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Nine Inch Nails en El Plaza Condesa

Nine Inch Nails en El Plaza Condesa

Detalles

Organización

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Lugar

El Plaza Condesa

Artista(s)

Clavos en nuestra psique.

“Branches / Bones”, nociones, aseveraciones, expectativas, de ninguna forma estábamos preparados para lo que nos deparaba.

“Wish”, ¿qué deseas?, ¿que el mundo sea perfecto?, ¿que mañana será un día normal en el que no tengas que preocuparte por nada?, al demonio, la pulsión instrumental te está lacerando, lo más real que tendrás en un buen fin de idiotas atascando las calles y los centros comerciales ávidos de cosas que no necesitan. La música que va a atacarte.

“Letting You”, déjate llevar, estás presenciando uno de los mejores conciertos acontecidos en la historia de El Plaza Condesa y es apenas el comienzo. Repleto como pocas veces, en un lunes en espera de volver a la normalidad, esa que te da cierta tranquilidad, get away, que todo se disipe, que las inyecciones de la enfermiza electrónica que antes que alegrarte te hipnotiza, te sofoque, te provoque, te mande al demonio. Somos cerdos en una marcha ávidos de atascarnos de todo lo que nos complace, ¿eso te hace sentir mejor?, entonces arráncate el cabello, delira, dispara, figura al opresor ante en ti y sorpréndelo con un golpe contuso a la quijada.

“This Isn’t The Place”, gran contradicción, estamos en el lugar correcto, El Plaza Condesa cual capilla de adoración ante un Trent Reznor que hasta el momento no ha dicho nada. Solo se concentra en lo mejor que sabe hacer: ofrecernos la música que nos lleva al delirio. “Sanctified” para arrastrarnos a la adoración primigenia, pequeñas máquinas de odio devaneando entre notas y frases, estamos siendo purificados, absortos miramos a nuestro alrededor, las poses, los rumores, los letargos, la indiferencia, cómo es que observas tu pantalla ante tal maestría sonora, cómo es que te preocupas por lo que pasará mañana sin disfrutar el hoy.

“Reptile”, la maldad avante ante las buenas intenciones, la maquinaria que pocos comprenden, porque es más fácil posar, estar presente, hacer check-in, tomar la foto para la red social favorita, vanagloriar la presencia antes que la esencia, y mientras sucede la selfie de manifiesto de los que están en apariencia, los que están en esencia cierran los ojos y se dejan llevar. El gran pecado de escuchar y apreciar antes que posar: “Sin” y su siniestra euforia, los gritos sinceros que opacan la hipocresía. No fuimos multitud, fuimos bendecidos por los tonos que no sonaron en un festival masivo. La intimidad y la fidelidad antes que el afán de pertenecer.

“Help Me I Am In Hell”, y en las llamas encontramos el confort, en los sonidos la iluminación, el candor que tanto nos falta. “Happiness in Slavery”, no abras los ojos, no quieres ver lo que sucede, solo siente, deja de ser un reo de tus necesidades. “God Break Down The Door”, el delirio, la necedad de moverse, el frenesí, la capacidad que tenemos para apreciar antes que perder el tiempo. Sin gran ardid visual y un saxofón nos arrastra a la locura.

“Gave Up”, y esa necesidad de azotar nuestras cabezas contra la pared que fácilmente nos lleva a la locura, “The Great Destroyer” para calmar el ímpetu pero no la emoción que claramente nos domina, brilla, y pertenece, sobre todo a aquellos pocos que cierran los ojos y disfrutan antes que escribir un texto en su teléfono. “Burning Bright (Field on Fire)”, no están todos los que lo merecen, “Survivalism”, bocanadas de nicotina ante la prohibición, un olor entre hierba ilegal y perfume barato, los tragos que fluyen. “The Hand That Feeds”, ¿morderás la mano de aquel que se entrega en el escenario para tu iluminación mientras te tomas una selfie?, no pertenezcas si no sientes, no aparentes si no hiciste el mínimo esfuerzo. “Head Like a Hole”, nuestras almas oscuras y podridas que saltan, trasfugan, enardecen, no tenemos dinero pero tenemos desgracias, no tenemos que adquirir pero sí qué saquear, tenemos lo que merecemos, no lo que podemos adquirir sin necesidad.

“The Day The World Went Away”, y cual dirección de orquesta los golpes a la guitarra, los ecos de una maldición, la instrumentación que nos guía a la figuración: imagina que todo terminará pronto, que el plástico matará los mares, que las guerras serán los nuevos deportes, que tus necesidades se convertirán en deseos. “Even Deeper”, no ha terminado nuestro descenso, “Over And Out”, y aquellos que se rinden y se van, pobres diablos, aún falta el alta causa, la expiación, el réquiem persistente, la costumbre, el preludio al final que no queremos aceptar.

“Hurt”, el viento orgánico de nuestra agonía, porque nos lastimamos para sentirnos vivos, porque nos golpeamos el pecho para hacer trabajar el corazón, la realidad del dolor punzante, lo que queremos dejar atrás pero nos sigue doliendo. ¿En qué nos hemos convertido?, en seres que en su nostalgia y el dolor se regodean mientras aquellos culpables de nuestra miseria se han olvidado de nosotros. Tronos de mentiras y porquería, cosas de las que nos arrepentimos, palabras que nunca debimos haber dicho, esa extraña cómplice amargura en una zona de confort incompleto. El final anunciado, el último momento para ahogarnos, la esperanza de encontrar un camino. Y las luces que nos guiaron y los sonidos que nos ultimaron de pronto callan, y lo agradecemos, lo saboreamos, después de ser crucificados por clavos en nuestra psique antes que en nuestras manos.