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Fotos Cortesía Mutek
Podemos decir que, desde hace unos años, NANO MUTEK ha sido la noche que inaugura una temporada particularmente interesante para los habitantes de la Ciudad de México a los que les gusta la música experimental. Esta temporada concluye, naturalmente, con la clausura del Festival Mutek que cumple su décimo quinta edición. Este año, el pistoletazo corrió a cargo de Transgresorcorruptor, alter ego experimental que el veterano productor Yamil Rezc ha usado desde hace casi 15 años para descansar del rock.
Tras este asalto de ambient matemático, vimos a AMNL PRNT, una de las ocurrencias más interesantes de la noche. Abrir el show de Yves Tumor con la presentación del dúo mexicano fue un acierto pues, en gran medida, comparten con el músico estadounidense una sensibilidad histriónica y una aproximación casi glam a la música experimental. Con ritmos bastante más lentos que lo que vendría a continuación, AMNL PRNT puso al público en el tono correcto gracias a la hipnótica voz de Paulina Olea. Este tono sería fundamental más tarde para recibir a Yves Tumor.
El trabajo de Yves Tumor pertenece a un impulso global actual de música que busca conciliar dos cosas en apariencia excluyentes: por un lado, la vulnerabilidad y la delicadeza de las minorías y de los marginados; por otro lado, la agresividad, la violencia, la furia absoluta. Tumor parece encarnar esta dicotomía en todos los aspectos de su arte y esto se traduce en un juego constante en torno al género, tanto al género individual como al género de su música, que oscila entre el noise, el ambient y algo parecido al rock noventero en su reciente lanzamiento Safe in the Hands of Love (2018), quizás uno de los mejores discos del año.
En el mismo show en vivo es donde se manifiesta esta doble naturaleza: por una parte hay una hermetismo y una voluntad no de desafiar sino de huir, de ser incondicionalmente libre. Por otra parte, una apertura y una cercanía que lo lleva a pasar casi tanto tiempo encima del escenario como entre el público. Su aspecto físico también huye de las etiquetas (a menudo más Marc Bolan que Trinity de Matrix), Yves Tumor parecía anoche un trasnochado rockero de las épocas del CBGB.
Sabiendo esto, no resulta raro que el experimental músico haya logrado defender en vivo su tercer álbum de forma tan admirable, dando incluso concesiones a baladas barrocas como “Recognizing the Enemy”. Los asistentes anoche parecía incapaces de ver a Yves Tumor como nada menos que una superestrella y, cuando el productor de Tennessee se aventó a la pista, no faltaron manos amigas dispuesto a pasearlo como a un santo profano. El show fue poderoso, ácido. Tumor puede arengar a sus fans con un susurro o gritarles en la cara mientras baila o se coloca en el borde del escenario, levantando su camiseta y mostrando su vientre plano como una especie de antibandera.
Quizás la decepción más grande de la noche fue la ausencia de soporte visual al show de Tumor. Hemos visto crecer al productor como una suerte de artista total en la línea de anti estrellas pop como Arca, cuyos cuerpos de trabajo se apoyan en la música pero también en las artes visuales, plásticas, el diseño y, sobre todo, el discurso. No vimos nada de eso a noche, solo un cuerpo largo y serpenteante y un secuenciador soltando torrentes de ruido.
Después de poco más de media hora de show abrasivo, el músico estadounidense desapareció sin dejar rastro. Nunca se acostumbra uno a esta fugacidad, por mucho que sepamos que las luces que más intensamente brillan son las que se consumen primero. El cierre de esta inauguración corrió a cargo de DJ Unfollow, nombre bajo el cual se esconde el productor Gabo Barranco para poner canciones que nunca fallan en hacer bailar a los presentes.