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“…En este ritual, uno de los más serios y hermosos de la brujería moderna, la sacerdotiza invoca a la Diosa o triple Diosa, simbolizada por las fases lunares. Ella es conocida por mil nombres…En algunos rituales la sacerdotisa entra en trance y habla; en otras tradiciones el ritual es un dialogo dramático mas formal, de intensa belleza, en donde la sacerdotisa habla, tomando el papel de la Diosa. En ambas instancias la sacerdotisa funge como la Diosa encarnada adentro del circulo…”, del libro Drawing Down the Moon de Margot Adler.
La luna llena iluminaba el jardín de una casa en la colonia Americana en la ciudad de Guadalajara, era la noche del 11 de enero de 2020. Una luna llena conocida como la “luna del lobo” por que antiguamente se creía que en esta fecha los lobos se comunicaban más fuerte, a mayor distancia y que salían a cazar con mayor voracidad. Una luna que hipnotizante partía la oscuridad de la noche hiriéndola y haciéndola sangrar luz blanca.
El ritual estaba a punto de comenzar en esta noche imaginada en el laboratorio de unos alquimistas sonoros cuya guarida está ubicada en el número 316 de Fray Servando Teresa de Mier en el Centro de la Ciudad de México. Las veladoras iluminaban algunas partes del jardín guiando el camino a la instalación visual de Guillermo Olivera que daba la bienvenida a los súbditos del ruido a este templo sónico. Las maquinas de Atarii abrieron el portal y ya no hubo marcha atrás.
Poco a poco de entre las sombras empezaron a surgir figuras humanas que curiosas se acercaban a la luz de los sintetizadores para unirse a la invocación. G-N-O tomó el báculo ceremonial e invadió de imágenes propagandísticas los ojos de los asistentes. Runas musicalizadas y discursos distorsionados nos hablaron de otra realidad.
Después violencia. CCOOWWSS nos gritó al oído ruidos agresivos y síntesis con fuzz. Vibraciones que sacaban chispas del subsuelo y algo empezó a moverse en nuestro núcleo y en el corazón de la tierra. Entonces una pausa y la luna subió más y más en el cielo. Selene, Lebanah, Yarcah, Isis, Astarté e Ishtar. Todos sus nombres para invocarla y solo una en la bóveda celeste. Un violín bailó con guitarras distorsionadas al ritmo de un bajo y una batería palpitante. Vyctoria le cantó a la luna y casi 200 cuerpos presentes fueron testigos del abrazo de amor de una Diosa que nos da animo y paz y hace que todo crezca a su alrededor. Cerramos los ojos bajo la advertencia de que si lo hacíamos veríamos nuestro pasado y futuro en un torbellino de emociones que no podríamos describir. Pero en ese trance en el que nos encontrábamos todos los presentes era imposible predecir lo que iba a venir. En los textos sagrados de Madame Blavatsky está escrito que la luna es la Diva Triformis, el Tres en Uno: Luna en el cielo, Diana en la tierra y Hécate en el infierno.
Era el momento de abrir el Infierno. Puce Mary subió al escenario justo cuando la luna estaba en su punto mas alto. Un rayo de energía de colores indescriptibles salió del centro de la tierra para atravesarnos a todos y después impactar en la luna. Las vibraciones revelaron a esta como un astro muerto que exhala emanaciones nocivas como un cadaver; vampirizando la tierra y a sus habitantes. Las plantas adquirieron cualidades maléficas e intoxicados bailamos adorando a deidades terribles e indescriptibles y mas antiguas que la tierra misma. En medio de las vibraciones ancestrales Frederikke Hoffmeier volteó al cielo y le dedico la noche a la luna. La sacerdotisa regresó a este plano. Leemos en el Bhagavad-gītā. “Humo, noche…entonces el yogui alcanza solamente la luz lunar para nacer de nuevo entre los mortales”. Así como ella, todos renacimos esa noche.