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La tardé cayó y con ella explotó la euforia de la gente que había esperado afuera de El Plaza Condesa por más de 7 horas con tal ser los primeros en entrar. El mítico venue, abrió sus puertas una vez más para ser el sitio que alimentaría a cientos de almas con el repertorio sonoro de la banda estadounidense: The Neighbourhood.
Domingo, el primer día de los dos conciertos que la banda ofrece en la ciudad de México. Estable y cauteloso, El Plaza Condesa calentó la espera con temas de The Smiths, luces ultravioleta y algunos avisos de seguridad. Es admirable la inmortalidad del sitio.
Finalmente, a las 19:10 H, las luces blancas bañaron el lugar y un micrófono sostenido por una cadena que se balanceaba del techo fue el protagonista de la noche Zachary, Michael, Jeremy, Bryan y claro, Jesse Rutherford hicieron suyo el escenario.
“Afraid” fue uno de los temas que inauguró la noche, mientras que “24/7” llevó al límite las gargantas. El Plaza Condesa retumbaba el nombre de “Jesse”, el vocalista, cuando con saltos de pantera devoraba el escenario salvajemente. De pronto, sacó una bandera de México y dignamente pronunció un “cómo están” en español.
“Daddy Issues” convulsionó la energía y los coros más grandes. Su sensualidad mimetizó el sentimiento y la pareja alado mío se re enamoró. Entonces “Wiped Out!” nos regaló un climax sonoro revestido de un inigualable performance de la banda.
“Prey” fue el tema que neutralizó el ambiente. Las luces rojas envolvieron la noche y Jesse se contorneó por el escenario, escalando las bocinas y adoptándolas como el trono más digno de cualquier músico. Fue así como dio pie a su ansiada pregunta "¿Who has la mota?” y con ella, a uno de sus temas más recientes “You Get Me So High”, todos la coreaban.
Los minutos corrían y la gente se aferraba a cada una de las estrofas como queriéndolas perpetuar bajo aquel escenario de luces blancas para siempre. Su épico “Sweater Weather” redondeaba la noche y balanceaba los brazos de la multitud. La lava sonora de The Neighbourhood tocó a cada uno de los asistentes pidiendo la clásica “otra” cuando la banda se despidió. Sin embargo, eso nunca sucedió. Las luces volvieron, pero el sublime momento se impregnó para siempre.