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Fotos Cortesía OCESA
Nunca se había visto a Molotov así. Un teatro en silencio, los cuatro sentados sobre el escenario, los miles de asistentes también, atentos y expectantes como quien observa una presentación de ballet, pero en realidad viendo a una de las bandas de rock más icónicas de México escupirles “Amateur”… en acústico.
Cuando las luces se encendieron, la banda y los músicos ya estaban sentados en los bancos de los que casi no se levantarían durante hora y media; y así como ponerle play a un disco, sin decir más, echaron “Here We Kum”. El público no se terminaba de acomodar, y el juego de luces del escenario y la gente que se levantaba para ir a buscar más cerveza era lo único que se movía en el recinto.
Ver a los asistentes levantar el puño y corear el “Oh oh oh” de “Amateur” desde sus asientos, fue la sensación más extraña, pero escuchar “Dance and dense denso” en el lugar con menos empujones del planeta fue casi ridículo. “Gimme the Power” levantó el ambiente un poco, o por lo menos Ayala dejó su asiento durante media canción.
Los miembros de Molotov son rockstars y lo saben. En este concierto reposaron sus bebidas en una mesa con mantelito y cantaron los himnos de la resistencia recargados en un sillón, con los pies sobre la mesa de centro, como viendo un partido de fútbol en domingo.
Tocaron El desconecte completo y prácticamente en orden. Hay canciones que funcionan muy bien en este formato como “Hit me”, incluso mejor que en cualquier otra versión; mientras otros arreglos exóticos como las gaitas en “Mátate Teté” confunden y cortan el ritmo del público. En ocasiones la energía de los músicos de apoyo vibra más fuerte que la de cualquier miembro de la banda.
Hacia el final tocaron “Frijolero”. El concierto empezó de verdad. El público dejó sus butacas en una oleada que vino de adelante hacia atrás. La fuerza que despegó los traseros de los asientos provino del chirrido del acordeón y el sentimiento de mexicanidad que no se pudo ignorar, de las luces que se encendieron en verde, blanco y rojo, y de los tiempos que siempre le han jugado tan bien a Molotov; que se ha ganado todo por saber cómo transformar la furia que se siente en la boca del estómago, la impotencia, la injusticia y la agresión, y convertirlos en una canción.
Se siguieron con “Voto latino”, “Cerdo”, “Marciano” y la sabrosa “Rastamandita”. Ya se les había olvidado el unplugged. En “Puto” lograron hacer a la gente brincar, era la última canción. Se fueron entre coros e insultos por no regresar a tocar una más. El desconcete suena bien como para ponerlo en una reunión de adultos contemporáneos con cubitas y cacahuates, pero… ¿funciona en vivo?