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Cuando un show se vuelve sold out con tanto tiempo de anticipación al evento, las expectativas se van a las nubes; pero cuando un concierto tiene que cambiar de sede porque la demanda es altísima, todos perdemos la cabeza. Y exactamente así pasó con Nicola Cruz.
Desde su irrupción en las marquesinas de los grandes escenarios electrónicos del mundo, el ecuatoriano se volvió un capricho para el público mexicano y no quedó de otra más que cumplir el deseo. Y esos vientos que propagaban ánimos de locura se sentían desde la Glorieta de los Insurgentes porque, a pesar de ser un centro neurálgico de la ciudad en el que todas las personas convergen, quedaba claro quiénes se dirigían al #186 de la calle Puebla en la Colonia Roma.
Después de cruzar ese lobby y ver la ejecución de fotos en el gran espejo, las chaquetas de piel y los abrigos peludos se desprendían para darle espacio a la resurrección del verano. En plena víspera de diciembre, las percusiones animales que abrieron el live coding a cargo de Malitzin Cortés (aka CNDSD) atraparon la energía para que la única opción lógica fuese conectarnos con un futuro cyberpunk.
Entonces llegó la hora del protagonista. Una de las virtudes más grandes que tiene Nicola Cruz es el tacto para administrar los switchs contundentes con la intención de darle fluidez y suavidad a sus transiciones. Recurso que adquiere una practicidad fundamental cuando las bases rítmicas de influencias africanas buscan convivir con aquellas más orientales.
Este show tenía un objetivo claro: presentar en sociedad Siku, la placa más reciente del DJ. Y el hecho de que fuera en formato live le brindó una serie de oportunidades que al final capitalizó para que el público entrara en un cénit de cadencia absoluta. Atrás de él, la pantalla con esa caracola enorme que parecía devorar al artista desde su espiral.
Cuando la noche estaba ya en su máxima expresión, Nicola Cruz sacudió sus máquinas; fue entonces que el uptempo reventó y todas las corrientes de sonido que conforman temas como "Arka" y "Siete" se hicieron presentes para envolvernos en la experiencia sonora de Siku.
Los beats llegaron a su clímax y con ello, el final del concierto. Paulatinamente, la audiencia recogió sus pasos hacia la salida mientras se preguntaban cómo reconectarse con el viernes… Cómo reconectarse con un día más de escuela o de trabajo justo cuando Nicola Cruz los había transportado a otra dimensión, una futurista en la que los sonidos son salvajes.