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Vivir en la Ciudad de México es una contradicción constante. A veces plantea días socialmente agitados como los más recientes -y en otros- te regala la oportunidad de presenciar shows de personajes legendarios como el de Vince Clarke. Sí, parecen situaciones no relacionadas; pero en realidad, es un estilo de vida.
Desde el principio, la publicidad del evento ya nos auguraba un momento especial. La idea original de homenajear la carrera del inglés a través de los icónicos documentales Synth Britannia e Industrial Revolution: Depeche Mode pretendía contextualizar a los asistentes sobre el tamaño de artista que estaban por presenciar; sin embargo, la realidad es que el fan mexicano es aguerrido y apasionado, por lo que la mayoría se sintió familiarizado con aquello que se proyectaba en pantalla. Entonces, las películas fungieron más como catalizadores de las expectativas: por mínima que fuera, cualquier mención de Vince Clarke o Depeche Mode encendía los ánimos del público.
Por varias horas, el Pasagüero se convirtió en un punto de reunión para varias generaciones. Enfundados en vestuarios oscuros y vibrantes, se revivieron las mejores noches del synth pop. El primer segmento del show corrió a cargo de Alex Midi, quien presentó una fina selección de pistas con una intensidad creciente; y aunque a la gente le costó enchufarse con su set, las constantes interacciones con el público y ese remix upbeat de "Blue Monday" dejó el ambiente a tope.
El segundo set encontró la primera canción coreada por todos los asistentes. El clásico de The Human League "Don’t You Want Me" generó una respuesta intensa que seguramente retumbó en las calles aledañas al Centro Histórico. Con el paso de los minutos, el set tuvo algunas elecciones inconsistentes que despertaron la prisa de todo el venue. Entre silbidos y escapadas por cerveza, quedaba muy claro que la gente estaba ávida de Vince Clarke.
Cuando su asistente empezó a montar la mezcladora y la base para el ordenador, todos sabíamos que el momento había llegado. Con el músico inglés, dejarse ir por las apariencias es muy fácil: sus facciones serias y la vestimenta sobria dan la sensación de que el espectáculo puede ir hacia texturas más densas y experimentales; sin embargo, fue todo lo contrario. Lleno de buen humor, disfrutó de varias cervezas y se dio el lujo de replicar "Don’t You Want Me" con una ecualización distinta, potente.
Los minutos pasaban y pese a que muchos de los asistentes llevaban horas en el Pasagüero, nadie claudicó. El set del hombre detrás de Depeche Mode, Yazoo e Erasure se fortaleció en cada pista y supo llevar al público por todas las curvas emocionales que uno esperaría de alguien tan significativo para el sonido de los últimos 40 años.
En los primeros indicios de la transición al amanecer, el Pasagüero se fue vaciando de gente agotada pero muy satisfecha. Sin duda alguna, esta visita de Vince Clarke cumple con varios elementos para envejecer con prestigio hasta convertirse en un evento que la gente recordará como de culto.