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Gran parte del atractivo de los rockstars es un dejo de misterio que siempre manifiestan tanto en sus letras como en su imagen pública. Ese enigma de intentar saber qué está pensando o por qué escriben de tal cosa. Lo hemos visto desde Bowie y Klaus Nomi hasta Alex Ebert (Edward Sharpe & the Magnetic Zeros) y el propio Silverio. Rachel Zeffira, una mitad del duo de pop oscuro Cat's Eyes, tampoco quiere dejar nada a la luz y, por admisión propia, ha recurrido a métodos poco ortodoxos y peligrosos para mantenerlo así. Si eso no es actitud de artista, entonces no se qué lo sea.
Con motivo del lanzamiento de su segundo trabajo de estudio, Treasure House, platicamos con Rachel e intentamos indagar un poco más en qué motiva su arte e ideología.
“Empezamos esto hace seis años. Faris Badwan [la otra mitad de la dupla y líder de The Horrors] y yo escribimos canciones por diversión, ya sea por correo o en persona. La verdad, nunca planeamos convertirnos en una banda,” comentó.
La mezcla entre dos personalidades tan diferentes musicalmente podría causar extrañeza, pero es precisamente esa combinación la que invita a escuchar ese hipnótico estilo –que combina pop sesentero con arreglos clásicos–, que es precisamente donde entra la contribución de Rachel.
“De niña, mis papás me hicieron tomar lecciones de piano. Yo las odiaba [risas]. Dejé las lecciones pero entonces aprendí a tocar mejor, porque no fui obligada y lo estaba haciendo por volición propia. Afortunadamente ya tenía suficientes habilidades. La música es lo único en lo que soy buena. Es un hobby insaciable y soy muy obsesiva. Eventualmente aprendí a tocar el theremin, el oboe y la viola en la banda de la preparatoria. Siempre me emociona aprender a tocar un instrumento nuevo y siento que es importante para el crecimiento de la banda”, detalló emocionada.
Su material debut homónimo salió en 2011, pero tuvieron que pasar cinco años para una secuela, debido a la apretada agenda y compromisos artísticos de ambos. Pero al juntarse, pareciera como si se hubieran dejado de ver ayer.
“Empezamos a escribir las nuevas canciones antes del primer disco. Fueron cinco años de escribir material. Mientras tanto The Horrors hizo más discos y yo hice mi disco solista (The Deserters, 2012). Fue un lujo hacer todo por mi cuenta y lo intenté hacer con el mismo proceso que tuve con Cat's Eyes. También quería entrar a hacer algo sin saber bien qué era lo que quería, para que se fuera creando de forma espontánea,” dijo.
Siempre ha habido una sensación de peligro, paranoia y despecho tanto en sus letras como en la parte musical, donde las orquestas amenazantes hacen colisión con los susurros engañosos de Zeffira y los aullidos desesperados de Badwan.
“Todos tomamos riesgos en nuestras vidas. Es esa parte del peligro que nos atrae como músicos y compositores. Nos aburrimos y tratamos de experimentar con cosas. Como cuando tocamos en el Vaticano; lo hicimos porque fue una elección rara y parecía ridículo. Surgió en parte cuando trabajé con Vogue –me dieron una pieza musical y la cambié a música sacra–. Fue un gran reto el cambiar una canción pop a música eclesiástica. Tuvimos incluso que interpretar toda la misa y aprendernos las arias y las comuniones, pero las tocamos con nuestro estilo y arreglos. Para entrar y tocar ahí les dije que éramos un coro católico establecido [risas],” relató.
Es precisamente esa noción de travesura y farsa la que ha incentivado durante toda su vida a Zeffira para cumplir sus metas, como cuando fingió tener 26 años y tener una maestría para conseguir trabajo como maestra o decir que un tema nuevo fue compuesto para un embajador y poder interpretarlo en el Buckingham Palace. Ante estas menciones, Zeffira no puede sonrojarse y acusarme.
“¿Me estás llamando mentirosa? [risas] Sí, tiene un poco de cierto que me gusta cambiar las verdades. No me gusta que todo esté para muestra. La gente no tiene que ver todo. Me interesa más jugar con las expectativas y cambiar la verdad. Eso se muestra en nuestra música, eso es lo que hacemos Faris y yo y es quien soy al final”, concluyó.