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Dos años después de su explosiva visita al Lunario, Snarky Puppy regresa para demostrar por qué su último disco les regaló otro Grammy.
Mientras afuera del Teatro Metropólitan el público, cubierto con toda la ropa cálida posible, platica muy emocionado acerca de lo que está a punto de ver, los revendedores tratan de ganarse la vida y se escuchan los gritos “Lleve, lleve su pulsera luminosa del evento”; adentro ya se muestra sobre el escenario todo el armamento que será usado para sacudir nuestras almas.
La gente todavía continúa acomodándose en sus lugares cuando de repente Michael League sale a un escenario lleno de neblina artificial para saludar y anunciar a sus visitantes –en perfecto español– que el agasajo ya se desató. A partir de este preciso momento es imposible no perder la cordura.
En instantes todo lo que se puede escuchar es una flora y fauna de escalas irregulares, polirritmias poco convencionales, modos griegos, acordes de séptima, disminuidos, acordes de sustitución, un sin fin de recursos jazzísticos complejos o quizás hasta oscuros, pero que salidos de las manos de Snarky Puppy suenan increíblemente agradables para los oídos.
Recibimos toda la descarga de “Gø”, “Tarova” o “Palermo” y los gritos salen de nosotros a veces sin siquiera avisarnos, nuestros brazos, piernas y cuello se agitan obedeciendo a sus finos ritmos de acid jazz. Esto no es más que una señal de que estamos pasando un rato de súper fábula, por supuesto… celebrando las canciones de su reciente disco Culcha Vulcha.
Entre canción y canción, como protocolo jazzero, se escuchan los obligados solos, que fueron lo suficientemente largos como para que los otros músicos prefirieran salir a tomar aire o quizás hasta comerse un sándwich, quién puede saberlo, en lo que el bajo, la batería, las percusiones, el teclado o quien sea terminara con sus 10 minutos de solo.
Al final, fue una noche sin igual. Su percusionista Marcelo Woloski recibió unas mañanitas entonadas al unísono por el público. Silvana Estrada, una excelente cantante nacional, fue invitada a interpretar “El agua y la miel/Milagro”, canción dedicada a las desaparecidas, al respeto a la vida de la mujer y el hombre por igual. Por supuesto, las canciones van a repetirse donde sea que toquen, pero los entremeses musicales, quiero decir, todas las improvisaciones, no se repetirán ni en un millón de años.