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El centro de la ciudad de México se preparaba para recibir a una banda que tiene casi 30 años en el negocio. Caminando por la calle independencia, desde eje central, se podían ver playeras negras, largas cabelleras y el estilo del rock del que muchos somos afines. Ver estas personas por la calle y saber que van al mismo lugar que tu, con la misma emoción, te hace sentir acompañado, aunque camines solo.
Mientras más me acercaba al Teatro Metropólitan el ambiente me acogía y la multitud crecía, la economía de cualquier evento se hacia presente, los puestos de playeras, tazas y posters te avasallaban mientras más cerca estabas; poco a poco se escuchaba más de cerca los megáfonos que manipulaban la organización del evento: “Boleto en mano”, gritaban.
Esquivando gente y grupos que se conglomeraban por toda la banqueta del recinto, logré llegar a las puertas del lugar. Era mi primera vez en el Teatro Metropólitan, al menos que yo recuerde, pero su arquitectura y su estilo me dejó un tanto impresionado, las escaleras no se si de mármol, o simplemente una loseta demasiado fina acompañada de techos altos y candelabros luminosos, daban mucha luz al espacio. En fin, al estar dentro, toda esa sensación de estar en un palacio se opacaba con las voces, risas y platicas de las personas mientras tomaban cerveza. Eso fue básicamente la espera y el ambiente que se sentía, la gente tomaba cerveza, compraba botanas y mercancía oficial de la banda mientras esperaban impacientemente, al menos el sonido de los técnicos que alistaban los instrumentos en el escenario.
Conforme la hora de acercaba fui alistándome para buscar mi puerta de acceso, con una cerveza en la mano y el boleto en la otra, me llevaron hasta mi lugar. Lo primero que vi fue el escenario, debido al lugar, este no era grande, no tenia ningún tipo de pantalla, solo eran los instrumentos, atriles y pedaleras dejando de lado cualquier tipo de producción fantoche, solo era rock. Estando en mi asiento, lo primero que se hacía notar era la perfecta visión que se tenía del escenario desde cualquier punto en el que estuvieras. El único problema que se cruzó por mi cabeza fueron las butacas, me pregunté si eso no sería un problema cuando la energía del evento estuviera en su punto máximo; a la gente eso no parecía importarle, o eso parecía porque todos se veían entusiasmados cantando, platicando y hasta simulando tocar una guitarra con la música de fondo que se escuchaba. Dieron las nueve en punto, y las luces se apagaron, los integrantes de Smashing estaban listos para salir a tocar, posiblemente a varios nos tomó por sorpresa, al menos yo no tengo la costumbre de la puntualidad en los artistas.
“The Colour of Love” comenzó al unísono del grito de la gente, Billy apareció con esta túnica larga y negra con detalles dorados, que ha sido su vestuario de esta última gira. El perfecto sonido del recinto nos envolvió a todos, y su voz, como si fuera de un joven de 20 años emocionó a todo el lugar.
Canción tras canción la gente no dejaba de gritar, cantar y mover la cabeza, el lugar estaba a tope, la energía de todos producía un calor que de pronto era aquejante, el mismo Billy lo expresó, y claro, como no sentirlo con una túnica pesada del cuello a los pies mientras se toca con la energía que demanda el genero del rock. De cualquier modo el concierto llevó su curso y canción tras canción se podía ver a Billy y a la banda ¡dándolo todo!
En cuanto a su producción, como ya mencioné, no fue muy grande en el sentido del escenario, pero musicalmente si lo fue, al menos cada canción la banda cambiaba de instrumentos, pero era de esperarse puesto que una gran capacidad musical se demuestra con varios recursos: diferentes tonalidades, distorsiones, efectos, etc.
Smashing tocó un gran repertorio: “Ava Adore”, “Stand inside Your Love”, “Cherub Rock”, “1979” y más fueron las canciones que entonaron. Dos horas de principio a fin escuchamos guitarrazos, solos de batería, pequeños lapsos de improvisación y experimentación; realmente la interacción del grupo con la gente fue puramente musical, pocas palabras escuchamos de ellos hacia nosotros, aunque con el poco español que manejan supieron darnos a entender el agradecimiento y el gusto por visitar México.
Las butacas no hicieron falta, pues toda la gente estuvo parada todo el tiempo, de principio a fin, pocos tomaron un respiro para sentarse y descansar los pies. La emoción de una larga espera fue evidente con la energía, los brincos, aunque el espacio fuera limitado, los coros cantados por todos haciendo sonar una misma voz, que imagino es lo que nutre a los artistas para continuar y dejar todo en el escenario.
Así terminó el primer concierto, de las cuatro fechas abiertas por The Smashing Pumpkins, todos caminamos hacía la salida con una sonrisa y euforia difícil de contener, Billy Corgan, junto a los Pumpkins, han regresado a México y no han decepcionado.