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Poco más de un año después, Brendan Yates y compañía volvieron a tierras mexicanas para cumplir lo prometido sobre el escenario de The World is a Vampire 2023, esta vez con un triplete de fechas en solitario en Monterrey, Guadalajara y CDMX. La noche de ayer fue el turno de la ciudad capital y entre frenesí comunal, overdrive tirado a más y la ráfaga de bandas previas a los estelares una cosa quedó clara: Turnstile no olvida.
El P.A. del Pabellón iniciaba la noche con el shoegaze desgarrado de Margaritas Podridas. La agrupación, ahora consolidada al centro de la escena mexicana, ofreció un set ultrasaturado entre drones de sonido, baterías concisas y vocales afilados. Extendiendo sus brazos sonoros para abarcar el espacio libre en este formato de bajo-guitarra-batería, celebrado tanto por la audiencia como por la columna vertebral contorsionada de Carolina Enriquez, bajista y vocalista del proyecto.
Pasado el primer impacto recibíamos una continuación al más puro estilo californiano. DRAIN se hacía presente sobre el escenario con su característico hardcore infundido de elementos hip hop. Los norteamericanos daban cátedra de dinamismo y energía al hilar un setlist digno de este y todos los moshpits.
Tras un incendiario acto en vivo, los norteamericanos se despedían al ritmo de “California Cursed”, exprimiendo hasta las últimas gotas de sudor entre los asistentes justo antes de Ceremony.
Pasamos del salvajismo urbano de la costa Oeste para aterrizar en su lado más obscuro sin perder intensidad. El aullido de Ross Farrar al frente del quinteto nos guiaría durante de principio a fin entre crudeza punk, teatralidad y guiños post punk.
Tras un popurrí con tracks de su extensa discografía, el proyecto cerraba tan glamourosamente como le era posible, llevándonos en un vertiginoso trayecto sónico hasta el acto estelar.
Con el tronido de “I Wanna Dance with Somebody” como cortinilla, las paredes del venue se doblaban sobre sí mismas previniendo el impacto de Turnstile sobre la multitud. Slam, gritos, sudor, riffs, redobles, saltos coordinados y uno de los frontmans más energéticos y ligeros de espíritu que ha irrumpido el oído público, acompañaban cada uno de los cortes que la banda tiraba desde el escenario.
De “MYSTERY” y “ENDLESS” avanzamos frenéticamente hasta “UNDERWATER BOI”. De ahí seguimos con una cadena de blast beats hasta “NEW HEART DESIGN”, dejándonos más que preparados para abandonar garganta, costillas y pulmones al grito de “I Don’t Wanna Be Blind”. El público parecía ser todo slam de la mitad del venue hacia el escenario, veíamos fans empapados de sudor, sin playera, siguiendo el ejemplo del mismo Yates, parecía no haber un solo punto entre escucha y escucha que no se moviera tan intensamente como el sonido frente a ellos.
“FLY AGAIN” y “BLACKOUT” enmarcaban uno de los solos percutivos más bailables de la sónica contemporánea; honor a los brazos, piernas y metrónomo orgánico del baterista Daniel Fang. El final de la presentación nos alcanzaba vía “ALIEN LOVE CALL” hilada a “HOLIDAY”, cerrando entre la gratitud sensible del vocalista y explotando de la única manera posible; “T.L.C.” como último aliento.