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En pleno 2017, hablar de NAAFI en la Ciudad de México parece casi imposible. No porque no cuenten con las virtudes necesarias para sostener todo aquello que han hecho desde hace siete años que se gestó la organización, sino porque las palabras parecen ya haber sido usadas una y otra vez. Tal vez en algún texto editorial o tal vez en alguna entrevista de radio, tal vez en un programa de televisión o tal vez en un periódico o tal vez, incluso, en alguna mampara dentro de algún museo. A estas alturas de la vida no se puede presentar a NAAFI como una extrañeza porque ya están muy lejos de ahí. Más que un fenómeno sui generis, es una familiaridad que hay que terminar de comprender.
Eso parece ser parte del plan maestro a futuro. O por lo menos es lo que imagino cuando leo que “infectar el mainstream” es el siguiente paso para revolucionar el comportamiento de NAAFI. Alberto "Mexican Jihad" Bustamante lo aseguró en una entrevista para esta revista. "Con calidad, constancia y promiscuidad" ha sido que la organización ha triunfado dentro y fuera de este país. La suma de esas tres cosas, aunado a una fiel audiencia que crece conforme avanza el tiempo, ha logrado que NAAFI sea una referencia obligada para la vida nocturna de manera local y para la música electrónica a nivel general.
Puede parecer una exageración, pero los hechos están ahí: han colaborado con gente de todo el mundo, desde Fade to Mind hasta Príncipe Discos, desde Salviatek hasta HiedraH y, además, los han puesto a interactuar con un público nacional que permanece cada vez más sensible y consciente a la agenda social contemporánea y sus irregularidades. Suena profundo y de algún modo reaccionario, pero en realidad Bustamante lo mira desde un punto de vista mucho más humano y natural. “Tirar fronteras es más como un slogan de comercial. Al final se trata de algo más pragmático y a nivel humano, donde nos articulamos a través de relaciones con amigos y personas con las que nos interesa hacer cosas. Ahora trabajamos solo con proyectos que sean capaces de ser recíprocos, no necesariamente mediatizados”.
Esa declaración es una buena forma de comenzar a comprender un poco más sobre lo que NAAFI representa realmente. Contrario a lo que muchos han asegurado y otros más piensan, el discurso o la filosofía de NAAFI no se centra en la rebelión, sino más bien en la libertad. Una que comienza en la inclusión de sus fiestas y que se refleja, también, en la misma manera de operar de la organización.
Para entenderlo mejor pregunto a Alberto sobre NAAFI como sello discográfico, a lo que responde. “Un sello en estos momentos rebasa los formatos tradicionales de publicación. Los shows de radio, mixtapes y proyectos específicos hacen otro tipo de catálogo, se almacenan y se distribuyen con lógicas diferentes”.
Esa libertad está palpable, así como uno puede hacer y deshacer en una de sus fiestas, ellos también lo pueden mientras trabajan. Es una dinámica que los ha llevado a crear fiestas de fin de año de tres días en la playa o exposiciones musicales de arte contemporáneo, así como a lanzar mezclas de una hora en estaciones de radio por internet o crear parafernalia de colección para la posteridad.
También, entre otras cosas, les ha permitido crear Pirata, las compilaciones anuales que no solo hablan del estado musical de sus productores internos y amigos, sino también del contexto en el que se encuentran. Basta voltear a ver sus portadas para darse una idea: el volumen uno como una revelación de la realidad del bootleg, el segundo como su estado de emergencia, el tercero como su poderoso levantamiento y el cuarto como su statement de éxito de la mano de un patrocinio. Alberto dice sobre esto. “El Pirata es un ejercicio primero interno, donde se comparten los edits y bootlegs en privado para probarlos en los sets. Después se publican en un paquete, pero es un lanzamiento que ya tiene un cierto culto alrededor. Sirve para mostrar la 'sensibilidad' que tiene la noche en el momento. La colaboración con Lol-Tun es resultado de un largo historial de objetos que hemos producido bajo el sello. También es síntoma del momento por el que pasamos, donde marcas y agentes creativos forman todo tipo de diálogos y colaboraciones”.
Y después arroja una afirmación más para formar la idea NAAFI correcta en la cabeza. “Siempre hemos tratado de enfatizar la materialidad de la música. Visualizar o hacer evidente los esfuerzos y el contexto en el que se produce y consume la música. Estar en control de nuestras narrativas y dejar un rastro tangible, instrumentalmente político”.
Esos rastros tangibles también han servido para que NAAFI sea todo eso que es actualmente. ¿Qué podría venir después de todo lo que ya hemos visto? Pareciera que lo han intentado todo, pero Alberto todavía tiene algunas ideas bajo la manga para sorprender. “Nos interesa seguir probando formatos. Quizá una publicación impresa, un documental, musicalizar un Netflix, una estación de GTA, etc”.
Y de la misma forma que ellos son inquietos, la audiencia que los ha seguido desde el inicio ha hecho lo propio. Han pasado siete años y no es ningún periodo de tiempo para tomarse a la ligera. Así como la música de cada uno de los proyectos que conforman NAAFI (LAO, Zutzut, Imaabs, TAYHANA, Füete Billëte, OMAAR, DJ Tetris, Mexican Jihad, Oly, Kali Mutsa, Debit, Fausto Bahía, Mock The Zuma, Lechuga Zafiro, Wasted Fates, Zakmatic) ha cambiado en todos estos años, la gente que la aprecia también. Alberto lo sabe. “La audiencia va cambiando con el tiempo. Al principio era gente muy cercana a nosotros: amigos diseñadores, periodistas, académicos, comerciantes, gente del mundo del arte, gente rara que no tenía un espacio. La noche se ha diversificado bastante y ahora hay una audiencia mucho más amplia, joven y muchos extranjeros. También estamos más grandes y consientes de que es tiempo de que promotores más jóvenes le entren al quite”.
Después de siete años es claro que NAAFI no se encuentra solo en la oferta musical y cultural de la ciudad (o de México, en todo caso). Alberto dice que es tiempo de que los promotores más jóvenes comiencen a crear una historia propia y a diversificar –todavía– más el panorama actual. ¿Cómo hacerlo? Si de algo ha servido la historia de NAAFI es para arrojar algunas lecciones hacia quien sienta la misma inquietud que ellos hace siete años. Esa familiaridad que ya se siente por ellos, debe ser la misma que brinde la libertad para ver nacer nuevos nombres.
Pero en lo que llegan, todavía hay mucho de NAAFI por disfrutar:
Y con gusto las recibiremos.