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Hoy comienza la parte fuerte de la celebración de los 15 años de MUTEK en México y el último de los programas de A/Visions dejó a los aficionados con ánimos de fiesta. Más hacinados que en otras ediciones y en medio de una atmósfera burbujeante, presenciamos tres shows que combinaban códigos visuales del pasado y del presente. Nada más adecuado para esta experiencia que el entorno del Proyecto Público Prim, un espacio que reconcilia el pasado histórico y la vanguardia cultural.
Primero nos reencontramos con Push 1 Stop, esta vez acompañada por el quebequés Wiklow. A través de una membrana, aludida en el nombre del show, Cadie Desbiens-Desmeules proyectaba visuales vectoriales acompañados por el techno quebrado de Michael Dean. El patio de la casa resultó el escenario ideal para un espectáculo que se disfrutaba en dos dimensiones. Un leve laggeo en las luces desmeritó levemente un show simple pero certero, no demasiado alejado de trabajos anteriores de Push 1 Stop.
El show de Intercity-Express representó exactamente este sincretismo entre presente y futuro. Tetsuji Ohno lleva muchas décadas ya en el mundo del arte digital y la música electrónica y su show de anoche constituyó una experiencia multimedia en toda la extensión de la palabra. Entre beats que iban del techno al glitch, Ohno combinaba capas análogas y digitales en un espectáculo visual que más que una coreografía era un experimento en combinación de formatos. Accidentalmente, el aspecto generativo del espectáculo se hizo palpable en un momento en que Ohno perdió la señal de video, permitiéndonos reconocer el carácter inmediato de su arte. Algunos asistentes no lo apreciaron así y mientras algunos vitoreaban otros lanzaban gritos de ánimo.
Esta energía se prolongó durante el show de Atom™ y Robin Fox, un auténtico experimento en combinación de cánones estéticos. Una vez más, la cuadratura del Patio de Prim permitió apreciar la multidimensionalidad de Double Visión 2.0. Como el propio nombre indica, Double Visión 2.0 representa una dicotomía de puntos de vista y un encuentro entre pasado y futuro. La peculiar aproximación pop de Uwe Schmidt, a ratos más Kraftwerk que Señor Coconut, sirvió de contrapunto a los lasers programados por Robin Fox que parecían querer perforar las paredes de la casa antes de lanzarse en elegantes coreografías. En la pantalla, síntesis tradicional de video daba paso a visuales 3D para luego mostrar imágenes de box, demostrando una vez más que en los códigos del arte digital no está todo escrito.