciones en vivo ha tenidos su dosis de reconexión con el underground: shows en locaciones secretas, en condiciones no tan glamourosas y hasta por encima de la ley inyectan de vitalidad a un género que en los meses previos a la pandemia mostraba indicios de estancarse en varias de sus facetas.
El proyecto de N. Hardem, que ya ofreció algunos recitales en Colombia y que está de visita en nuestro país precisamente para eso, define la sensación en una sola palabra: hermoso.
"Dar un concierto siempre ha sido divertido pero ahora cobra otro significado. Lo veo como una catarsis similar al del nacimiento de una vida, ¿sabes? Todos los artistas gestamos e incubamos nuestras ideas y por fin llegó el momento de ofrecerlas al público, que también está eufórico por ser parte de esto otra vez".
Respecto a su estancia en la Ciudad de México, Nelson escucha que las calles rugen y todo se mide en estándares monumentales.
"Se siente la historia, se siente la circulación cultural y se siente la energía de una ciudad que abruma pero también emociona. Me sentí en casa desde el primer momento".
Hardem no está ni cerca de irse.