Favoritos
Haz click en la banderilla para guardar artículos en tus favoritos, ingresa con tu cuenta de Facebook o Twitter y accede a esta funcionalidad.
Pocas son las ocasiones en las que tras la reunión de una banda, su primer parada sea la Ciudad de México. Y si bien el único ejemplo que me viene a la mente es el de Los Saicos, la noche de ayer, en la que una de las bandas más representativas del indie ibérico arribó tras concebir lo imposible, fue un evento que no habría argumentos para negarle el título de histórico.
A mediados y finales de los 90, Los Fresones Rebeldes fueron una figura de culto y referencia. En su pleno apogeo, el sello Subterfuge (Joe la Reina, Los Planetas, Anni B Sweet) convirtió a estos raritos en pequeños consentidos del género pop rock gracias a sus inverosímiles y ridículas letras sumadas a pegajosos acordes y requintos que entre el jangle pop y el garaje, eran una mezcla de aspiraciones a sonido de los 50 y una inevitable contemporaneidad que hasta hoy día los mantiene en alta demanda. Viva prueba es que todos y cada uno de los shows que cerraron para España y México fueron de localidades agotadas.
Se respiraba una tajante ansiedad antes de que comenzara el show y no solo escuchar, sino ver a esos ñoños que tocan primitivo rock and roll pero con la sonrisa de un lelo. Como si de una a prueba a superar se tratara, el show no dio inició sino a hasta las once de la noche y se tuvo que soportar la disparatada y mal mezclada ejecución de Jorge ‘Negro’ Hipólito en las tornamesas, que fue cuestión de minutos para que entre cada canción recibiera no solo mentadas sino proyectiles. Aunque es de reconocer su aguante, porque pinchó y pinchó sin claudicar.
Retirada la tornamesa, la verdadera fiesta llegó con Christina, Inés, Sergi y Felipe sobre el entarimado; gritadero de principio a fin y una reacción que hasta a la misma banda dejó impactada. El cambio en la expresión de los presentes fue increíble ya que de la desesperación y fastidio, pasó a la euforia y felicidad total en tan solo dos acordes; “Algo Hay”, “El Mensajero del Verano” y “Sueño de Cristal” sonaron cómo si fueran los Ramones a la velocidad de la luz. A pesar de ello, sería mentir hacer omisión de las presentes fallas de audio durante el show: la retroalimentación chillante en cada canción acabó con la paciencia de muchos.
Con “Bola de Cristal”, “¿Por qué me tengo yo que enamorar?” y “Medio Drogados” parecían poner punto final a su set, y si bien parecía que el show iba a durar apenas media hora, la banda jugó el juego de regresar al escenario dos veces para cerrar con “Calabazas Previas”, que fue complementado con la banda arrojando gomitas al público para cerrar un concierto en el que una banda que muchos jamás pensaron ver en suelo nacional, salvó una noche que empezó colérica y terminó en lluvia de caramelos.