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Tuvieron que pasar cinco años para que Paul McCartney regresará a nuestro país luego de haberse presentado en el Estadio Azteca y en el Zócalo capitalino como parte de su entonces On The Run Tour. Cinco largos años para cantar juntos canciones hechas famosas por The Beatles y Wings, y como siempre, no decepcionó ni a sus más fieles seguidores.
Es de admirarse la energía y jovialidad de esta leyenda del rock que a sus 75 años nos sigue dando cátedra de cómo hacer un buen show sin la necesidad de tanta parafernalia, pues desde que se encontraba en la mítica banda The Quarrymen ya era considerado un showman nato.
Gente de diferentes generaciones se da cita en el Coloso de Santa Úrsula, algunos vestidos con abrigos coloridos emulando los personajes del clásico Sargento Pimienta y otros más con la playera o gorra del recuerdo. Varios coinciden que esta podría ser la última vez que el ex Beatle pise tierra azteca por lo que es un día especial.
A unos cuantos minutos para que el espectáculo de inicio, un par de olas monumentales comienzan a recorrer el estadio de extremo a extremo. Algunos no dudan en cantar el “Cielito Lindo” para amenizar el ambiente, mientras que una línea del tiempo nos lleva de la mano para recordar bellos momentos en la vida de Paul. La euforia está en su máxima expresión.
"A Hard Day's Night", "Save Us" y "Can't Buy Me Love" inauguran la noche en medio de gritos y aplausos. Con un español cuasi perfecto, Paul McCartney nos saluda y promete una verdadera fiesta. “Esta noche voy a tratar de hablar un poquito español. ¡Es increíble estar de vuelta!”, nos dice.
Canciones entrañables como “Let It Be”, “Yesterday” y “Hey Jude” hacen sacar nuestros celulares a modo de encendedores y levantarlos en alto formando un tapiz resplandeciente que parece cobrar vida propia por el movimiento de todos los ahí reunidos.
Debo decir que uno de los momentos más emotivos fue cuando Paul interpretó “Something” con un ukulele y la cual dedicó a su amigo George, al mismo tiempo que unas imágenes eran proyectadas en pantalla. Pero ese no fue el único tema con especial dedicatoria, también “My Valentine”. “Escribí esta canción para mi esposa Nancy, ella está aquí esta noche”, nos comparte el antiguo Fab Four.
Con “Back In The USSR” y “Live and Let Die” los ánimos se prenden y una gran pirotecnia ilumina el Estadio Azteca. La gente grita. Canta. Corea. Treinta minutos antes de la media noche Paul se despide y se apagan las luces, pero los aplausos y ovaciones hacen salir nuevamente al cantante británico investido como Sir Paul por la Reina Isabel.
Consigo trae una bandera mexicana que ondea de un lado a otro y aprovecha el momento para decirnos "¡Fuerza México!" en alusión a los recientes sismos que afectaron parte de nuestro país. La respuesta por parte de los asistentes es inmediata y el "México, México, México" no se hace esperar. El sentimiento es profundo.
Esta vez no hubo mariachis en “Obladi Oblada” a diferencia de su concierto en el Zócalo, tampoco innumerables interrupciones por parte del público que se enfocó más a disfrutar del concierto, pero sí una increíble empatía que hizo rápidamente conectar con los fans chilangos al escucharle decir palabras como "carnal", "rola" y "cuate", además del "ustedes son a toda madre". Y qué decir de su baile con todo y movimiento de cadera robándose los chiflidos de hombres y mujeres. Él es Paul, un chico en cuerpo de adulto que nos demuestra una vez más que con su carisma y talento, es suficiente para darnos un buen show.