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Una edición más de la Semana de las Juventudes se dio con aciertos y defectos. En medio de polémica de gasto público y despilfarro en una banda que cobró 10 millones de pesos por tocar mientras parece haber otras misiones más importantes para el INJUVE, el organismo dedicado a montar el evento año con año.
Sin embargo, al final, al público que asistió solo le importó dos cosas: música y gratis.
El primer día de actividades en el Zócalo se caracterizó por su diversidad. Hip hop, reggae, cumbia, surf, ska, hubo de todo en la plaza principal de la CDMX
La primera presentación la dio Lng/SHT. El rapero de Cancún está viviendo uno de sus mejores años ya que llenó El Plaza Condesa, firmó con Universal y ahora tocó ante miles de personas en el Zócalo. Su set incluyó temas de todos sus materiales, desde su primer EP hasta su última participación en el tributo a Chico Che. Todo mientras desfilaban invitados de la talla de Muelas de Gallo (Banda Bastön), Daniela Spalla y Cocó Cecé.
Después siguió Rastrillos, la banda de reggae más ecléctica del país. Al igual que su predecesor, Rastrillos, se dedicó a recorrer su carrera con la diferencia de que esta banda cuenta con 25 años de carrera. Su show sirvió para relajar la tarde, algo necesario ya que la intensidad no volvería a bajar en el resto de la jornada.
Quizás uno de los nombres que mejor representan el nombre de México en el extranjero es el Instituto Mexicano de Sonido (IMS), esto gracias al talento que tiene su creador Camilo Lara a la hora de mezclar lo tradicional y lo contemporáneo. Esa mezcla volvió a poner los ánimos hasta arriba en un Zócalo que para esta hora ya lucía bastante lleno.
Lost Acapulco fue la última banda en subir al escenario antes de los principales de la noche, digamos que fue la encargada de terminar de calentar los motores antes de arrancar la verdadera fiesta de la noche. Su set empezó con canciones de sus discos más recientes y poco a poco se fue metiendo en temas más viejos como “Surf Mongol”, “Tangatutanga”, “Frenesick” y “El garage de Gina monster”, los cuales terminaron por poner al lugar en un estado de éxtasis y listo para el gran cierre.
Por último llegó el tiempo de Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio. Para ese momento se calculaban cerca de 100 mil almas en la plancha del Zócalo capitalino, todas listas para lo mejor de la noche.
Después de un intro, la primera canción que sonó fue “Solín” seguida de “5to Patio Ska”, lo cual no era una sorpresa, la banda suele abrir con ese combo poderoso desde hace bastantes años, incluso antes de que la segunda fuera grabada. Con esto comenzaron los famosos círculos de paz de la “Maldita”.
Las verdaderas sorpresas llegaron después al rescatar temas como “Rafael”, la cual dedicaron a toda la comunidad LGBTTTQA+, haciendo énfasis, a través de imágenes, en los travestis indígenas. La banda destacó que esta canción salió en el primer disco por lo que lleva 30 años pensando que todos los humanos tienen los mismos derechos sin importar su elección al amar.
Otra joya rescatada fue “Sur del sur”, muy relevante en tiempos de caravanas migrantes y la discriminación que las mismas han destapado en el pueblo mexicano.
Mismo caso fue la interpretación de “Mujer”, otro clásico del primer disco, mismo que dedicaron a todas la mujeres víctimas de violencia al tiempo que condenaron los feminicidios que ocurren en nuestro país.
Pero qué sería de un concierto de Maldita Vecindad sin los clásicos. Durante las casi dos horas del show desfilaron canciones, por no decir, himnos, como “Pata de perro”, “Un poco de sangre”, “Don Palabras” (que incluyó una presentación especial por la periodista Carmen Aristegui), y claro, “Pachuco” y “Kumbala”, siendo la última la más coreada de la noche, sonando espectacular y dando fin a una larga primer jornada de la Semana de las Juventudes en el Zócalo.
Para el segundo día, los organizadores se fueron por un repertorio más rockero. Si la primera jornada había sido un festejo de la diversidad, el sábado tuvo muchas más guitarras que tambores latinos.
Para empezar Rey Pila. Es difícil saber si fue el horario o el calor, o algún otro factor externo, pero a pesar de dar una buena presentación, el público, salvo aquellos que evidentemente iban a ver a la banda.
Con Comisario Pantera las cosas comenzaron a prenderse más, su público era más numeroso y cantaba más fuerte que el de sus predecesores, con lo que se podía empezar a sentir el ambiente de festival.
Sin embargo las cosas realmente explotaron cuando Titán salió al escenario. No cabe duda que el grupo liderado por Silverio (sin su personaje solista) y Jay de la Cueva, es una verdadera joya nacional a pesar de no contar con el éxito comercial que merece. Su set de casi una hora puso a todos a brincar y bailar dejando a un público listo para las últimas presentaciones.
DLD fue la penúltima banda en subir al escenario de la Plaza de la Constitución y vaya que dio gusto el recibimiento que recibió. Desde el primer momento el piso tembló cual terremoto. Las canciones elegidas para la noche fueron prácticamente puro hit lo cual provocó por momentos que la voz del vocalista Francisco Familiar no se escuchara pues el público lo opacaba en ciertos versos.
La presentación de DLD puso en duda si Pixies sería capaz de superar lo que la banda chilanga había logrado que fue: poner a sus pies a decenas de miles de personas.
Bueno, después de casi 40 minutos de espera, las luces se apagaron, el público lanzó un gran grito al cielo y los acordes de “Gouge Away” empezaron a sonar. Lo primero que llamó la atención fue que el volumen parecía un poco más bajo que el las anteriores presentaciones del festival, lo cual siempre es factor aunque no determinante en un concierto. “Crackity Jones”, “Monkey Gone To Heaven” y “Caribou” completaron una primera entrega de viejos clásicos de la banda originaria de Boston con lo cual parecía cumplirse la promesa de que estaríamos por presenciar uno de los mejores shows, gratuitos, en la historia de nuestra ciudad.
Sin embargo fue cuando empezaron las canciones de sus últimos dos discos que los ánimos se calmaron para nunca más recuperarse por completo, salvo por aquellos fans de hueso colorado de la banda.
No hay que malintrepretar, el show fue bueno y las canciones más recientes no carecen de calidad, al contrario, algunas son mejores que sus temas de los años 80, sin embargo al carecer del título de clásico pierden el punch en vivo ante un público compuesto de algunos fans, pero mucho más curiosos y borrachos hambrientos de cantar melodía conocidas.
Estos bajones de ánimo fueron levantados con canciones fácilmente reconocidas como “Mr. Grieves” o “Here Comes Your Man”, aunque el público no se conectó en su totalidad con la banda hasta la última ronda de canciones: “Broken Face”, “Debaser”, “Isla de Encanta”, “Gigantic”, “Wave of Mutilation” y claro: “Where Is My Mind?”, está última la más esperada y coreada de la noche.
El show de Pixies fue un regalo para todos sus fans, sus verdaderos fans, aquellos que disfrutaron cada una de las casi 40 canciones interpretadas la noche del 10 de noviembre en el corazón de la CDMX. Para aquellos que conocían solo los clásicos, pudo ser un camino tortuoso sobre todo en el primer tercio del show, sin embargo estoy seguro valió la pena. Por último, aquellos que se esperaron 37 canciones para escuchar “Where is My Mind?”, les puedo decir que al menos la peda estuvo buena.