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Escuchar la música de Elliot Moss es catártico en el sentido más puro; la sensación de que algo falta en tu interior es constante y, mientras suena el sintetizador por los auriculares (o el altavoz si es el caso), la creciente pulsación en el pecho provoca que tus pasiones se desvanezcan y flotes en la tragedia de su voz.
Pasado el medio día me reuní con el joven productor de Nueva York, tan solo unas horas antes de su concierto en la Ciudad de México. Al ser la primera vez que se presentaba en nuestro país no pude evitar sino caer en el lugar común y preguntarle sobre la razón de su visita, su respuesta fue sencilla. “Hacía tiempo que queríamos venir a México, de verdad teníamos muchas ganas de estar aquí y estábamos planeándolo desde hace un año”. Antes de empezar formalmente la entrevista me comentó que llegó con un día de anticipación y que había tenido oportunidad de recorrer varias zonas de la ciudad, que había comido uno de esos típicos desayunos mexicanos que venden en las fondas clásicas de barrio y que estaba fascinado con lo cosmopolita de la capital. Estaba maravillado, para acabar pronto. Un chico tímido de veinticuatro años, just like me, con la única diferencia de haber producido y escrito dos álbumes de estudio que han cautivado a la crítica musical especializada, llegando al punto de compararlo con músicos de la talla de Thom Yorke, Justin Vernon, Nick Murphy y James Blake. “Yo lo tomo como un cumplido, ¿sabes? Son personas enormes para ser comparado con ellos y creo que es una manera en la que la gente se describe la música entre sí, como ‘Si te gusta Thom Yorke, seguramente te va a gustar esta música’ y estoy completamente cómodo con eso, yo amo la música que ellos hacen y no es nada sino un enorme cumplido para mí”.
Para un neoyorquino que creció en un hogar lleno de músicos y con discos de artistas británicos el crear su propio sonido no era algo sencillo, aunque sus padres lo apoyaban y nunca lo presionaron (confiaban en que el tiempo lo llevara a dedicarse al negocio familiar) su inicio supuso retos a nivel personal. Quería encontrar su voz interna, esa que lo satisficiera y con la que se pudiese expresar sin filtros. Así llegó Highspeeds, un disco que, según el propio Elliot trata de muchas cosas a la vez, le llevó poco más de tres años de trabajo y en el que plasmó sus miedos y anhelos a través de temas de esperanza y pérdida. Su segundo disco fue diferente. “Boomerang, definitivamente, fue todo sobre una sola cosa: es una especie de seguimiento al escape de mi propia vida (casi) tratando de llegar a algún punto con todos los cambios que sucedían a mi alrededor, con tanto qué procesar, ese tema del que traté de hacer eco e ilustrar, por medio de los videos también, por ello todo parece estar armado pieza por pieza, no hay un solo hueco en el álbum. Hay un sentido de dualidad: oscuridad y luz, el azul y el rojo en la portada del disco”.
Hablar con él es tan sencillo como hablar con tu mejor amigo, la sencillez de su persona y la pasión por lo que hace provoca que la atmósfera en la sala sea casi etérea. Me cuenta de sus planes a futuro, de los musicales y los personales (tiene un disco prácticamente listo, del que solo hacen falta fecha de lanzamiento y pormenores que nos impiden haberlo escuchado ya), habla de su novia, de su vida alrededor del mundo, de la manera en la que su entorno ha cambiado y el cómo ha crecido desde que lanzó Highspeeds en 2013. Confesó que su proceso musical ha cambiado, pues cuando produjo el LP con el que saltó a la escena comenzaba con la parte musical para después incorporar las letras. “Creo que empezar por las palabras me permitió articular de una mejor manera lo que sea que quería decir en cada canción sin tener que conformarme con una plantilla pre-diseñada de la canción que me permitiera usar solo ciertas frases sin poder experimentar más. No quiero decir que prefiera una u otra, porque en realidad me gustan ambas maneras, pero creo que trabajar de esa manera, específicamente para lo que estoy escribiendo ahora, me permite empezar con una línea y construir a partir de ahí toda la musicalización de la pista… pero me gusta tomar caminos y paseos en la manera de producir para no quedarme estancado y poder ir en una dirección u otra”.
Las canciones de este joven artista son más que simples sonidos que salen de un sintetizador, cada nota y cada palabra transportan a un mundo único, uno creado específicamente para verse de una manera especial. Su música es visual (no en el sentido en el que lo es la de Lorde, por ejemplo), la manera en la que suena la batería, la forma en la que se siente el bajo y la textura que modula su voz insertan una imagen en la cabeza de cada persona que lo escucha y él está consciente de ello. “Paso demasiado tiempo tratando de conciliar las canciones que están en mi cabeza y prácticamente todo lo que he escrito tiene una contraparte visual que se me presenta mientras estoy escribiendo. A veces eso puede ser contraproducente porque, por ejemplo, tengo esta imagen rondando mi cabeza y tal vez no concuerda completamente con lo suena. Quiero decir, quien escucha no necesariamente ve lo mismo que yo veo y para tratar de transmitirlo cuido cada detalle en la producción, cada sonido, para ilustrar lo que yo veo”. Y es que no es sorpresa si pensamos en que Elliot ha trabajado al menos un par de sus propios videos, de hecho cree que si la música no hubiese sido su carrera, se hubiese dedicado a producir audiovisuales.
Además es alguien que no ha perdido el piso, una persona de carne y hueso (como cualquier artista, aunque a veces lo olviden) que tiene presente la magnitud de su impacto. “Creo que la mejor parte, o al menos la que más disfruto, es poner los toques finales y terminar algo en lo que has trabajado tanto; ver tu arte finalmente terminado y empacado, listo para ser compartido. Esto con lo que has viajado a todo el mundo que ya no es tuyo sino de todos quienes te escuchan. Esa es la mejor parte. Como cuando tocas una pieza y la gente canta contigo, aún cuando apenas fue publicada, es surreal; eso nos pasó cuando tocamos en DC (Washington), acabábamos de lanzar el disco y empezamos con “99” y todo el público estaba cantando y lo único que pensaba era ‘Acabo de escribir esta canción ayer’ así que fue súper extraño que todos supieran la letra, ¿sabes?, es alucinante y halagador al mismo tiempo”, y agrega. “No me pongo metas numéricas, en realidad, pero me encantaría encontrar una manera de hacer esto tanto tiempo como me sea posible. Mientras la gente me escuche y disfrute lo que escucha de mí voy a tratar tanto como pueda por dar mi mayor esfuerzo y hacerlo tan bien como pueda. Supongo que mi objetivo en la música es mantenerme haciendo lo que hago”.
Al preguntarle acerca de su colaboración de ensueño no tardó en responder. “Creo que estoy alucinado con Portishead en este momento, ellos suenan simplemente grandioso y ni siquiera parecen esforzarse… Quiero decir, no sé qué es lo que yo haría ahí entre ellos porque son tan perfectos por sí mismos, pero creo que sería algo interesantísimo el ver cómo trabajan, conocer sus procesos, porque son muy enigmáticos, y tratar de lograr la magia que ellos producen, porque es simplemente perfecto. Especialmente en Dummy, que es uno de mis discos favoritos de toda la vida”.
Quizá el próximo disco suene a un camino entre quien era cuando finalizó Boomerang y quien es ahora, tal vez tenga tintes más oscuros o coquetee con tonos más luminosos, pero lo que es un hecho es que seguiremos escuchando las imágenes que nos pintará a través de sus sonidos.