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La escena es un tanto doméstica: Chad Vangaalen está afuera de su estudio, Yoko Eno, en su casa, preparando su hábitat para la llegada de la primavera. “Estoy preparando una miscelánea de semillas para sembrar y limpiando mi invernadero. O sea: estoy haciendo toda la mierda que evité hacer durante el otoño y el invierno que es cuando me deprimo”, explica el artista. La jardinería parece ser algo importante en su vida. “Tanto mi esposa como yo venimos de familias con una gran tradición de jardinería. Ella planta flores y yo verduras. También tengo muchos amigos que se dedican a eso, e intento aprender de ellos y del conocimiento que me heredó mi abuela. Hace once años que nos mudamos a esta casa decidimos aprovechar el espacio y hacer un jardín de vegetales. Cada año es distinto y eso es lo que aprendes como jardinero. Vivimos en una zona de pinos altos en las Montañas Rocallosas, así que no es el lugar más fácil para cosechar. Te da algo de humildad. Me encanta ir al jardín a reconectar con la tierra luego de haber pasado horas en la computadora”, explica.
Luego volvemos a hablar de su estudio. “Lo bauticé así por un chiste. Necesitaba ponerle un nombre para poder aplicar para una beca de negocios y una amiga sugirió Yoko Eno en honor a Yoko Ono y Brian Eno que son dos artistas que admiro mucho”, dijo. ¿Otro artista que admira? Su papá.
Mis padres se separaron cuando yo tenía tres años y luego él fue a la cárcel, así que no convivimos muchos años. Pero yo siempre tuve mucho interés en el arte, quizá porque sabía que él fue un gran pintor y era mi forma subconsciente de acercarme a él y llenar ese hueco. De niño estaba obsesionado con dibujar y aún mantengo esa pasión por la simplicidad del dibujo. Luego, mi padre retornó a mi vida e hicimos una conexión a través de la pintura de paisaje. Le gustaba ir a la naturaleza y pasar un día observando y pintando, tenemos eso en común, la naturaleza y el arte”, contó. Así fue que Vangaalen utilizó como base para uno de sus videos los dibujos del cielo de su padre.
“Todos mis paisajes alienígenas en blanco y negro son dibujos que hice a lápiz, quería agregarles un cielo en acuarela pero no me gustaba el resultado, luego vi uno de mi padre y era perfecto así que lo incorporé. Él ya está muerto pero el revisar mi colección de sus pinturas creó un diálogo hermoso. Pude poner mi universo interno bajo su cielo, fue muy sanador poder volver a pasar tiempo con él”, recordó.
Chad también disfruta convertir basura en arte. “Encontré un montón de fierro viejo y lo transformé en un instrumento (una suerte de móvil de percusiones). Era un techo que aplané y corté, aunque creo que si alguien viera mi basura solamente encontraría poesía chafa que escribo y luego tiro porque no me gusta. Si alguien lo leyera pensaría que tengo problemas. De hecho, al componer canciones, la letra es lo más difícil, es algo muy direccional y si es pesado no sirve, se nota cuando no estás siendo libre y escribes de forma muy mental. A mí me gusta sentir las vibraciones creativas y liberarlas, pero las palabras te pueden llevar a todas direcciones. A veces siento que no tengo mucho que decir. O no más que todos los demás. Es difícil entender el mundo como humano. Explicarlo es aún más ridículo, pero por eso siempre inicio con una melodía como en 'Samurai Sword'. Mis mejores canciones son las que hago jugando con mis hijos pues ahí me dejo ser ridículo, hablar de lo que sea, así fue esa rola. Cuando son temas más oscuros caigo en lugares comunes y debo revisarlos. Pero me encanta 'escupir' cualquier palabra que me de la cadencia y luego intento elaborar en un tema”, concluyó.