Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
Reinventar una obra maestra es un concepto que no debe ser tomado a la ligera. Por un lado, los experimentos pueden dar resultados que le otorgan nueva vitalidad y significado a una creación ya consolidada o con una noción preconcebida en nuestras mentes, pero por otro pueden tener consecuencias catastróficas. Una de estas formas ha resultado ser la musicalización en vivo de obras de teatro, películas o performance art, que ha existido desde tiempos inmemorables para dar una sensación más palpable o en vivo a lo que se proyecta.
Continuando con esta tradición, la 21a. semana de Cine Alemán inauguró su primera exposición formal y habitual en dos años, tras la pandemia, con uno de estos experimentos mencionados y bajo el marco del centenario de una de las obras fílmicas más emblemáticas del país: Nosferatu, adaptación libre del libro Drácula de Bram Stoker. Esto lo hizo de la mano de una de las mentes creativas más multifacéticas e interesantes de nuestro país, Julián Lede, para brindar su singular talento a la composición e interpretación en vivo de una nueva banda sonora que acompañaría la obra cumbre del cineasta F.W. Murnau, influyente para varias generaciones de artistas no solo en el plano del séptimo arte. Y aquí las palabras “vitalidad” y “significado” cobraron otro sentido.
Ante un lleno total compuesto por cinéfilos incondicionales, germanófilos y seguidores del músico también conocido, adorado y vituperado por proyectos como Silverio y Titán, la cinta se presentó en formato de restauración e imagen realizado hace un par de décadas. Sin embargo, uno hubiera pensado que el acompañamiento musical realizado a la par también formaba parte de este proceso. La noche de ayer, Lede se encargó de resucitar los subtextos sombríos, románticos y hasta de crisis global de la cinta con ayuda de su confiable arsenal: la ausencia de computadoras y el predominio de máquinas y teclados análogos que distorsionaban, desconcertaban y hechizaban con cada iris óptico que servía de transición de escena. Fue un fascinante contrapunto con lo grotesco y exagerado de las formas y gestos que caracterizaban lo visto en pantalla y la estética general del expresionismo alemán.
Además de rendir homenaje a este clásico vampírico a manera de una interpretación directa, Lede también hizo lo propio a la influencia alemana en la música electrónica. Así, las escenas que presentaban a personajes como el ingenuo protagonista Hütter, a su angelical esposa Ellen y, por supuesto, al enigmático Conde Orlok que funge como dopplegänger de Drácula, eran acompañadas por pasajes industriales, llenos de dark ambient, percusiones inestables, tonos agridulces y aislados de sintetizador que más que dar tonos de acción o sátira eran usados para dar incomodidad, letargo y pavor al público. Se notaban influencias de bandas y artistas como Cluster, Faust, Michael Rother o Conrad Schnitzler, pioneros del género kosmische. Y también mención especial a la voz mágica de la soprano Masha Soboleva, quien fungió como invitada especial para darle un toque más etéreo a las escenas de Ellen y al aspecto romántico de la película, en general.
Habrá muchas reversiones y tributos a una obra tan atemporal como Nosferatu en el futuro, sin duda. Pero ayer Lede nos brindó una experiencia escalofriante e hipnotizante, como los mismos encantos y hechizos del Conde Orlok, y totalmente distinto a lo que ha hecho en proyectos anteriores. Sería muy fácil concluir esta reseña diciendo que hay mucho más talento detrás del “hombre de las cavernas nasales” con trusa roja y peluca; más bien su reinterpretación del filme lo consolidó como una de las voces creativas nacionales en entender (y explotar) mejor las nociones de repudio y bestialidad de la condición humana.