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El día de ayer la temporada de huracanes creó una vorágine de bullicio e incertidumbre entre la ocupada Ciudad de México, que luchaba por reanudar su rutina diaria después de un merecido puente vacacional por las fiestas patrias. El granizo y los aguaceros impactaron como pocas veces los rumbos del Auditorio BlackBerry, y la concurrencia peleaba por obtener un poco de refugio en los techos de las taquillas o un acceso más temprano. Algunos contaron con suerte, y la tempestad irónicamente los cargó de pila para el espectáculo sombrío que estarían por presenciar, debido a la visita de James Lavelle, mejor conocido como UNKLE, quien se encuentra promocionando su más reciente material, The Road: Part II (Lost Highway).
Justamente parte del camino fue una agonizante e injustificable espera, que debido a nimiedades que todo el mundo desconoció, el acceso se postergó y no hubo un ingreso tan ordenado como en ocasiones anteriores tanto para la audiencia en general como para otros miembros de la prensa. Fue un factor de boletos y pulseras mal organizadas que nos metió ya tarde al recinto y pocos pudimos realmente apreciar a la banda telonera, Thieves Like Us.
Ya cuando logramos pasar el protocolo de seguridad y la muchedumbre que calentaba motores acompañados de bebidas y compañeros musicales, fue cuando pudimos entrar a apreciar algunas canciones como “Worthy to Me,” “Bleed Bleed Bleed,” “Headlong Into Night” y “Shyness”. Al menos esas fueron las que pudimos disfrutar. No obstante, Andy Grier (guitarra y voz) y compañía mostraron su estoica dinámica en el escenario como ya es su costumbre y demostraban su proeza en ambientar un BlackBerry casi lleno. Entre sus múltiples interacciones con el público, Grier intentaba agradecer siempre en español frente al aclamo del público, demostrando su estatus como banda de culto en suelo mexicano.
En punto de las 21:45 H, la pantalla del escenario se iluminó con la leyenda “All Artists Are Either Cowboys or Indians,” para dar pie a lo que sería justamente eso: un show lleno de bestialidad y combate, al menos interno para algunos oídos. Acto seguido, subió Lavelle saludando al público para dar inicio al recital con “Requiem,” mientras el fondo proyectaba una catedral siniestra que se esfumaba entre distorsiones digitales de fuego. El ataque prosiguió con la potente “Chemistry” y dio rienda suelta para continuar con las municiones eléctricas y deslumbrantes de “Let It Be,” “Caged Bird” y “Sunrise”. La iluminación creó un caleidoscopio sensorial que hacía una gloriosa armonía con los visuales, que aludían a las portadas y arte de los discos pasados del proyecto.
Lavelle se encontraba en excelente compañía, con la batería demoledora y puntual de Alex Thomas y el virtuosismo y frenesí en los sintetizadores y guitarra de Steve Weston, mientras soltaban clásicos y nuevos temas de The Road: Part II (Lost Highway) a diestra y siniestra, como si fuese un DJ set en donde el descanso no existía. Y el respetable no tenía intenciones de detenerse. Fue la oportunidad de perderse en un mundo en donde podían coexistir “Reign” con “Looking for the Rain” o “Bloodstain” con “Arms Length” como mezclas en vivo tan elásticas como disfrutables y en donde era posible bailar “Rabbit In Your Headlights” a manera de rave, con el clásico video de Jonathan Glazer de fondo.
El momento de catarsis llegó con la monumental “Lonely Soul” en donde los suelos de las plantas altas y bajas retumbaron al ritmo de su belicosa percusión y después con “On My Knees”, tema que compuso junto con Michael Kiwanuka para el soundtrack inspirado en Roma, de Alfonso Cuarón. Las últimas y dramáticas notas del tema acompañadas de la ya icónica escena de la playa fue para varios el punto cumbre de la velada.
A medida que Lavelle aplaudía y brincaba, la fiesta comenzaba a llegar a su fin con unas reversiones estremecedoras de “Follow Me Down,” “The Road,” “Touch Me” y un cover fantástico de “I Feel Love” de Donna Summer. Para culminar, Lavelle habló por primera vez con el público, agradeciéndonos por ser una de las mejores audiencias del mundo (sí, ya nos estamos acostumbrando un poco) e introduciendo “In a State”. Hubo una pequeña falla técnica al final con el sampleo, que quizás se desenchufó, pero su brutal cierre amortiguó ese tropiezo.
Al salir, el resto se determinaba (o resignaba) a seguir con la rutina usual y a enfrentarse al clima inclemente que quizás tendremos en los próximos días, pero con una sensación de breve euforia, de volver a armar un pequeño mundo, por lo menos de 3 horas, en donde las emociones de todo tipo de personas, sin importar lo efusivo o reservado que fuesen, convivían y bailaban en paz y felicidad, pese a los sonidos oscuros de UNKLE. Ese es el camino que muchos de nosotros melómanos decidimos tomar día con día; a perseguir la chuleta mientras tenemos estos escapes.