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Antecedida por Out of Control Army, Tungas tomó el escenario de la Carpa Astros, antiguo recinto del Circo Atayde Hermanos, para dar una cálida bienvenida a sus fieles seguidores, quienes durante ningún momento dejaron de corear temas como “Brindemos” y “Dicen que estoy muerto” —ya clásicos en la escena del punk rock local—, y hasta un cover de la banda española Chicharrica.
El lugar no estaba ni a la mitad de su capacidad y el frío calaba hasta los huesos cuando llegó el turno de Los Rebel Cats, los anfitirones de tan especial velada, que entre que contaron con un mal sonido y los presentes no eran realmente su audiencia, pasaron sin pena ni gloria.
Pasadas las nueve de la noche, mientras la lluvia comenzaba a caer afuera y la fila para ir al baño se hacia cada vez más larga, Frank Turner salió a escena en compañía de The Sleeping Souls para dar su primer y tan esperado concierto en suelo mexicano.
Si bien los estelares eran Fat Mike y compañía, entre el público se distiguían varias playeras de Turner. En cuanto sonó el primer acorde, la gente se conglomeró al frente del escenario para agitar el puño y cantar una tras otra “Recovery”, “I Still Believe” y “The Road”, canciones que probablemente jamás se imaginaron que escucharían en vivo, por lo menos no en el DF.
Durante poco menos de una hora, Frank Turner se encargó de mantener la energía a tope e incluso se arrojó al público, dejando un preámbulo perfecto que parecía difícil de superar por la banda estelar.
Con la carpa casi a reventar, uno a uno los integrantes de NOFX salieron a escena en medio de gritos y silbidos mientras todos y cada uno de los presentes se arremolinaba para estar lo más cerca posible del escenario.
“Stickin’ in my Eye”, “Leave it Alone”, “The Moron Brothers”, “Linoleum” y una reversión a “Radio” de Rancid fueron las responsables de pisotones, patadas en la espalda, codos en el ojo y decenas de litros de cerveza que volaron en el aire.
Como es costumbre, la banda aprovechó para bromear con el público entre canción y canción, haciendo de este un show que, entre los golpes en el moshpit y los oídos zumbantes, seguirá presente en las memorias de quienes asistieron por mucho tiempo.
Un poco de punk rock no le hace daño a nadie, ¿verdad? Eso quedó más que claro la noche de ayer, en la que cientos de personas de todas las edades y distintos círculos sociales convivieron y compartieron sudorosos abrazos en una nostálgica velada con aroma a pubertad.