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MUTEK decidió cambiar la sede de las plataformas Nocturne, las que más motivación crean alrededor de su distribución de presentaciones. Tras 3 años, el Foto Museo Cuatro Caminos albergó a nombres como Richie Hawtin, Daniel Avery, The Field y muchos más. La coincidencia del reacomodo del espacio con la presentación de Nina Kraviz tuvo un impacto directo hacia la percepción del evento.
El venue es una ex fábrica de Ford, con espacios amplios por doquier. La distribución de escenarios y zonas comunes jamás se vieron concurridas o superadas por su capacidad; aunque entre menos personas hubiera presentes, el frío se desplazaba más directamente. Durante toda la noche, el clima fue un factor constante que contemplar, inclusive al bailar; recompensando el calor a ratos insoportable de la sala A en el Foto Museo Cuatro Caminos.
Los actos que albergó esta edición de MUTEK sirvieron para dar una conceptualización global de lo que representa el festival, para aquellos que recién van conociéndolo. El escenario C lo inauguró Edgar Mondragón acompañado de los visuales de Esstro 9, fusionando la estética descompuesta del arte digital con los sonidos atmosféricos de Mondragón. Presentaciones como las de este dúo, Jadir Zárate e Isaac Soto son las que representan el movimiento digital mexicano, crucial en la médula del festival.
En el escenario B ocurre la experimentación que, en contraste a los otros dos escenarios, aquí se aglomeran las prácticas técnicas que requieren de una comprensión más compleja de lo que es la música electrónica. Si el escenario A alojaba el baile, y el C la contemplación, el B explotaba el descubrimiento de sonidos y abstracciones visuales. El dúo británico Emptyset dio una cátedra de deconstrucción auditiva, mientras que No Light &/*pac, la agencia multimedia mexicana, dieron un show al nivel de excelencia de Jhlin (2014) o Nonotak (2013).
Por último, el escenario A, como cada año, fue el espacio donde sabías que podías bailar sin interrupciones. La primera en ocupar el espacio fue Chloé, quien, a comparación del set de 2016, mucho más dedicado al pre Richie Hawtin, se encargó de abrir el escenario con un set que definió el ritmo que seguiría progresivamente. Kelly Lee Owens, aun con faringitis, dio una de las mejores presentaciones de la noche sin necesidad de encajar en el concepto dance-act. Visualmente callada, auditivamente explosiva.
Y, para ser honestos, la madre del techno contemporáneo millenial, Nina Kraviz, fue la razón por la cual MUTEK generó el ruido que logró en audiencias nuevas. Para muchos "académicos" de la escena electrónica, la rusa aparenta ser una DJ más sin la relevancia histórica de un Kerry Chandler, John Digweed o un productor contemporáneo como Burial, pero dentro de su opulencia (visual y auditiva), hay una definición del producto digital de nuestra época sin reflejos sociales o políticos; estrictamente creativo e ingenioso percibido minuto tras minuto de su presentación, que ayuda a reajustar la percepción del techno que existe en nuestra ciudad con los supuestos embajadores underground. La violencia del set de Nina mantuvo a la audiencia en un trance total durante 2 horas donde difícilmente había hastío. Quizás fue más agresivo de lo que muchos esperaban, pero su técnica acid no es sutil en absoluto. El valor principal de su presentación recae en la fina selección musical acompañada de su constante intervención en los tracks, llevándolos a su máximo alcance hipnótico.
Esta noche fue dedicada primordialmente a la presentación de un venue que con esperanzas permanecerá como la nueva casa de los Nocturnos, con artistas que, como cada año, se esfuerzan por alimentar la escena digital, aún en su fase de construcción, pero que sin duda tiene un futuro; lento, incierto, pero provocativo a la vez.