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Bauhaus —a un año de cumplir un siglo de haberse inaugurado— fue una escuela de arte y arquitectura que sentó las bases del diseño gráfico e industrial. Hace cuarenta años, en el condado inglés de Northamptonshire, nació una banda que tomó el nombre de aquella institución alemana que buscó, en voz de su fundador Walter Gropius, erigir una barrera infranqueable entre artesanos y artistas de libertad creativa que diluyera los estratos de la sociedad y se convirtió también en toda una escuela que dejaría los cimientos de lo que hoy conocemos como rock gótico, género que a su vez gestó toda una subcultura alimentada por la literatura, el cine fantástico y de terror. Así, lo siniestro adquirió un nuevo sonido; un himno, escrito en honor al mítico Béla Lugosi, le acompañaba.
En noviembre de 1980, Bauhaus debutó con In the Flat Field, el primero de un total de cinco materiales de estudio —el último, Go Away White, lanzado 25 años después de la primera ruptura del grupo—. Bastaron solo cinco años para que los problemas internos se tornaran insoportables.
Paralelo a lo anterior, Daniel Ash formó Tones on Tail y poco después crearía Love & Rockets, junto a sus ex compañeros en Bauhaus (los hermanos Kevin Haskins y David J, con quienes había tocado desde su adolescencia). Todos estos anteriores proyectos nos dejarían grandes temas que hoy forman parte del soundtrack de la vida de más de uno; la manifiesta calidad de cada uno de ellos, siempre exitosa, en base a sonidos que van de las penumbras a la luz y de la introspección al baile.
A cargo de Daniel Ash y Kevin Haskins (junto a la hija de éste último, Diva Dompé) todo ese legado de gótico, post punk, new y dark wave llegó por primera vez este 2018 a unas tierras mexicanas que hace hace 20 años, gracias a la primera reunión Bauhaus, recibió a los músicos en un evento ya legendario cuya sede hoy abandonada fue el Cine Ópera —en 2005, cabe recordar, el Palacio de los Deportes albergó un segundo reencuentro en donde Peter Murphy, Ash, Haskins y J. volvían a un país que, como ayer quedó demostrado, los mantiene vivos—.
La fecha llegó. La estética darkie se dejaba ver en las afueras del recinto. Cabello cardado, maquillaje, botas de plataforma, terciopelo, chamarras de piel y estoperoles en personas que cenaban tranquilas en los puestos ambulantes o fumaban antes de ingresar. Una vez dentro, más maquillaje: un payaso con saco negro y una Siouxsie mexicana rondaban por la plancha del auditorio. El público, muy a su estilo, estaba listo para recibir a los británicos.
Pasada media hora después de las 21:00 H, el trío recién formado subió al escenario y sus integrantes tomaron sus puestos. Diva Dompé dejó escuchar las primeras notas del oscuro bajo que da inicio a “I Feel Speed”; obra de Love & Rockets de su cuarto y homónimo material de estudio, lanzado hace casi treinta años. Siguió el gran cover que Tones on Tail —con tan solo un disco de larga duración lanzado (Pop, 1984) realizó a Elvis Presley: “Heartbreak Hotel”. La audiencia, fría aún, lanzaba unos esporádicos gritos; los aplausos aún así se sentían sinceros.
Sin descansos prolongados, siguió otra pieza de Tones on Tail: “O.K., This Is the Pops”; el público aumentaba los decibeles de sus voces; Ash —y su estridente Fender Telecaster J5 con vibrato Bigsby— improvisaba algunos solos al final de la canción.
“Mirror People” regresaba al grupo (y a los fanáticos, que corearon toda la pieza) a 1987; fecha en que Love & Rockets lanzó Earth, Sun, Moon. Esta pieza, que abre dicho álbum, terminó con otro solo, ahora de wah, de un Daniel Ash que por primera vez se comunicó con los asistentes con un simple “¡gracias!”.
La atmósfera regresó a la opacidad cuando el vocalista de Poptone tomó un saxofón alto y la banda comenzó con “Movement of Fear”, otra pieza de Tones on Tail, cuyo lúgubre bajo que acompaña al tremolo de la guitarra es difícil de olvidar. La espera por algo de Bauhaus, vale decir, iba creciendo.
Ash tomó después el bajo y Diva se encargó del tom de piso para acompañar a su padre en las percusiones. “Happiness” continuó el set. La respuesta del público, si bien mejoraba canción tras canción, no terminaba por convencer.
Llegó la hora de uno de los temas consentidos: “No Big Deal”. Tras este hit que puso a cantar a la mayoría, “Lions” regresaba al repertorio de Tones on Tail y con esto la duda de si escucharíamos algo de Bauhaus; “Love Me” de Love & Rockets la incrementó.
El dark wave de “Performance” continuó con el legado. Todo se prestaba para el gozo: la ejecución era precisa, el sonido y la ecualización más que aceptables; la interacción, no lo era tanto. Ash tomó su guitarra acústica de 12 cuerdas para dar paso a “An American Dream”.
Dos grandes composiciones de Tones on Tail continuaron: Ash tomó su E bow para interpretar —ahora en su guitarra Fernandes— “Christian Says” y después “There’s Only One”, que sirvió para que el cantante presentara a la joven Diva. Al terminar dicha canción, el trío inglés tomó un pequeño descanso.
El regreso fue marcado con la celebración del cumpleaños de la joven bajista. Un pastel con el público cantando “Happy Birthday” y una piñata que Diva rompió con el bajo de Ash le dieron un festejo que seguramente no olvidará.
Continuó la única canción de Daniel Ash como solista: “Flame On”. Acto seguido, el clímax de la noche: "Go!" de Tones on Tail, todo un himno para el gremio dark.
Para dar fin a esta noche única, y para dar al menos un pequeño gusto a aquellos que no podíamos irnos sin escuchar algo de Bauhaus, “Slice of Life” del Burning from the Inside; LP de la etapa en donde Peter Murphy enfermó de pulmonía y que significó, en parte, el fin de la banda. El cierre definitivo lo marcó “Sweet F.A.”, que da título al penúltimo disco de Love & Rockets de 1996.
Así, esta recapitulación de la obra de Daniel Ash, Kevins Haskins y David J (el gran ausente del proyecto) a lo largo de casi cuatro décadas nos deja un sabor un tanto agridulce: por un lado, una enorme presentación llena de nostalgia en donde se nos compartió parte de un legado que, por variado e influyente, pocos pueden presumir. Por el otro, esa omisión de Bauhaus que bien podrían haber atendido. La presentación individual de la joven Diva y la ratificación de Ash que dio muestra de sus capacidades de multiinstrumentista y Haskins como figuras indiscutibles del rock inglés hacen ya de este show un candidato a mejor concierto del año.