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Es una noche especial para Mint Field. Después de un par de años posteriores a la publicación de su EP titulado Primeras salidas, finalmente nos conceden la presentación de su álbum debut en forma de una bella noche producida en ese acogedor venue llamado Departamento.
El lugar es pequeño, pero definitivamente adecuado para llevar a cabo esta encantadora velada de manera elegante. Después de todo, era algo necesario si consideramos que se marca el inicio de una nueva era, y probablemente el fundamento para la llegada de cosas buenas para esta agrupación originaria del norte.
Todo comenzó bastante bien. Jóvenes Adultos como teloneros nos deleita con un rock bien placentero. Con la guitarra y coros crearon diferentes hooks memorables en distintos temas acompañados de sólidas líneas de bajo. La batería no se queda atrás, pues logra un buen equilibrio evitando la monotonía sin alcanzar la saturación. Desgraciadamente, el impalpable audio para las voces no permitió un entendimiento detallado sobre lo que va su sonido y en especial para los nuevos escuchas. De todos modos al final tocaron lo suficientemente bien como para despertar el impulso del público a indagar en su material grabado. O al menos así sucedió en mi caso.
Finalmente llega el turno de la estelar de la noche. Mint Field se prepara para darnos un show que representa cierto grado de importancia en su carrera. La presentación de su primer álbum de estudio.
Primero que nada, he de confesar algo. La primera vez que escuché a Mint Field en una sesión para KSTD no terminé del todo encantado. Simplemente quedé con la sensación de que algo faltaba pulir, por lo que dejé de seguirles la pista hasta que empecé a notar que se convertía en la presencia DIY latina en festivales de buen calibre. Para entonces seguía sin comprobar por mi mismo su valor.
Todo eso cambió esta noche cuando presencié su acto en vivo basado en un repertorio que se venía trabajando desde hace tiempo, pues ahora puedo decir que realmente han alcanzado otro nivel y adquirido cierta armonía como agrupación. No dudo que este destello de madurez haya empezado a surgir desde antes, es solo que no me había tocado verlo ni escucharlo.
Rasgueos prolongados efectuados en la guitarra por la maestra de la distorsión Estrella Sánchez mientras sus obscuros y angelicales cantos adornaban las piezas –que de igual modo no fueron favorecidos por la calidad del audio para la voz– resultaron en un espacioso y absorbente sonido. Cosa que no se habría logrado sin la batería por parte de Amor Amezcua, quien logra muy bien el papel de columna vertebral del grupo. Esto con la adición de un excepcional bajo por cortesía de Sebastián Neyra (quien hizo el papel de bajista para ambos actos de la noche), logra incluso robar el protagonismo en algunos momentos.
Al final se sintió que el setlist pudo haber estado acomodado de manera que conectara más con la audiencia. De igual modo el evento terminó por ser algo satisfactorio y puedo asegurar que Pasar de las luces será un álbum que valga la pena.